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miércoles, 15 de diciembre de 2021

VIVIR

 

 El viaje de la vida

 


Quizás sea un problema tener mucho donde elegir, pero uno necesita tener opciones, cuando voy por la calle siento eso, un montón de posibilidades, cosas que veo de las que no sé nada pero que están ahí, esperándome, como una oportunidad. Coger de aquí y de allí. La vida está hecha de retales que componen la pieza.

Las cosas importantes dependen de instantes intrascendentes, una mirada, un gesto, estar en un sitio concreto a una determinada hora, un día exacto.

Un hola, un adiós, decir la palabra exacta en el momento en el que hay que decirla y tu vida cambia, en un ¡zas!, en un instante y dejas de ser el que podías haber sido para ser otro, varían tus costumbres, los bares donde vas, lo que comes, los viajes que hagas, las personas con las que te relacionas, los libros que leas, hasta tus hijos sufrirán esa influencia.

Un buen profesor influye en que elijas letras o números. Un buen maestro de lengua deja en ti, para siempre, una huella, estímulo o atracción para saborear la lectura, esa comunicación tan grata con distintos autores y personajes por ellos creados.

    La vida se asemeja a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros. Al nacer, emprendes el viaje llorando y luego nunca deseas que termine ese viaje, te aferras a todos los recursos para hacer más largo ese viaje: Nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, creemos que siempre viajarán a nuestro lado, pero en alguna estación ellos se bajarán; nos dejan seguir el viaje, de pronto nos encontraremos sin su compañía y su amor irremplazable.

Algunos abordarán el tren para realizar un simple paseo, otros más, vivirán momentos de oscuridad o tristeza durante su viaje, y siempre encontraremos a quienes estén dispuestos para ayudar a los más necesitados. el viaje continúa, lleno de desafíos, retos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas… ¡Ah! y pasiones. La vida sin pasiones es mera supervivencia.

Tratemos de tener una buena relación con todos los pasajeros, busquemos lo que cada uno de ellos tiene para ofrecer. Cada una de esas personas dejan algo en tu corazón, que recordarás a lo largo de ese hermoso viaje

El gran misterio enigmático para todos, es que jamás sabremos en que estación nos tocará descender, tampoco donde bajarán nuestros compañeros de viaje, incluso de quien viaja sentado a nuestro lado.

A veces pienso en el momento que me toque bajar del tren, ¿quizá sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia?, será doloroso y triste separarme de mis hijos dejándolos que sigan solos, de mis amigos y compañeros de viaje.. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, tendré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje.

Hagamos que nuestro viaje en este tren tenga significado, que haya valido la pena, “vivamos de manera que cuando llegue el momento de descender, nuestro asiento vacío deje lindos recuerdos a quienes continúan su viaje en el tren de la vida”.


      Seguimos viajando y viviendo sin conocer nuestra parada final, y llega otra Navidad, es por lo que, desde este humilde blog, aprovecho para desearos a todos los que nos visitáis: “Feliz Navidad” y un 2022 cargado de salud y felicidad ¡ah! y con muchas ganas de seguir viviendo, viajando en este tren que es nuestra vida y dando sentido a ese viaje.

 

 

¡FELIZ NAVIDAD!





jueves, 1 de noviembre de 2018

DÍA DE TODOS LOS SANTOS

El misterio de la muerte


    Otro año más, al comenzar el mes de Noviembre, nos acercamos a ese recuerdo de nuestros familiares y amigos ya fallecidos, así como el pensar en la muerte, que por mucho que se intente esquivar, siempre sale airosa, jamás falta a su cita en nuestro último viaje. Ninguna cultura ha enseñado al hombre a ser “lo que fundamentalmente es: mortal”. Se trata probablemente del más arduo de los aprendizajes, religiones y filosofías se han esforzado durante siglos para lograr un correcto “arte de morir”; pero el arte de morir siempre será una asignatura pendiente. Pensamos que ningún mortal aprende a morir, la muerte no se ensaya. Nadie cree en su propia muerte, incluso nadie recuerda que tiene que morir –especialmente en la juventud- y es la verdad más auténtica y palpable.

    Desde siempre, el hombre ha dado culto a la muerte, ya en tiempos remotos, gentes que vivían en cuevas, chozas de tierra o míseras cabañas de paja se esforzaban en construir verdaderos monumentos funerarios. Emplearon antes la piedra para las sepulturas que para sus moradas cotidianas.

    Para mí, ya con 75 años de vida, es de primordial importancia pensar en mi propia muerte, porque creo que para vivir con autenticidad debemos de asumir la realidad del morir. Debemos interiorizar este proceso y no en el sentido de pensar simplemente que vamos a morir, hay que tomar conciencia del hecho de que todas las cosas en la vida no son definitivas y no debemos aferrarnos a ellas. La verdad de las cosas finitas es su final y la muerte es el inicio del más arriesgado, inquietante y sorprendente de todos los viajes. Pienso que el morir es dejar un sitio a los que más tarde vendrán, como han hecho nuestros antepasados, es nuestro último ejercicio de entrega, renuncia y cesión con humildad.

