sábado, 21 de diciembre de 2019

Navidad 2019



La magia de la Navidad


    No se puede negar la fascinación que esta festividad ejerce, tan antigua como actual. Su espíritu vive hoy de la misma manera que perduran todas las tradiciones que con ella se vinculan, y que se repiten puntualmente con la misma solemnidad de siempre.

    Sin saber por qué, a veces siento la impresión que la Navidad que en aquellos años disfruté en mi infancia ya no existe. Puede ser que ello se deba a que yo mismo he cambiado; pero en mi percepción, la Navidad no es ya como entonces era. Quizá sea porque el recuerdo de mis primeras Nochebuenas se encuentra inmerso en emociones y sentimientos personales; la verdad es que la realidad cotidiana a veces dificulta encontrar el verdadero y profundo significado de este acontecimiento. La Navidad que disfruté era más humilde, con carencias materiales y de consumo que hoy tanto hacemos gala por Navidad; sin embargo, encerraban para mi algo más íntimo o espiritual, dado sus carencias. Pasan por mi mente aquellas nochebuenas rodeando al fuego, unos sentados en el banco, otros en sillas, los más pequeños en tajuelas, pero unidos y sin ningún elemento extraño que deteriorara o perturbara tal convivencia; no había televisión, lo que hacía que se fortaleciesen más los lazos familiares. En las actuales navidades aún sigo recordando aquel entorno familiar, a veces cierro los ojos y me siento identificado con aquella cocina fría y acogedora a la vez, rodeado de aquellos seres queridos, hoy desaparecidos. La navidad nos traslada a otras épocas evocando aquellos sentimientos, vivencias y recuerdos que vivimos nuestros primeros años.

    La Navidad es una festividad de intimidad, paz y felicidad, de nada sirve llenarla de galas superfluas; de deslumbrantes luces florecidas en falsos pinos que parecen anunciar una prematura primavera; de ruido insoportable por las calles; de adornos comerciales ajenos a los goces del alma. Cuando pienso en la Navidad recuerdo un tiempo de cálidos afectos. Evoco la tranquila serenidad de mi infancia.

    Cuando era niño, como ocurre a todos los pequeños, esperaba con ansia su llegada. La Navidad era, sin duda, la fiesta preferida. Constituía un momento lleno de magia en el cual me sumergía por completo. Regresaba al hogar familiar, al pueblo que me había visto nacer, alejándome por unos días de aquellos internados rígidos en disciplina de un colegio regentado por escolapios. Llegaban los Reyes y retornaba, otra vez, con tristeza al calvario del internado.

    El encanto de la Navidad iluminaba el paisaje con aquellas heladas que blanqueaban los tejados todas las mañanas, y como efecto de la dureza de aquellos inviernos permanecían chupetes de hielo suspendidos de las primeras tejas todo el tiempo del periodo vacacional.

    Y ahora la magia de la Navidad hace que un año se pase volando, y nos hace reflexionar hacia atrás sobre lo que hemos luchado, lo que hemos conseguido y en lo que hemos fracasado. Todo nos da fuerza para seguir adelante. Que esta Navidad genere en nosotros los mejores sentimientos del ser humano para poder apreciar el verdadero valor de la amistad, la familia y el amor. Que el nuevo año 2020 nos traiga nuevos sueños, nuevos proyectos y nuevos retos.

    A todos los que visitáis este blog os deseo:

¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo!


domingo, 1 de diciembre de 2019

Las bodas antiguas y su evolución a las actuales.


Así eran antes las bodas



    Antes, el primer paso para la formación de una unidad familiar entre un hombre y una mujer era en las bodas, constituía un momento solemne y los pueblos rodeaban a este momento de un cúmulo de costumbres, tradiciones, celebraciones y ritos que es curioso estudiarlos.

    Hoy las bodas se han simplificado de tal forma que han perdido toda la riqueza folclórica que las rodeaba. En los pueblos pequeños, como en San Román,  ya no se celebra la boda en su totalidad, algunas veces solamente el acto litúrgico. Prefieren desplazarse a la capital o a centros comarcales para tener facilidad de celebrar el banquete en un restaurante, en el cual se remata la fiesta con una orquesta que ameniza el baile. Esto ha hecho que haya desaparecido todo el encanto de las bodas populares según la antigua usanza, con las coplas, los ritos y costumbres que habían pasado de padres a hijos y de abuelos a nietos.

    Todo comenzaba con el noviazgo y hasta la misma celebración nos encontramos con todo un ritual de costumbres. Ese noviazgo se llevaba a cabo, casi siempre, por la atracción de ambos, no siempre era de conformidad paterna, lo que originaba grandes conflictos. Lamentablemente, los padres en el mundo rural, no solo valoraban las grandes cualidades que pudiera tener el novio o novia para su hijo o hija, daban como primera condición en dicha elección la similitud de ambos en fanegas de terreno. Si esto no se cumplía surgía una oposición férrea a tal unión, olvidándose de la premisa principal de toda unión que es el amor, elemento imprescindible en la consecución de una verdadera felicidad entre los contrayentes. Hoy, afortunadamente, en las uniones matrimoniales tienen menos protagonismo los padres de ambos contrayentes. 
    
