viernes, 15 de marzo de 2024

El tiempo no retorna

 

Reloj, no marques las horas.....

 

 

Algunos labradores y ganaderos llevaban un reloj con cadena en un bolsillo del chaleco, asido a un ojal del mismo. Eran los acreditados relojes “Roscopatent”, que deben su nombre a su inventor, el alemán nacionalizado suizo Georges Frederic Roskopf, aunque la mayoría no los necesitaba ya que la vida rural se regía por el sol, pero era un signo más que determinaba clase social.





Parte de las largas noches de invierno se pasaban al fuego o al brasero entre charlas y de fondo radio Andorra. Después a la cama a soñar con los angelitos. En verano la vida bullía con el trajín de la recolección. Las eras, los carros con el grano y la paja por las calles, las casas de par en par para que el fresco de la noche aliviara los calores del día… Si se dormía poco tiempo se recuperaba gracias a la siesta, a la vez que se mitigaban esas horas de excesivo calor del ecuador del día.

 Si de niño me hubieran preguntado cuan larga o corta era la vida para mí, no hubiera dudado en contestar que larga. Los días, ante aquellas ansias de ser mayor, parecían interminables y el tiempo tenía siempre caminos y posibilidades infinitas que ofrecerme. Ahora, de anciano, mi manera de entender el reloj es muy diferente, me he dado cuenta que en la medida que uno avanza en años, dada la monotonía de vida de un jubilado, el tiempo pasa rápido e inexorablemente. Los años se hacen más cortos. Vivir, que en un principio parecía eterno, ahora es tan corto que incluso la vida más longeva se ve fugaz cuando termina.

  Aquel tiempo que pasaba lentamente, cuando lo poseía en abundancia, ahora se ha marchado velozmente. Cuántas veces me aburrí en aquellos entonces, sobre todo durante los años en los cuales los días parecían interminables. Algunas veces derroché mi tiempo desperdiciando horas preciosas.

Pasamos días, meses, años en espera de algún acontecimiento que pudiera alterar nuestras vidas, pero, mientras tanto, el tiempo pasa y consume nuestra existencia, hasta que llegue el día en que todo termine sin damos cuenta que el tiempo nos dejará bruscamente de la misma forma que lo hace el sueño.

Al nacer todos somos iguales, pero hay quienes saben aprovechar lo que la vida pone a su alcance y otros que desperdician momentos y oportunidades. Solamente cuando tomamos conciencia de nuestra finitud es cuando comienzan las quejas, los arrepentimientos y las lamentaciones. Aquel tiempo pasado no tiene posibilidad de retorno y quedamos atrapados en la incertidumbre de nuestro propio destino.

Pienso que, después de esta reflexión, el mejor momento de la vida es cuando la salud y la ilusión nos permiten realizar lo que anhelamos. Haciendo el mejor uso del tiempo de que disponemos ya que siempre es un bien escaso, limitado y valioso. Es importante vivir cada momento, tomar decisiones conscientes y no dejar que las oportunidades se escapen, siempre de acuerdo con nuestros límites.

Llegará otra vez el cambio de hora, que dicen los que entienden que se ahorra mucha energía. Yo no lo entiendo, aunque creo que si nos adaptaramos a la luz del día, sin mover las manillas del reloj, podríamos adelantar o atrasar las faenas y no cambiar bruscamente, dos veces al año, los hábitos de todos.