    Como personas racionales debemos comprendernos a nosotros mismos y tomar conciencia de nuestra finitud a fin de determinar nuestras acciones. Todo lo nuestro está encaminado a la extinción. Desde que vinimos al mundo, como en una especie de paradoja, estamos aquí para morir. Es una posibilidad sin escapatoria y después de eso no hay más posibilidades, pues nunca nos daremos cuenta de nuestra muerte en sí; solamente presenciaremos la de otros.

    El cristianismo, une de manera indisoluble, la muerte a la resurrección. Desde el punto de vista cristiano la muerte asume un significado profundo y trascendente. No nos habla solo de despojos acumulados en los cementerios, la muerte nos abre un nuevo horizonte, nos pone “cara a cara” con Dios.

    Así le canta Pablo Neruda a la muerte. Este poema me entristece, al mismo tiempo que me atrae por su cruda belleza.


Sólo la muerte

Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.

Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.

La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.



viernes, 14 de enero de 2011

Un tractorista de San Román de Hornija realizó un avistamiento de un ovni en Villaester

Emiliano Velasco Báez avistó un ovni en Villaester"

    No podemos olvidar en este blog de “San Román en el tiempo” un hecho que acaeció el 16 de Julio de 1975 a nuestro paisano (q.e.p.d.) Emiliano Velasco Báez: Arando, con un tractor la parcela nº 21 en Villaester, observa un objeto extraño que le rodea y hasta emite un disparo al cristal de su cabina.
    Imagínense ante hecho tan singular y con garra de buen titular: “Un tractorista de San Román de Hornija es disparado en la cabina de su tractor por un ovni”. Periodistas, cadenas de radio y televisión se afanan por San Román y Villaester al hacerse eco de la noticia.

    No tenemos conocimientos en materia de ovnis para creer en su existencia ni para manifestarnos escépticos ante dicho fenómeno. Este hecho ocurrió en San Román de Hornija, nuestro pueblo, y como tal tratamos de relatarlo. Emiliano, desde que le ocurre tal fenómeno de avistamiento no levanta cabeza, su salud se empeora, día a día, y fallece el 7 de junio del año 1977.

    Este avistamiento queda reflejado en forma de relato por J.J. Benítez, en uno de sus primeros libros como escritor: “100.000 KILÓMETROS TRAS LOS OVNIS”. Hoy, todos sabemos, se ha convertido en uno de los escritores españoles contemporáneos más leído. Sirva como ejemplo entre sus novelas "best-seller": Caballo de Troya (obra que consta de ocho libros publicados, de una serie esperada de nueve). Agradecemos su colaboración y autorización para transcribir parte del capítulo VIII, que es el relativo al avistamiento de Emiliano. Me ha manifestado que desconocía el fallecimiento de Emilano, pidiéndome información sobre su muerte.

    Muchas veces, la mente humana, por alucinación, es capaz de elaborar imágenes e ilusiones falsas. pero creo que este no es el caso de Emiliano. J.J. Benítez visitó la parcela del avistamiento con Emiliano y da testimonio en su relato de que en una parte de ella, durante los días posteriores al avistamiento, el tractor John Deere, sin intervención del conductor, al paso por una determinada zona de la parcela eleva sus revoluciones y aceleración considerablemente. Este testimonio trata de afianzar la credibilidad de dicho avistamiento.


    Así mismo, agradecemos a sus vecinos José y Rosa por la información y colaboración que han prestado para la realización del presente artículo. Tratamos de relatar este fenómeno enigmático y a la vez honrar la memoria a Emiliano Velasco Báez (q.e.p.d.).










(Video procedente de YouTube, que trata sobre dicho avistamiento y emitido por Cuatro televisión en el programa: "Cuarto Milenio" ) 

(La siguiente transcripción se ha realizado del capítulo VIII del libro de J.J. Benítez cuyo título es: "100.000 Kilómetros tras los ovnis")





    «Disparo» a un tractorista de Valladolid. - Prueba de balística en el convento de Arcas Reales. - «Exatraterrestres o enviados». - Entrevista con el dominico Antonio Felices.