    Lo primero y principal era formalizar el noviazgo ante el padre de la novia, a lo que se denomina “pedir la entrada”. Esta prueba por la que tenía que pasar el novio (todavía hoy algunos padres exigen que el novio pida la entrada) no era más que una reafirmación del noviazgo para una futura boda. El novio acudía una noche a casa de su compañera y era recibido por el futuro suegro, a éste le confirmaba el futuro yerno que las intenciones eran buenas y respetuosas para con su hija, dado el beneplácito por parte del padre el novio ya podía entrar en casa de la novia y a partir de ese momento todas las noches pasaría un rato en casa de los suegros con la novia, se iba forjando así el nuevo vinculo familiar que daba paso a un conocimiento más profundo por parte de todos.

    Antes de celebrarse la boda tenía lugar la "petición de mano", momentos en los que los padres del novio acudían a la casa de la novia a solicitar de los padres de ésta el consentimiento para que se celebrase la boda. Una vez obtenido éste, se trataban los detalles prácticos, todo lo relativo a fecha, invitados, incluso dote que cada uno iba a aportar al nuevo matrimonio, concretar quienes iban a ser los padrinos y demás pormenores. A partir de los años 50, bajo influencia o moda de de la gran ciudad, se fue implantando algo novedoso para ese día: el intercambio de regalos. Así los padres del novio regalaban a su futura nuera una pulsera llamada de “pedida” y los padres de la novia ofrecían a su futuro yerno un reloj. Claro esto dependía, en parte, de la situación económica de ambas familias. 

    Meses antes de la celebración de la boda, existía por costumbre que la novia enseñase el equipo de ropa que llevara al matrimonio: sabanas, toallas, mantelerías, colchas etc. Se valoraba lo hacendosa y laboriosa de esa futura esposa en la confección y bordado de tales prendas. Acudían principalmente amigas, vecinas y familiares de ambas partes.    

    Una vez decidida la fecha, se avisaba al párroco, quien empezaba a "arreglar los papeles" propios de vicaría y obispado. A veces los contrayentes eran primos u otro parentesco y había que pedir dispensa a Roma. Se fijaban los domingos o fiestas en que se leerían desde el altar mayor las amonestaciones, en número de tres, cuya finalidad era hacer partícipe a los feligreses de tal sacramento por si tuvieran algún impedimento que impidiera su realización. El formato o formulario que el Sr. Cura empleaba en las amonestaciones era aproximadamente así:

    “Quieren contraer matrimonio, según lo manda la santa madre Iglesia de una parte... (nombres, datos de los contrayentes y de sus padres respectivos). Por todo lo cual, si alguno conoce algún canónico impedimento de consanguinidad, afinidad o espiritual parentesco, por el cual este matrimonio no pudiera ser válido o lícitamente contraído, debe manifestarlo en conciencia cuanto antes”.

    Las invitaciones para tal evento no se hacían en imprenta, como se hacen en la  actualidad, las hacían los padres de los contrayentes visitando a los elegidos  con  bastante  antelación y de viva voz.  La noche anterior al enlace pasaban los contrayentes o algún familiar para comunicar la hora exacta de la ceremonia.

    La mayoría de los enlaces se celebraban durante los meses  de agosto y septiembre, al final de la  recolección de cereales, pues con los ingresos que proporcionaba su venta había que ayudar a sufragar los cuantiosos gastos que se originaban. El número de esponsales aumentaba los años de abundantes cosechas.
    Cuando se aproximaba la hora de la ceremonia, la comitiva del novio y sus invitados partía desde su casa y se dirigía a la casa de la novia, donde aguardaba ésta con sus invitados. Desde allí, dándose el brazo la novia con el padrino y el novio con la madrina, iban a la iglesia para la  ceremonia. En las esquinas los curiosos, más bien las mujeres, aguardaban para ver el paso del cortejo nupcial.

    Una vez celebrada la ceremonia religiosa se agasajaba a los invitados, normalmente en casa de la novia, a un refresco. Allí circulaban y retornaban las bandejas con bollos, pastas y rosquillas, así como las pequeñas copas de ponche, anís o coñac. Las repartidoras tenían un centro de logística que solía ser la cocina y de allí salían para el reparto. A medida que avanzaba el agasajo aumentaba la bulla y la alegría que se manifestaba con el ¡Viva los novios¡ característico. Se usaban las mismas copas, que se llenaban  hasta rebosar cada vez que se vaciaban. Los primeros recuerdos que conservo de estas celebraciones, finales de los cincuenta, no como invitado, son referentes a la estancia de los niños y las niñas en la puerta donde se agasajaba a los invitados esperando a que nos dieran algún dulce o caramelo. Considerábamos a los invitados unos afortunados por disponer de dulces y bebida por doquier.
    La comida o banquete con todos los invitados se solía celebrar en casa de la novia. Imaginémonos, si era una boda muy concurrida de invitados, la cantidad de mesas, bancos y sillas que se necesitarían, pero para esto estaban los vecinos y parientes que aportaban el mobiliario necesario. El menú constaba de paella, carnes: pollos, cordero o ternera y arroz con leche de postre. Todo regado con el vino de la tierra. Al terminar la comida cada comensal depositaba en la mesa de los novios y en una bandeja el dinero que a modo de regalo aportaba o contribuía en esa ceremonia; posteriormente el dinero aportado se depositaba en un sobre y así dichas aportaciones eran más intimas y secretas.
    Más tarde, buscando comodidad para las familias de los padres, el banquete se celebraba en el mismo salón donde más tarde se celebraría el baile. A veces la comida era trasladada de algún restaurante de Toro que la traía en forma de “catering”. Últimamente, aparte de la ceremonia religiosa todo se celebra fuera del pueblo.