    La verdad es que Emiliano Velasco Báez estaba muy cambiado a fe de sus amigos y parientes, desde aquella tarde del 16 de julio de 1975.
    Había perdido peso. Y apetito, cosa extraña en un agricultor como Emiliano, hombre robusto y hecho a las diez y hasta las doce horas de trabajo en el campo.
  Su oído izquierdo había experimentado también en aquellos días que siguieron a su alucinante aventura una sensible disminución de la capacidad auditiva. Necesitaba gafas de sol y su estado -al      menos      en aquellas fechas- era una constante excitación.
    -Él no era así - me comentaría la mujer de Emiliano en una de mis largas entrevistas con el campesino de San Román de la Hornija-. Ha sido siempre un hombre sano. Con ganas para el trabajo. Ahora está decaído. Incluso le están inyectando ...
    En este constante peregrinar mío tras los ovnis pude localizar a Velasco Báez en su casa de la referida población de San Román, una serena villa de varios cientos de castellanos nobles y hospitalarios, a pocos más de 50 Kilómetros de Valladolid
Emiliano «estaba con la baja». De ahí que tuviéramos más tiempo para el buen campesino de 49 años -al igual que me ha sucedido en otros muchos casos- no terminaba de entender por qué yo había hecho un viaje desde Bilbao para conocer su extraña aventura.
    Pero fue del todo amable. A pesar de las numerosas entrevistas que había tenido que soportar hasta ese momento, a pesar las declaraciones a la Guardia Civil, Televisión etc. Emiliano me acogió con cariño.
    Pues bien, los hechos -según el relato realizado por el agricultor- tuvieron lugar en la denominada parcela 21 de la finca propiedad de Ángeles de la Peña, viuda de Gómez Olea. Dicha finca se encuentra en el término de Pedrosa del Rey, a escasos kilómetros del hogar de Emiliano.
    Horas después de mi primera entrevista con el campesino pude compañarle hasta dicha parcela, comprobando por mi mismo lo aislado del terreno. Después de abandonar la carretera general Valladolid - Toro fue preciso adentrarse por un sendero que serpenteaba entre la interminable planicie vallisoletana, salpicada tan sólo aquí y allá por familias enteras de perdices.
    En realidad, nadie podía ver desde la citada carretera el tractor que manejaba Emiliano Velasco en mitad de la parcela número 21.
Estaba, como siempre, absolutamente solo.
  - Serían las siete de la tarde. Yo me encontraba todavía arando con el tractor. Iba, como es lógico, pendiente de los surcos cuando escuché un ruido muy raro, distinto al que hace normalmente el tractor. Por un momento pensé que se había averiado y me preocupé.
    «Quizá sea una tubería rota», pensé.
»Pero no. Aquel ruido era como un zumbido: Un «moscardoneo» muy intenso. Seguí arando, pero preocupado por lo que yo entonces consideré un cambio en el ruido del motor del John Deere. Aquella preocupación era del todo lógica en Emiliano, agricultor asalariado y que tenía la obligación de responder ante los propietarios de la finca del material empleado en las faenas. - Y en estos pensamientos estaba cuando, casi al punto de llegar al borde de la parcela y de detener el tractor para averiguar lo qie sucedía, me encontré de cara con aquel aparato ...... »Estaba a unos veinte metros. Y parecía flotar a unos cincuenta o setenta centímetros del suelo. Daba la sensación de que quería subir y la tierra lo atraía. Y empezó a dar vueltas en torno al tractor .Yo me dije a mí mismo: «¡Anda, qué aparato tan raro! ¿Qué hará por aquí?»
    - »No había pasado ni un minuto y el objeto aquel había dado ya una vuelta completa alrededor mío. No sabía que hacer ... Estaba solo. Seguí hasta el final de la pieza y di la vuelta, a fin de completar el siguiente surco. Pero aquello» seguía dando vueltas y vueltas a mi alrededor y siempre con aquel zumbido que llegó, incluso, a apagar el ruido del tractor.
    » Yo no le perdía ojo. No las tenía todas conmigo.
    Pero, ¿quién será? -me preguntaba- ¿Y qué diablos querrá?
    »A eso de la segunda vuelta empecé ya a sentir recelo y un no sé qué ...
    »El aparato había empezado a acercarse. Quizá en aquella segunda vuelta, llegó a estar a unos diez metros.
    No pude contenerme y le interrumpí:
Supongo que ya se habría bajado usted del tractor…
    -¡Oh, no! - respondió Emiliano con extrañeza - ¿Por qué iba a hacerlo? Yo no tenía miedo ... , entonces.
    »Además, debía terminar la faena. Y seguí arando como le digo. Eso sí, un poco inquieto y extrañado. Después de todo, aquel aparato Pedí entonces a Emiliano que -sin prisas, con todo lujo de detalles-dibujara el objeto. Y tomando un lápiz entre sus manos gruesas y encallecidas comentó al tiempo que intentaba aquella no menos difícil aventura del dibujo:
    - Era como un bote de conservas. Como un cilindro con un sombrero inclinado en la parte de arriba. Y un soporte en forma de «v» por debajo.
    En mitad del cilindro aquel vi también una especie de «cincho» que rodeaba todo el aparato. Tenía dos ventanillas. Una de ellas era como una puerta. Parecían ligeramente hundidas en la parte del cilindro.
    Era fácil para Emiliano recordar todos aquellos detalles. Al fin de cuentas había estado más de treinta minutos observando el ovni. Media hora larga en la que el objeto, por supuesto, también había estado «espiando» al tractorista y a su máquina. La osadía del enigmático aparato llegó a tal extremo que Emiliano vio cómo se acercaba a poco más de tres metros de su tractor.
    - Así fue -continuó el campesino-. A cada vuelta que daba en torno mío se acercaba un poco más. Y siempre con aquel zumbido penetrante.
    -¿Llegó a detenerse el motor del tractor?
    - No. Siguió su marcha. Pero el zumbido de aquel «chisme» era tan intenso que terminé por no escuchar el ruido del John Deere.
    La parcela donde yo araba tiene unos cuatrocientos metros por otros cuatrocientos. Pues bien, fíjese. En los veinticinco o treinta minutos que estuve viéndolo no dejó de girar a mi alrededor. Yo creo que daría más de treinta vueltas. Y siempre acercándose y como «flotando» a poco más de medio metro de los terrones ...
    Cuando acompañé a Emiliano Velasco hasta la parcela 21 pude verificar -reloj en mano- que, en efecto, el tiempo invertido por el tractor, en marcha de arada, para los cuatrocientos metros era de unos veinte minutos. Pero sigamos con esta primera entrevista celebrada en San Román de la Hornija.
    -…Yo noté entonces que el tractor empezaba a perder potencia. No andaba bien. A pesar de mis esfuerzos iba a paso de tortuga.
-Pero, no comprendo. ¿Es que usted seguía arando?
    -Sí, claro. Aunque ya había empezado a asustarme. Allí pasaba algo que yo no entendía. El tractor no funcionaba bien desde que aquel aparato había empezado a aproximarse ...
    »AI cabo de unas cuantas vueltas, el aparato me deslumbró.
Interrogué al tractorista sobre este último hecho. Y respondió así:
    -Al dar una de las vueltas alrededor del tractor, y cuando se encontraba precisamente frente a mí, despidió una luz clara y muy fuerte que me cegó.
    -¿De dónde salió aquel «fogonazo»?
-Cuando yo recibí el golpe de luz en el parabrisas del tractor se iluminaron las dos ventanillas y el «cincho». Pero no sé realmente si salió de allí.
  Aquellas «ventanillas» -en opinión del campesino- no tendrían más de medio metro de lado.
    -Lo tuve tan cerca -continuó- que casi pude tocarlo. En la parte de arriba llevaba como un «sombrero» que sobresalía del resto del «bote». De allí salían muchas «antenas». Una, más larga que las otras.
    -¿Las contó?
    -No se me ocurrió. Pero había: unas cuantas. Estaban distribuidas como en abanico, a uno y otro lado de la más larga.
     señalando el tosco pero completo dibujo que acababa de hacerme Emiliano me interesé por las dimensiones del ovni.
    -….Quizá unos dos metros y medio o tres de altura por otros dos y medio de ancho. Desde luego era más grande que mi tractor.
    El John Deere que manejaba en aquellos instantes el vecino de San Román de la Hornija era, por supuesto, una máquina de grandes proporciones.
    También le interrogué sobre el color del objeto. Y el agricultor respondió tajante:
    -¿Usted ha visto el aluminio? Pues más brillante. Digo yo que la luz del sol también influiría lo suyo. En aquellos instantes -las siete y pico- todavía no se había puesto.
    No pude encontrar la menor contradicción en el relato de Emiliano Velasco Báez. Cada vez que -solapadamente- le planteaba idénticas preguntas, el hombre, cargado de buena voluntad, respondía con precisión. Sin contradicciones. Ninguna de las clásicas «trampas» dio resultado. Y eso era buena señal. Pero había más, mucho más en el espectacular avistamiento del honrado vallisoletano.
    -El caso es que el aparato siguió a mi alrededor. En ningún momento se detuvo ...
-¿Y usted?
    - Yo, después de aquel primer «fogonazo», sólo tenía ganas de llegar al final de la parcela para levantar los arados y salir pitando hacia casa.
    -¿Y por qué no lo hizo en ese mismo momento?
    -Ya le digo que no sentía miedo. Además, en ese terreno, repleto de piedras, las cuchillas se habrían destrozado….
    Sin embargo, y a pesar de su entereza, Emiliano iba a terminar por sentir miedo. más que miedo, pánico. Veamos por qué.
    -Cuando me faltaban sólo unos metros para alcanzar el final de la parcela y concluir así aquel surco, el objeto -que estaba más cerca que nunca- volvió a deslumbrarme. Esta vez, por la parte de atrás. Fue entonces cuando escuché un silbido y el cristal izquierdo quedó perforado.
    -¿Sintió alguna detonación?
    -No lo sé. El zumbido seguía allí, pegajoso, llenándolo todo. Sólo recuerdo el silbido.