    Posteriormente comenzaba el baile, normalmente en el salón del banquete, una vez retiradas las mesas, bancos o sillas y con orquesta previamente contratada. Era un rito para los invitados varones bailar con la novia, así como las mujeres hacerlo con el novio. En los descansos que daban los músicos durante el baile, la gente más joven hacía corros y se cantaban canciones del estilo de: “Que salga usted que lo quiero ver bailar, saltar y brincar…” “Estando el señor don gato sentadito en su tejado…” “De Cataluña vengo de servir al rey…”. Se volvía a pasar bandejas con dulces, unas veces el obsequio procedía de los novios, otras veces de los padrinos.

    Dicha celebración no terminaba el día de la boda, el día después se celebraba lo que recibía el nombre de la “tornaboda”. En San Román se iba al paraje de las bodegas y allí los invitados después de haber comido, generalmente las sobras que quedaban del día principal, se hacían auténticas perrerías a los novios. Era muy común sentar a la novia encima de un cardo para que hiciese aguas menores. Esto se llamaba: “La meada de la novia”. Los novios aguantaban estoicamente tales barbaridades. Estas bromas que se hacían a los novios han ido remitiendo con el paso del tiempo.

    En la actualidad, hemos de hacer notar algo de desvinculación del sentido religioso en las bodas. Esas uniones de parejas se realizan, a veces, solamente en matrimonio civil, otras veces como “parejas de hecho”. También hemos de resaltar la gran cantidad de matrimonios disueltos por separaciones en forma de divorcio que antes no se daba con tanta asiduidad. Según un estudio del Instituto de Política Familiar: de cada 10 matrimonios que se celebran ahora en España, siete  acaban en ruptura.

    En los últimos 10 años, el número de uniones que ha optado por alejarse del casamiento, tanto religioso como civil, constituyéndose como "parejas de hecho"; esta forma de unión de parejas ha aumentado alrededor de un 200%. Situación que ha permitido el fortalecimiento de las legislaciones de las comunidades autónomas en lo concerniente a esta unión de convivencia. A nivel estatal hay un proyecto en el senado sobre "parejas de hecho" sin haber obtenido aún rango de ley.

    Ahora se buscan bodas de pequeño formato, reduciendo el número de invitados; además del tema de la crisis, que también ha influido, el cambio principal es que muchas de las parejas actuales se pagan ellas mismas la boda, mientras que antes eran los padres quienes financiaban el enlace y acababan invitando a toda la familia. 

¿Cuántas bodas se celebran al año en España?
    Cada vez se casan menos. Después de unos años en los que aumentaron los matrimonios en España, el último dato del INE nos muestra que el número de bodas disminuyó un 5,9% en el 2018. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2018 se celebraron 163.430 bodas en Españaun 5,9% menos que el año anterior. De esta forma el número de matrimonios se sitúa en 3,5 por cada 1.000 habitantes. 

¿A qué edad se casan los españoles?
    La edad media a la que se casan los españoles sigue aumentando. Así, mientras hace diez años las mujeres se casaban a los 31 años y los hombres a los 34 años, en 2018 la edad media a la que se casan las mujeres es 35 años y los hombres a los 38 años

Número de bodas civiles y por la Iglesia en España:
    En la última década también ha cambiado sustancialmente el tipo de boda elegida por los españoles. Mientras que en 2008 el número de bodas por la Iglesia igualaba a las civiles, en 2018 supusieron solo el 23,2% de los matrimonios en España. Es decir que en, el último año, 2018, se casaron por la Iglesia 37.859 matrimonios y por lo civil 122.472 matrimonios. Esta proporción aun no se deja notar en el mundo rural.





 (Datos recogidos del Instituto Nacional de Estadística) 




Vestuario de los novios:
    Los vestidos de los novios, y más concreto el de las novias, ha ido cambiando a través de los años:
    A principios del siglo XX: Los novios solían utilizar vestidos regionales para tal ceremonia, con una riqueza y calidad que les permitiera su situación económica
    En los años 40: Existía mucha diferencia en torno a la posición social de los contrayentes: Las novias de clase acomodada iban de blanco, mientras que las demás, más humildes, se casaban de oscuro o de negro.
    En los años 50: Todas las novias, tanto las de clase alta como las demás, ya vestían de color blanco. Las características de estos eventos eran la elegancia y no solo de los novios, sino también de los invitados. .
    En los años 60: La figura de la novia empezó a tener más protagonismo y comenzaron a invertir un poco más de dinero en el diseño de su vestido: vestidos de faldas amplias, pelo corto o recogido y adornado con un pomposo velo acompañado de una tiara.. Por su parte, los novios iban con traje color negro y corbata. En cuanto al número de invitados, la lista iba en aumento, se pone de moda el realizar la luna de miel a destinos mucho más alejados.
    En los años 70: El movimiento “hippie” influyó también en el vestuario de las novias. Los velos amplios siguen como tendencia, y el tul comienza a verse en muchas novias como también los zapatos de plataforma. La moda estilo campana se impone en los novios.
    En los años 80: Gracias al cine, se fueron introduciendo otras culturas en la sociedad española, en especial la norteamericana. En la década de los 80 se acrecentó el gusto por el exceso de volumen, tanto en la falda como en los hombros, creando diseños de corte princesa muy ostentosos, mediante superposiciones infinitas de tul y colas kilométricos.
    En los años 90: El sector nupcial empieza a dar un giro de 360 grados. Las bodas se celebran en diferentes localizaciones: bodas en la playa, aparición de las celebraciones civiles, hasta bodas en castillos. En el estilismo de las novias priman los velos grandes y las siluetas princesa. Las mangas de los vestidos eran voluptuosas y las hombreras se pusieron de moda tanto en hombres como en mujeres.
    En la década del 2000: En las novias no existe una tendencia marcada y los estilos variaban. El gran protagonista de esta época es el vestido con un gran escote.
    En la actualidad: La decoración tiene un papel importante y puede ir de lo más clásico a lo más moderno. Las transparencias de los vestidos y nuevas formas están presentes, los estilos, textiles, colores y temáticas son muy amplios, pasando por los trajes clásicos y elegantes a modernos, bohemios y hasta campestres. En definitiva, se ha pasado de bodas con normas y maneras muy marcadas, a celebraciones más personalizadas y originales.

viernes, 1 de noviembre de 2019

PERSONAJES DE FICCIÓN


Incoherencias




    Hoy es domingo, un día más de la semana, de estos que transcurren en la vida de un jubilado y que apenas difieren del resto de otros días. Casi no encierra connotaciones que los distinga, aparte de la asistencia a cultos religiosos para los creyentes. Hace tiempo era sólo el domingo día de descanso y de ocio de la semana, pero la lucha por los derechos de los trabajadores consiguió primero la tarde del sábado y después todo el sábado, es decir el fin de semana.

    Como un día cualquiera trato de deslizar, por la pantalla de mi ordenador, unos pensamientos y sentimientos para la edición del presente y próximo artículo en este blog: “San Román de Hornija en el tiempo”. A veces me pregunto, si la existencia de este blog aporta algo fructífero y comunicativo, o es sólo una manifestación, más o menos cultural, fruto de ese reto personal que me mueve a seguir publicando; sin embargo, me consuela que ese marcador de visitas aumenta alrededor de 600 visitas mes y artículo. Hoy me identifico visualizando y analizando pasajes de la sociedad que conocí de niño, en contraste con la que actualmente nos toca vivir, pero con algo de utopía.
    Cuando era niño -no traspasaba otros horizontes- me preguntaba cómo sería en el futuro ese San Román de Hornija, de tierra y barro, donde jugaba a ser mayor. Me hubiera gustado mirar por un agujerito y verlo.

    Cuando era joven deseaba llegar a esa madurez sobrevalorada por los adultos. Consistía en vincularse en una sociedad de rígidas normas, con un gran respeto a padres, maestros y personas mayores, aunque algunos dicen, opino equivocadamente, que sin espacio para la fantasía.

    El primer paso de madurez era tener una hipoteca: un endeudamiento que esclaviza durante algunos años a las personas, pagando casi la mitad del sueldo al banco y así poder tener una vivienda propia donde vivir. Tenemos los españoles una educación fuertemente adquisitiva, en otros países funciona más el alquiler. 

    Valorábamos mucho el modelo de adultos respetados y mediáticos que vestían aquellos trajes caros, con el tiempo supimos que a veces eran regalados, y que dedicaban el dinero público a enriquecerse.

    La madurez consistía en trabajar durante todo el día, ganar y tener más, aunque esto impida tener tiempo para convivir en familia, así como jugar con tus hijos.

    Para algunos adultos, la madurez consiste en repetir con solemnidad las palabras de Ronaldo como propias, y que ven con naturalidad los sueldos de los futbolistas mientras hay personas que pasan hambre. Para otros, la madurez consiste en sólo ver como genio a Messi, que sale entre aplausos de los juzgados, mientras, tienen dificultades económicas para desarrollar su trabajo los científicos anónimos que luchan para descubrir los secretos del cáncer.

    Los adultos observamos, sin inmutarnos, a políticos que se insultan, emplean un lenguaje soez y poco propio de oradores que deberían de tildarse de cultos. Les importa poco la estabilidad de España, así como resolver los problemas y el bienestar de los españoles. Lo importante es conseguir votos, de la manera que sea, para futuras elecciones.

    Algunas veces, pienso que todavía soy aquel niño de pantalones cortos, con balón de goma y lector de los cuentos de Roberto Alcázar, que miraba por un agujerito el porvenir de su pueblo y que aun cree que los personajillos actuales: Otegui, Rato, Bárcenas, Urdangarín, Pujol, Puigdemont, Quim Torra, “los implicados en la malversación de los "eres" de Andalucía”, los de "Púnica" y algunos más…, sólo son personajes sacados de la ficción de un cuento.

martes, 1 de octubre de 2019

La llegada del otoño



ADIÓS AL VERANO


    Hace pocos días hemos dicho adiós a otro verano, dando paso a la nueva estación del otoño. Con el otoño se inicia una de las etapas del calendario natural más activas, con profundos cambios en el paisaje y los hábitos de la fauna. La belleza de la flora vive durante los próximos tres meses su mejor momento e invitan a disfrutar de la vista a través de los colores del arte o de los paisajes otoñales.

    Ya no se oye por las calles el ruido de las maletas; de esas maletas actuales arrastradas sobre dos ruedas, más cómodas que las anteriores, aunque menos silenciosas; ahora reposarán, a la espera de otro verano. en lo alto de algún armario o en cualquier hueco de la casa hasta el año que viene, pues se acabaron las vacaciones.

    En agosto, en las grandes ciudades coge vacaciones casi todo el mundo. Pasear por el centro de la ciudad dicen que ha sido una gozada, y al hacerlo a las primeras horas de un sábado del mes de agosto, aseguran que para aquellos que buscan la tranquilidad, el sosiego se transformaba en recelo al contemplar céntricas calles casi desiertas de gentes y coches.