    »Al ver la rotura del cristal, el miedo me dominó. Levanté los arados y aceleré, saliendo al sendero. Al verme de nuevo en el camino y observar que el tractor recuperaba su potencia normal lo puse a todo gas. En realidad -lo confieso- huía como un loco. Y no paré hasta la finca. Ni siquiera me volví a mirar. Yo corría, dando tumbos y tratando de poner tierra por medio.
    Algún tiempo después, cuando acompañé a Velasco en el interior de la cabina del John Deere hasta la parcela 21, comprendí lo cerca que había estado el agricultor de un serio percance por aquel sinuoso y abrupto sendero. A una marcha lenta y sosegada, como llevábamos entonces, mis dificultades para conservar el equilibrio en el interior del tractor fueron constantes.
    Pero, ¿qué es lo que había ocurrido? ¿Es que el ovni había disparado realmente contra el campesino?
    Al día siguiente iba a tener la oportunidad de ver con mis propios ojos que aquel orificio no podía haber sido hecho por una bala convencional. Al menos, por un proyectil reconocido por el hombre.
    Pero sigamos con la dramática huida del campesino.
    Emiliano llegó al caserío -situado en Villaester de Abajo, al pie de la carretera general- blanco como la pared. Demudado. Muy nervioso.
    Relató a los propietarios de la finca lo que acababa de vivir -o sufrir- en la parcela donde trabajaba y aquellos sabedores de la honradez y seriedad del encargado de sus tierras, le creyeron.
  Recuerdo una conversación telefónica sostenida con uno de los familiares de la propietaria, días antes de llevar a cabo esta investigación. Cuando pregunté por el testigo mi interlocutor no dudó:
    -«Emiliano es un hombre serio. Y no cabe la duda de que ha visto algo que le asustó ... »
Aquello pude ratificarlo, como digo, personalmente. A lo largo de mis viajes tras los ovnis he encontrado siempre gente que carece de información sobre el fenómeno y que, además, desconfía de la realidad de los ovnis «porque dicen- siempre son campesinos o gente sin cultura los que dicen haberlos visto». Y yo, siempre, les respondo lo mismo:
    «Querido señor, aparte de su casi absoluta falta de, formación sobre el tema, observo que no conoce bien a los hombres del campo o del mar. Puedo asegurarle que a mi personalmente, me inspiran más confianza estas personas sencillas y sin dobleces que los retorcidos hombres de ciudad.»
    Lentamente. Muy poco a poco, yo había conseguido ir ganándome la confianza de Emiliano y de sus familiares, que asistían atentos a nuestra larga conversación.
Era aquel un punto importante en toda investigación. Y yo no tenía el menor deseo de desaprovecharlo.
    Pero quedaban todavía algunos cabos por atar en aquel interesante caso. Y proseguí las preguntas:
  -¿A qué hora solía dejar el trabajo habitualmente?
    -Hacia las ocho u ocho y media de la tarde. Aquel día, sin embargo, no pude ¡Figúrese cómo llegaría yo al caserío que casi me tuvieron que bajar del tractor ... !
    El hecho fue puesto en conocimiento de la Guardia Civil. Y al día siguiente -algo más calmado ya-, Emiliano acompañó hasta la parcela 21 a un teniente y a un cabo del puesto de La Mota del Marqués, que procedieron a los análisis pertinentes. Allí mismo, los miembros de la Benemérita examinaron el cristal que había sido perforado y que todavía se encontraba en su lugar. El vidrio presentaba un orificio de, unos cinco milímetros de diámetro y prácticamente, sin las típicas fisuras radiales que aparecen siempre que se agujerea un cristal. ¿Qué había podido provocar aquel diminuto y casi limpio orificio?
    Los del hipotético proyectil fueron buscados por la Guardia Civil en el lugar de los hechos, pero los resultados fueron negativos. Allí mismo se procedió a desmontar el cristal, a fin de llevar a efecto las comprobaciones precisas.
    A juzgar por el primer análisis realizado sobre el cristal, el cuerpo, rayo o elemento que produjo la perforación tuvo que penetrar por la parte trasera de la cabina del tractor, justo por debajo del brazo izquierdo de Emiliano, que en ese instante conducía con dicho brazo apoyado sobre el guardabarros. Según comprobé, el hueco que quedaba entre el cuerpo del agricultor y la pared del tractor -por debajo del brazo- era muy reducido, exigiéndose por tanto una gran precisión en el supuesto «disparo». El cristal en cuestión -que se utiliza para vigilar la rueda delantera correspondiente- se encuentra en estos tractores verdaderamente «escondido», al menos para un observador situado a la espalda del tractorista. El menor fallo, por tanto, a la hora de efectuar el supuesto «disparo» habría herido sin duda al campesino.
    Al proceder a desmontar el referido cristal del soporte metálico donde se alojaba, las milimétricas grietas radiales se prolongaron, cuarteando lamentablemente el resto del cristal. Pero el orificio podía apreciarse todavía con gran claridad.