    En el mundo rural, véase mi pueblo, en verano ocurre una fisonomía muy distinta: aumenta considerablemente la población, escasa y cotidiana del resto del año, con la llegada de gentes que nacieron en el pueblo y sienten atracción y nostalgia por él, así como para gozar de una limitada tranquilidad y, a la vez, mitigar los intensos calores de la gran ciudad. Llegó septiembre, época de incorporación a los trabajos y colegios, y en nuestro pueblo sólo se veía de foráneos algún que otro jubilado, entre los que me encontraba. Las fiestas patronales de la Virgen y San Roque han quedado para el recuerdo, sólo queda como testimonio de ellas algún colgante de banderines en algún balcón o fachada del pueblo.

    También han regresado a la gran ciudad aquellos que se fueron a la playa. Los hombres y, en mayor medida, las mujeres se distinguen por su color de piel; por ese bronceado que han adquirido expuestas al sol en la orilla de la playa y fuera de las sombrillas playeras. El lucir hoy este moreno de piel es un signo de distinción que contrasta con la blancura de los que no han podido o no han querido –me inclino por los segundos- tostarse bajo el sol.   

    ¡Qué tiempos aquellos en los que las mujeres tenían que protegerse del sol con aquellas pamelas y pañuelos que cubrían todo la cara a excepción de los ojos! Aquél moreno de siega y rastrojo era fruto de espigar detrás de los segadores, o el obtenido en la era. En aquellos tiempos de mi niñez la blancura en el rostro de la mujer significaba el pertenecer a un estatus social superior, por el contrario, tener la piel quemada por el sol era sinónimo de hacer vida en el campo o el de pertenecer a las clases inferiores, o menos favorecidas dentro del mundo rural.

   Olvidémonos del verano y hablemos del otoño, estación que ahora vivimos. Avisa un refrán: “Que septiembre seca las fuentes o se lleva los puentes”. Este año, haciendo caso omiso a dicho refrán, algunas partes de la geografía española, especialmente en las comunidades valencianas y murcianas han sufrido grandes catástrofes e inundaciones motivadas por la “gota fría” común en esta época. Es un fenómeno atmosférico producido por un calor que en forma de bochorno toma contacto con una baja temperatura en las grandes alturas de la atmósfera. También ha ocurrido este fenómeno atmosférico en algunas zonas del interior. Aparte de las citadas inundaciones, podemos decir que este otoño, al menos en el interior, sigue proliferando la sequía como en estos últimos años.

    A principios de otoño,  con  las primeras lluvias y el olor a tierra mojada que llega desde el campo envuelto en vientos ábregos, comienza la sementera o siembra de cereales.  Antes la tierra labrantía se volteaba con arados tirados por mulas y con las manos del labrador asidas fuertemente a la mancera, apretando ésta para meter la reja lo más profundo en la tierra. Una vez preparada la tierra, el labrador con un sembrador al hombro, a paso uniforme, esparcía a voleo la simiente puntual y uniforme por la tierra, detrás, una yunta iba tapando o enterrando aquellos granos propensos a su germinación y nacimiento. La dureza de las labores campesinas ha mejorado con las modernas maquinas sembradoras, más precisas en cuanto la distribución de la simiente, y movidas por un tractor. Ese bregar del labrador de antaño se ha suavizado ostensiblemente.


    Por el otoño observamos una disminución de la intensidad del sol, que declina éste lentamente hacia el equinoccio -parte del año que el día y la noche tienen la misma duración-. Los crepúsculos adelantan los anocheceres y retrasan el primer albor de la mañana, baja el rocío con silenciosa delicadeza a posarse en pastos, vegas y viñedos.

    El otoño es época de vendimias, actividad de recoger esos frutos en sazón que licuados convenientemente honrarán al mitológico dios "Baco". Las cepas, una vez recogida la uva, anunciando la caída de su hoja, manifiestan una belleza incomparable, observándose un colorido multicolor entre verde, rojo y amarillo, digno del cuadro del mejor pintor.


domingo, 1 de septiembre de 2019

EL IBI URBANO EN SAN ROMÁN DE HORNIJA



Medidas contra la despoblación


    El pasado mes de Julio publiqué en este blog un artículo en el que señalaba algunas medidas urgentes a las que le corresponde enfrentarse la nueva Corporación Municipal salida en las pasadas elecciones municipales. Señalaba entre ellas una muy importante: “la despoblación de nuestro pueblo”. Entiendo que es un problema muy común en los pueblos de nuestra querida Castilla  y León. La excesiva mecanización ha traído consigo ese éxodo o emigración del campo hacia las grandes ciudades, no obstante, creo que nuestro Ayuntamiento podría luchar por aminorar este trasvase de población fomentando una restauración o nueva construcción de viviendas en nuestro pueblo. El pueblo que no construye o restaura viviendas camina a su despoblación. Creo que se construirían o restaurarían más viviendas disminuyendo los impuestos que generarían tales construcciones y que resumiríamos en dos:

    1º._ Eliminando todo impuesto a la licencia de obras o bajándolo a mínimos, siempre tratándose de obras relativas a vivienda y no a otro tipo de construcción.

    2º._ Bajar el tipo de gravamen sobre el valor catastral que sustenta el IBI (vulgarmente llamado contribución). Ese gravamen es el tanto por % sobre el valor catastral que aplica cada Ayuntamiento anualmente y aprueba en sesión plenaria. Lamentablemente los Ayuntamientos no pueden bajar ese valor catastral  que impone el Catastro según proyecto de obra, pero si ese tipo de gravamen.

    Si repasamos el recibo de ese IBI sobre la vivienda en San Román, nuestro pueblo, observamos que ese tipo de gravamen alcanza el 0,7 por %, siendo el máximo permitido el 0,9 %. Poseo una vivienda en Alcalá de Henares y ese tipo de gravamen es del 0,4 por %, y es aplicado a un valor catastral muy inferior al valor real de la vivienda, mientras el valor catastral de San Román es,  casi siempre, superior a su valor real, tratándose de viviendas nievas.

    Esperemos que, nuestra nueva Corporación Municipal, tome buena nota de esta grave anomalía que perjudica a todo ciudadano de San Román de Hornija que, aparte de mejorar su hábitat, está contribuyendo a la no despoblación de su pueblo. 

    Nos preocupa esos jóvenes que, teniendo su trabajo y medio de vida aquí, alquilen o adquieran vivienda familiar en pueblos próximos. Creo que falta una sensibilización de nuestro Ayuntamiento ante este problema. Podría fomentar la construcción o restauración en el pueblo promulgando ayudas, así como aminorando los impuestos antes citados.

    Resumiendo, en San Román de Hornija se paga más impuesto IBI, sobre nuestras viviendas, que en las grandes ciudades, aparte de poseer los inmuebles un valor catastral superior a su valor real, y a la vez aplicarse sobre esa cantidad un gravamen rozando el máximo establecido.
 
    “Pueblo que no construye ni restaura sus viviendas está condenado a su desaparición”.

 -Alfio Seco Mozo-

jueves, 1 de agosto de 2019

Los juegos del niño actual.



Aquellos juegos sin juguetes

 

    A veces, observo detenidamente a mis nietos mientras juegan. Se encuentran invadidos por un sin fin de juguetes, casi todos elaborados con plástico y tales trastos a los pocos días se encuentran en algún rincón de la casa sin recibir la caricia de ningún niño, ya que jugaron breves minutos y se olvidaron de la existencia de tal juguete. Eso ocurre porque en la actualidad los niños tienen de todo y apenas valoran ese determinado juguete.

    Antes apenas poseíamos juguetes, solamente caía alguno en Reyes acompañado de alguna ropa. Yo también fui niño y aun recuerdo mi último juguete de Reyes: se trataba de un pequeño caballo de cartón, de más o menos un palmo, que se sustentaba sobre una base de tabla y se movía sobre cuatro ruedas de hojalata. Estuvo encima de un armario mucho tiempo como un gran tesoro que reflejaba los años de mi niñez. Más tarde jugaron con él mis  sobrinas y no se supo nada de la desaparición de aquel corcel.

    El resto del año improvisábamos juguetes de distintas formas y maneras pero siempre aprovechando material que encontrábamos en nuestro entorno. Me acuerdo de los siguientes:

    El camión: Con alguna caja de zapatos a la que poníamos ruedas de cartón y nos imaginábamos que era un gran camión.

    El taco: Hacíamos “tacos” que disparaban corchos o bolitas de estopa. Gracias a un tronco de higuera al que el herrero nos hacía una perforación por el conducto de la savia con ayuda de un hierro bien caliente, luego con otro palo, utilizando la navaja, fabricábamos un manillar o percutor que hacíamos pasar por el taco presionándolo, gracias a la presión del aire, uno de los tapones de sus extremos salía proyectado a determinados objetivos

    Barcos: Con ayuda también de la navaja, y con trozos de corteza de pino confeccionábamos nuestros barcos que flotábamos en las orillas de nuestro Hornija.

    Espadas: Con algún recorte de listón, adquirido o pedido al carretero, y luego, con la navaja y mucha paciencia, íbamos dándole forma hasta conseguir aquello que queríamos. Así, a las espadas se les afilaba la punta cuanto más mejor –qué error- y sobre todo se las adornaba con pintura su cruz y empuñadura.

    El tirador: Le hacíamos con un palo en forma de horquilla, dos gomas elásticas, de igual longitud, y una caja de badana portadora de proyectiles, casi siempre chinas. Con éste arma arrojadiza conseguíamos objetivos poco pacíficos y menos naturalistas.

    Los “santos”: Coleccionábamos la imagen que venía en la cara principal de las cajas de cerillas y con ellos jugábamos “al monte”, que consistía en soltarlos, de uno en uno, desde una determinada altura de una pared y ganaba el que conseguía mas santos montados. También con santos jugábamos a la “pitusa”, así como intentar sacarlos de un círculo con ayuda de un tacón de goma de  zapato. Poseer sellos era tener un gran tesoro y su adquisición no era actividad fácil ya que las cerillas se empleaban una, o más dos, en cada casa al día para el encendido de la lumbre; claro que teníamos el recurso de pedírselo a nuestras vecinas, a cambio de algún recado que las hacíamos.

    Las vejigas: En las matanzas improvisábamos un partido de fútbol empleando como balones el inflado de las vejigas de los cerdos sacrificados, previamente lavadas por nuestras madres a la hora de las tripas. Claro está, que este juego era puntual y de un día al año, el día de la matanza.

    Así, y con algún juego más no recordado, realizábamos nuestros propios  juguetes, que valorábamos mucho más por ser de nuestra creación y fruto de nuestra imaginación y fantasía. ¡Ah!, y que nunca arrinconábamos por carecer de otros.