    Olvidé momentáneamente el asunto de la perforación, Emiliano había dejado traslucir algo más en aquella sustanciosa primera entrevista. «Algo» que le sucedió poco después del encuentro con el ovni y que, por lo visto, no había querido revelar a nadie.
Cuanto traté de sonsacarle, el campesino -que comprendió mi curiosidad- se echó a reír, divertido.
    Fue inútil. No logré sacarle ni media palabra, ni media palabra. Ni una mala pista. Y llegué a aventurar:
    -¿Es que ha vuelto a ver el ovni?
  - Emiliano sonrió nuevamente, mientras parecía arrepentirse de aquella insinuación anterior.
    No forcé entonces el interrogatorio. La experiencia me ha enseñado también a saber esperar ...
    Y di por concluida aquella conversación, mientras rogaba a Emiliano Velasco que me acompañara a la parcela 21, a fin de efectuar algunas fotografías, así como para examinar detenidamente la zona.
    Yo sabía que «aquello» que él no había comunicado, a casi nadie, le quemaba en las entrañas y que, quizá, terminaría por decírmelo. Y no me equivoqué.
    En compañía de otro familiar de Emiliano, montamos en el John Deere y nos dirigimos a la parcela 21.
    Mientras recorríamos los infinitos campos -casi todos recién arados- el ruido del motor atronaba la cabina, obligándonos a hablar a gritos.
    ¿Qué intensidad podía tener aquel "zumbido" del ovni –pensé- para que pudiera clipsar semejante ruido.»
    Después de marchar algo más de tres kilómetros por cada una serie de accidentados carriles y senderos, el tractorista detuvo el John Deere verde y me señaló la parcela número 21. Estaba ya completamente arada.
    Descendí y examiné el lugar. La soledad era completa. Desde allí las únicas casas que podían divisarse ponían un punto de color a más de dos kilómetros en línea recta y al otro lado de la carretera general Valladolid -Toro.
    -¿A quién habría podido pedir ayuda? -me comentó Emiliano, mientras me invitaba de nuevo a que subiera al tractor.
    Y Emiliano, lentamente, se introdujo en la parcela. Una vez más, como ya había experimentado en otras oportunidades, una extraña emoción me dejó seca la garganta.
«Allí, en aquel mismo lugar, había permanecido uno aquellos malditos ovnis que yo tanto perseguía ... »
    Me sorprendió el extraordinario número de piedras se extendían entre los surcos de la pieza.
    Por supuesto, también como otras muchas veces, mi vista se dedicó a vigilar incansable todos los horizontes, en busca, sí, de esa nave a la que poder fotografiar sin piedad.
Pero nada iba a suceder, a excepción de lo que Emiliano estaba a punto de mostrarme.
    El buen labrador llegó casi al centro de la parcela y se volvió hacia mí, señalándome el cuentarrevoluciones del tractor.
    -Observe. Ahora, en primera, que es la velocidad de arada, el motor se pone a dos mil revoluciones.
    Miré por encima del hombro de Emiliano Así era. Pero, me preguntaba, ¿y eso que tiene que ver con todo esto?
    El tractorista situó las ruedas delanteras entre los surcos y comenzó a avanzar hacia el centro de la parcela. Algo iba a suceder.
De pronto, el ruido del tractor se alteró y creció, retumbando en las sienes. Instintivamente miré al cuadro de mandos del vehículo. Emiliano Velasco, haciéndose un gesto, colocó su dedo sobre el cristal del cuentarrevoluciones. Y exclamó:
    -No pensaba decírselo, pero ...
Centré mi atención y leí con asombro el número sobre el que oscilaba la enloquecida aguja:
 - ¡Está a más de dos mil quinientas revoluciones.. –grité en mitad de un ruido ensordecedor-. ¿Qué ha pasado?
El tractorista guardó silencio. Y esperó a que el tractor hubiera recorrido unos diez o doce metros..En ese momento, y sin que Emiliano hubiera intervenido, las revoluciones y el ruido del motor descendieron sensiblemente, estabilizándose en sus niveles normales.
  -El amigo Velasco paró el motor y, volviéndose nosotros, comentó:
    -Esto es lo que no he querido revelar a nadie. ¡Usted no puede figurarse lo harto que estoy de este lío! Así que me callé la boca ...
    En realidad Emiliano descubrió aquella alteración en las revoluciones de su tractor cuando. -en la jornada siguiente al avistamiento del ovni- tuvo que retornar a su trabajo de arada, en la conocida parcela número 21. Emiliano, que no estaba muy seguro de lo que podía volver a suceder, pidió a su padre que le acompañara. Y así fue..
    Pero, al empezar la faena y llegar al centro de la pieza, el ruido del motor se multiplicó súbita e inexplicablemente, haciendo exclamar a Velasco Báez:
    -¡Ya está ahí otra vez!
    El padre del campesino -hombre curtido en aquellos lares- se quemó casi los ojos de tanto escrutar el cielo y los alrededores. Pero ninguno de los dos observó nada anormal. El susto 1o había provocado aquel disparo del cuentarrevoluciones.
    Una y otra vez, Emiliano Velasco atravesó aquella pequeña área de la parcela, comprobando con asombro cómo la aguja del tablero parecía enloquecer.