    Aquellos juguetes comprados, casi siempre, eran de cartón, de madera y hasta de plomo como aquellos ejércitos compuestos por “soldaditos del mismo nombre”. Nunca había juguetes de plástico, aunque  existía dicho material no se comercializaba en España,  y tal escasez hacía que fuese supervalorado y muy estimado por los españoles. Las primeras manifestaciones del plástico en nuestro país eran bajo el formato que llamábamos “prexiglas”. Aun recuerdo la llegada de cumplir la mili en Melilla de un primo mayor. Éste trajo, con buen acierto,  como regalo a sus tías un vaso de “prexiglas”. Aquellas quedaron encantadas y muy satisfechas de dicho regalo, ya que desde entonces poseían un vaso de material irrompible. Ahora ¡Como cambian los tiempos! el plástico, en sus distintas formas, es por el contrario, repudiado por la actual sociedad como causante de grandes males ecológicos, dado su carácter de indestructible.

    En la actualidad ha entrado de lleno el juguete electrónico en el mundo infantil a través de: ordenadores, videojuegos, tables, Play Station,  etc. con muchos detractores al respecto, aunque creo que con moderación no son tan dañinos como los anteriores creen. Lo importante es una dosificación de ellos por parte de los padres para que no creen una dependencia total en el niño.
 

lunes, 1 de julio de 2019

Llegó otro verano.


Verano de 2019.

     Hemos comenzado otro verano y con él la estación demás intenso calor al año. La pasada primavera nos ha deparado alguna semana de calor aunque se ha caracterizado por temperaturas más bien frescas, pero con una escasez casi total de lluvias. Nuestros campos de secano al verse sometidos a tal continencia de agua auguran una mala cosecha.

    Ese verano tiene algo de especial: ha comenzado a gobernar la nueva Corporación Municipal elegida en las pasadas elecciones del mes de mayo, cargados de juventud y con nuevos proyectos e ilusiones que veremos reflejados a lo largo de estos 4 años. Que todo sea por unos buenos servicios que hagan mejorar la calidad de vida de los sanromaniegos.
    Son muchas las mejoras que se pueden hacer en San Román, pero las más urgentes podrían ser las siguientes:

1 .Tomar medidas para combatir y resolver ese gran problema del mundo rural que es su despoblación y que nos afecta considerablemente. A veces recorro mentalmente las calles de mi pueblo en algunas noches de insomnio, los jubilados dormimos poco ya que no quemamos esas energías recuperables por el sueño,  y me paro en las viviendas que conocí y hago un listado de las personas que vivían en ellas. Otras veces, ocupo los bares que frecuentaba con los clientes que eran asiduos a sus copas y sus partidas y que ya han abandonado para siempre barra y mesa. Pienso que dichos bares carecen de asientos para acomodar a tantos conocidos, hoy ausentes. Lo que más tristeza me produce de este imaginario recorrido no es lo inevitable, que está asumido, sino la ausencia que dejan los que se van. Las casas que fueron en tiempos pasados hervidero de vida están hoy cerradas o derruidas. En una palabra, no ha habido nuevos moradores para esas casas. En nuestros tiempos, nos juntábamos un centenar de niños y otro de niñas que llenábamos las cuatro escuelas. La escuela tiene en su interior una esperanza de futuro, por lo tanto sería muy lamentable la total desaparición de ellas en nuestro pueblo. Ahora la población de San Román ha quedado reducida a una cuarta parte de la que tenía en nuestra niñez, observándose muy bajo el índice de natalidad anual.

    Termino de leer la excelente novela de Julio Llamazares titulada: “La lluvia  amarilla” No quiero pensar en alguien de San Román que, en un futuro no lejano, sea otro protagonista de los monólogos del último habitante de aquel pueblo abandonado que trata la novela, y que en una mezcla de frenesí y sensatez evoque en un pueblo vacío y despoblado la historia de sus habitantes, sin niños jugando en la nieve, pero con remolinos y polvaredas removiendo las puertas desvencijadas de las antiguas casas abandonadas.

    2. Otro problema que han de resolver es la conducción de agua y alcantarillado de todo el pueblo, ya que la instalación anterior ha quedado obsoleta y propensa a averías diarias. Obra iniciada por ayuntamiento saliente, por sorpresa, en los últimos días de su mandato. 

    3. La  limpieza de nuestro entrañable y olvidado arroyo Hornija. Su estado actual es un foco infeccioso para los sanromaniegos. Alguien me comentaba el pasado verano que no es viable su limpieza por respeto a la fauna que actualmente reside en dicho río. Creo que hay que ser un poco ilusos para dar crédito a tal bulo. Su limpieza traería una mejor conducción de agua y mejoraría considerablemente el ecosistema de su pequeño cauce, así como su fauna fluvial, rica en otros tiempos de peces cangrejos etc. Comprendemos que vienen años con escasez de lluvias, como  consecuencia del cambio climático, pero sabemos que existen concesiones de agua, a través de su curso, muy antiguas y que no tiene razón su existencia en la actualidad. Creo que merecería la pena, ya que somos los más afectados, promover una reunión entre todos los alcaldes de los pueblos que baña este río –desde La Mudarra hasta San Román- y, ante la presencia de la Confederación Hidrográfica del Duero, tratar de resolver el derecho  a que este río, comunero por excelencia, tenga una corriente  continua de agua, característica principal de todo río o arroyo.