    Aquella misma tarde, mientras el Sol se ocultaba, le rogué al campesino vallisoletano que pasara una y otra vez por el lugar, a fin de encontrar alguna explicación al insólito fenómeno.
    -¿Cuál podía ser la razón por la que se disparaban las revoluciones del motor del John Deere?
    -Eso mismo me vengo preguntando desde hace dos semanas -terció Emiliano encogiéndose de hombros-. Siempre que entró en el centro de la pieza, el tractor enloquece ...
Examiné el terreno con minuciosidad. Palmo a palmo en aquellos seis por doce metros en los que se registraba el salto de revoluciones. Mi pequeña brújula de aceite perdía siempre el     Norte cada vez que la situaba sobre aquel paño de tierra en forma de rectángulo.
Pero allí no había señales claras del posible «aterrizaje» de un ovni. Ni los surcos aparecían calcinados. ¿Qué fuerza o fenómeno era el que alteraba entonces el motor del tractor? .
    «Sólo cabe una posibilidad», pensé ...
instintivamente, levanté la vista hacia aquel puñado de casas blancas y alargadas que se perdía en el horizonte, justamente frente al lugar donde nos encontrábamos.
    «Pero, si es lo que sospecho -me dije-, ¿cómo podría estar seguro? Esas casas están muy lejos de la parcela 21 ... »
    -¿Alguien más vio el ovni? -pregunté a Emiliano.
    -No lo creo. Yo, por lo menos, no sé de nadie ...
    Algo parecía claro. El pequeño ovni que circundó el tractor de Velasco durante media hora no podía ser, en principio, el causante de aquella enorme y singular fuerza o energía que había quedado en el centro de la pieza. Y lo creía así porque, simplemente, dicho ovni procedió a dar vueltas de forma ininterrumpida en torno al tractorista, sin llegar a detenerse. Por otra parte, aunque lo hubiera hecho antes o después del encuentro, las dimensiones del «rectángulo magnético» no correspondían con esos tres metros -de envergadura- que parecía tener el cilindro ...
    -Y usted, ¿qué opina? -me interrogó a su vez Emiliano Velasco ...
-No supe qué contestarle. Sólo se me ocurrió responderle con otra pregunta:
    -¿Ha excavado usted ahí?
    -No, aunque he estado tentado más de una vez ...
    Entrado ya el crepúsculo, con el perfume amigo del romero, dejamos atrás la parcela, escenario de una de las más intrigantes aproximaciones de un ovni a ser humano alguno.
    A pesar del cansancio, ardía en deseos de conversar con los vecinos de aquel núcleo de casas que había divisado desde el centro de la «21». Y, una vez despedido de Emiliano y de su familia, me encaminé, Por la carretera general, hacia la llamada finca «La Castellana», que tal era el nombre por el que todo el mundo la conocía por aquellos pagos.
    La presencia de un coche con matrícula forastera intrigó naturalmente a los apacibles moradores de aquella hacienda, situada también en el término de Pedrosa y en la que viven Miguel Casas y su esposa, Angelita López, así como la familia de Ángel González y su suegra, Leoncia García.
    Pero todo resultó sencillo y cordial, como corresponde entre gentes de buena ley.
A mi pregunta de si aquel día, 16 de julio de 1975, o en fechas anteriores, habían observado la presencia de algún objeto anormal por los alrededores y en especial frente a «La Castellana», en la zona de la parcela número 21, aquellas buenas gentes respondieron: ..
    -Justamente el día anterior, y a eso del atardecer, vimos un objeto que se elevaba desde aquella zona. Pero era algo muy raro.
»Subía en vertical, pero siguiendo una trayectoria en forma de «caracol». Dejó una estela azulada y más gruesa que la de los aviones. Cuando estaba a bastante altura, desapareció. Y allí quedó la estela -con forma de espiral- durante más de una hora…
    -¿Vieron la forma del objeto?
    -Francamente, no. Estaba lejos. Nos dimos cuenta de su presencia por la esstela.
Observé detenidamente el horizonte, iluminado débilmente por los últimos rayos de aquel Sol de verano. Desde allí -a unos dos kilómetros de la parcela 21- habría resultado imposible ver el pequeño ovni que giró en torno al campesino. Pero sí habrían podido observar -tal y como ocurrió- la presencia y ascensión de otro ovni más grande…
    .Mis sospechas se hicieron más sólidas. En aquella extensa zona no había aeropuerto o base militar alguna. Cabía por lo tanto, la posibilidad de que un ovni de mayores dimensiones que el observado por Emiliano Velasco se hubiera situado a muy corta distancia del centro de la parcela número 21, alterando con su proximidad la franja de tierra sobre la que ahora saltaban» las revoluciones del tractor.
    Mientras regresaba a Valladolid, donde había montado -una vez más- mi «base de operaciones», traté de encontrar alguna explicación mejor para aquel objeto que se había elevado en el anochecer del 15 de julio de 1975 desde la parcela 21 y en una trayectoria ascensional en forma de «caraco!». Pero no pude. Que yo sepa, ningún helicóptero -único aparato terrestre capaz de aterrizar en la «21 » se eleva dejando una estela con aquella forma y características ...
    Por otra parte, ¿qué helicóptero es capaz de alterar magnéticamente un paño de tierra de tales dimensiones?
  Quedaba, no obstante, otro punto trascendental y que iba a tener la oportunidad de investigar en los días sucesivos.
No había olvidado, ni por un momento, el cristal del tractor sobre el que, aparentemente, había «disparado» el ovni.
    Y al día siguiente de mis investigaciones en Pedrosa del Rey tuve la fortuna de entrevistarme de nuevo con algunos de los miembros del grupo «Charles Fort», dedicado como pocos al estudio de este apasionante tema ovni. Varios de estos jóvenes me adelantaron una idea que prometía ser francamente atractiva.
    Desde el primer día en que la noticia se extendió por el país, este incansable grupo se interesó vivamente por el avistamiento de Emiliano Velasco, así como en la realización de un exhaustivo análisis del citado cristal del tractor.
    Después de los primeros estudios, la interrogante seguía en el aire. ¿Qué tipo de bala o proyectil había sido disparado contra el cristal? ¿O no se trataba de un «disparo», tal y como lo entendemos nosotros?
    Mis buenos amigos José Ángel Macías, médico en la ciudad de Valladolid y Jesús María Alonso -ambos del referido grupo Charles Fort- me expusieron su proyecto:
    -Intentaremos una prueba de balística sobre un cristal de características similares al que resultó perforado en la parcela 21. Si el orificio dejado por un proyectil calibre 22 americano con cabeza de cobre -el más pequeño de los estándar- es idéntico al que quedó en el cristal original, quizá podría establecerse una hipótesis: que la perforación sobre el John Deere pudo estar originada. por un proyectil o bala similar y, por tanto, conocido.
    En aquel proceso de búsqueda, de constantes exámenes, nada debía ser rechazado. Y aquella idea, menos que ninguna.
Así que, una tarde, en compañía de Carlos Blanco; de Jesús M. Alonso, Teresa, su mujer; Begoña, la bibliotecaria del Grupo y un servidor, nos trasladamos hasta el convento de los Padres Dominicos de Arcas Reales, en las proximidades de Valladolid..
    La prueba iba a ser realizada por el padre Antonio Felices, presidente del mencionado Grupo dedicado al estudio OVNI. Un excelente tirador y religioso de mente abierta.
    Nunca olvidaré aquel mi primer encuentro con el dominico de constante y apacible sonrisa. Un hombre que había sufrido largamente en tierras de China y Vietnam.
    Y mientras hacíamos tiempo para el momento de la prueba, ambos sostuvimos una larga charla que -al menos para mi- tiene un cálido valor. No era frecuente, ni mucho menos, que un religioso con la preparación y experiencia de aquel dominico se pronunciara sobre el tema OVNI y EXTRATERRESTRES con tamaña audacia y sinceridad.
    El padre Antonio Felices estaba metido de lleno en el ovni desde 1961, en que -por esas cosas del destino- conoció el asunto de la famosa piedra del también sacerdote Severino Máchado, ya fallecido. En dicha piedra –aireada por aquel entonces por la Prensa nacional- aparecieron diez signos extraños y que fueron interpretados como un presunto mensaje de los habitantes del planeta Saturno a la Tierra.
Intrigado por aquella noticia, Antonio Felices investigó este apasionante mundo y, casi sin querer, se vio absorbido por él. Y hoy, como saben todos los aficionados a la Ufología, constituye un pilar importante en este campo.
Antonio Felices observó con benevolencia la preparación de mis cámaras y magnetófono. Y respondió así a mi primera pregunta:
    -¿Que por qué este creciente interés entre las gentes por el asunto ovni? Se me ocurren dos razones. Primera: una mitomanía no puede durar tanto tiempo. La famosa serpiente de mar que suelen dar en los veranos ya ha muerto. Pero esto, en cambio, se repite y se repite. Y a pesar de todos los intentos de ciertas autoridades para burlarse de ello, sigue. ahí. Entonces, naturalmente, la gente empieza a preguntarse si será o no verdad ... Y segunda razón: desde que el hombre ha pisado la Luna, muchos piensan, lógicamente, que, si nosotros hemos llegado allí, ¿por qué otros seres no han podido hacer lo mismo respecto a nuestro mundo?
    -Usted lleva muchos años trabajando e investigando el fenómeno OVNI, ¿cuál es su opinión personal sobre el asunto ?
   -Bueno, yo prefiero mantenerme a la expectativa hasta que se declare abiertamente ...
    -Pero ¿usted qué cree? ¿Son astronaves procedentes de otros planetas?
    -Si.
    Hubo un silencio total en aquella pequeña sala del convento Arcas Reales. Me senté contento.
    -¿Y considera usted que se trata de seres más avanzados que nosotros?
-Por supuesto.
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