    Y así, los ausentes del pueblo pero nacidos en él volvemos al lugar que nos vio nacer buscando nuestras raíces, vivencias infantiles, recuerdos de nuestros antepasados; hecho que suele ocurrir cada verano. Y es que, amigos, querámoslo o no, llevamos marcadas  las  huellas de un pasado que fluye en cada uno de nosotros.

    El amor a nuestro pueblo es una atracción habitual que afecta a las gentes con sentimientos, circunstancia que se acentúa cada vez que volvemos al pueblo y abrimos las casas en esta época estival, aunque nunca tantas y tan concurridas como lo estuvieron abiertas en tiempos lejanos.

    Hoy estamos más sobrados de todo, en cambio, añoramos aquel pasado irrepetible que no volverá nunca, como tampoco lo harán tantas personas, familiares y amigos, que muy a nuestro pesar se fueron sin viaje de vuelta. Todavía estamos aquí presentes para vivir esta añoranza común que se traduce en cariño a lo nuestro, virtudes y defectos, que de todo hay en este pueblo, a pesar de los pesares, donde nos tocó nacer, vivir niñez y juventud, y del que  nos sentimos orgullosos, y nos permitimos, a Dios gracias, el lujo de volvernos a ver en lugares tan agradables para la vida en convivencia como: nuestras bodegas, los bares y terrazas, nuestra piscina, etc., gracias al milagro anual del reencuentro.

sábado, 1 de junio de 2019

La Nostalgia



Los recuerdos tejen lo que somos


    En sentido literal, la nostalgia, palabra que proviene de los términos griegos nostos ='regreso', 'volver a casa'algos ='dolor', es el sufrimiento causado por el deseo incumplido de retornar al hogar.
    La nostalgia surge al escuchar una canción de nuestra época, el recuerdo del lugar donde pasamos la niñez, observar una fotografía antigua de nuestra vida o encontrar un viejo amigo de nuestra infancia. Representa un acercamiento entre lo que fuimos y lo que somos, manifestándose en nosotros una sensación de que nuestra vida ha tomado unos caminos, repletos de emociones y experiencias, unas veces positivas y otras negativas. En una palabra la nostalgia es un sentimiento que nos hace vivir.
    El sentimiento nostálgico se sustenta a través de la memoria y de la imaginación. Surge para recordarnos que tenemos un pasado. El presente coexiste con el pasado. El lugar en cual nos encontramos se confronta con el lugar en donde estuvimos en otros tiempos, el yo de hoy se confronta con el yo de ayer. Esa conexión entre pasado y presente es lo que motivo la creación de este blog, fortalecido por esa nostalgia del que vive distante de donde nació y tuvo sus primeras vivencias, experiencias y recuerdos, algunos ya muy frágiles, pero que dejaron una huella.  
    Por la nostalgia no quiere decir que debemos quedar pegados a los recuerdos de manera pasiva, sino, que podemos recurrir a ellos, y así, enriquecer y dar un nuevo sentido a la realidad de todos los días.
    Hemos de tener en cuenta que los seres humanos pensamos y actuamos de manera diferente ante los grandes acontecimientos de la vida, hay caracteres más dispuestos a la nostalgia que otros. Existen dos tipos de comportamientos entre el partir de los emigrantes del determinado lugar donde nacieron. Imaginemos, por ejemplo, que partieron de sus orígenes en tren: unos al marcharse miraban solo hacia delante por la ventanilla de aquella máquina de vapor que les trasladaba en dirección a nuevos horizontes, y, por el contrario, hay otros  emigrantes que miraban a través de la ventanilla, pero hacia atrás, estos prefieren ver el paisaje original que poco a poco desaparece y se desvanece de sus vistas y de su vida. Yo represento y me siento más identificado con la segunda opción, a los emigrantes que miran hacia atrás para no desarraigarme de mis orígenes. Dejé atrás mi tierra natal para transitar los primeros años de maestro por tierras gaditanas, andaluzas; gentes con otra mentalidad y carácter muy distinto al que conocía de mi austera tierra castellana, pero,  a pesar de todo, supe sintonizar en el medio educativo, ya que la educación y formación en valores es común y universal para toda diversidad de gentes. Más tarde, por “nostalgia” concurse a nuevo destino, atraído por otras tierras más cercanas a mi tierra, aunque no tan próximas al lugar que me vio nacer, a tierras madrileñas: Alcalá de Henares, donde ha transcurrido casi toda mi vida profesional y familiar, hasta llegar a mi jubilación que disfruto desde hace 15 años. Alcalá me acogió a mí y a mi familia, es por lo que, como gesto de gratitud la amo intensamente, aunque la nostalgia siempre me lleva a otros lugares, a aquellos sentimientos y vivencias de mi niñez, a aquellas tierras de la posguerra, con tantas dificultades, donde nací y vivieron mis padres. Aquellas vivencias infantiles siempre dejaron una fuerte huella difícil de olvidar. La nostalgia es indispensable para mí, y la defino como el arte que realiza los sueños, revive y me identifica con el pasado y convoca a los seres queridos ya ausentes.
    Al recordar nos sumergimos en el pasado, y necesariamente miramos hacia atrás; pero, esta mirada distante no perjudica nuestro presente, ni tampoco nuestro mañana. Apreciar el ayer no significa quedar encadenados a la sombra de un pasado que se interpone en el camino y no nos permite avanzar. La nostalgia es un sentimiento y como tal no debe renunciar al presente ni al futuro. No todos nostálgicos piensan que: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”, tal vez, casi siempre, fue más difícil y duro, pero impregnado de unos sentimientos y vivencias que dejaron huella y el tiempo no puede borrar.