domingo, 15 de agosto de 2021

Aquel estanco de mi pueblo.

 

 Del tabaco picado a los cigarros hechos

 

    La primera vez que me mandó mi padre al estanco fue para comprar un cuarterón de tabaco y un librito de Zig-Zag. Creo que hice ese recado satisfecho, en primer lugar por novedoso y también porque contribuía con ello indirectamente a algo que, en aquella época, era propio su consumo en los hombres, y esta última actitud, aunque un poco machista, no sé porqué, me identificaba con ser un hombre adulto y sentirme ya mayor. ¡Cómo han cambiado las formas a través de los tiempos! Hoy, según estadísticas, el consumo en mujeres ha aumentado considerablemente.

Otro día, con eso de que se decía que los niños éramos un “quitaperezas”, me mandaron otro recado y al mismo lugar a comprar un timbre móvil. Pregunté a mis padres que para qué servía eso, si era otra marca de tabaco. Ya lo verás cuando te lo den. Yo, en principio, también lo asociaba con algún accesorio de bicicleta, pero me dieron un sello sin Franco. Mi padre lo pegó en un papel, mojado previamente por su lengua. Ni sonó ni se movió. Más tarde me enteré que era para dar autenticidad a cualquier documento de entonces.

Había en San Román una única expendeduría de tabacos y timbres de modo oficial. La regentaba un Sr. viudo que se llamaba Dionisio “el estanquero”, ubicada muy cerca de la plaza, en una calle que partía de ésta y se llamaba calle Plaza. Cuando llamabas a la puerta acudía a despacharte a un mostrador de madera situado a la izquierda de un gran portal.

Cuando terminó la guerra civil la concesión de estos establecimientos se realizaba para “amparar a los que habían luchado en los campos de batalla o sufrido más directamente las consecuencias de la guerra. Del bando triunfador, se entiende. Tenían derecho preferente a regentarlas las viudas y huérfanas solteras.  Las transmisiones hasta el año 2005 se hacían solo entre los familiares de tercer grado de parentesco, como máximo. Algunos beneficiarios los arrendaban a terceras personas, aunque esa modalidad no estaba recogida en la ley.

En la posguerra el consumo de tabaco era sometido también al racionamiento. Tenían los fumadores derecho, mediante cupones, a un número limitado de tabaco de picadura. A tal racionamiento no tenían derecho las mujeres, se suponía una actividad mal vista en el sexo femenino. No puedo imaginarme, si alguna mujer hubiera tenido tal vicio, en aquella época, las peripecias que pasaría para su adquisición y consumo, la sociedad la consideraría un ser varonil y deplorable.

El gran fumador que necesitaba más picadura que la ley le permitía en dicho racionamiento, empleaba ciertas mañas o estratagemas, para ello hacía inscribir en tal racionamiento al cuñado, hermano, primo o vecino que no fumaban y así su abastecimiento era compatible con su consumo. Hay que hacer notar que el tabaco de aquella época era más natural que el actual. El tabaco de hoy busca un buen aroma, así como buena combustión a base aditivos y otros componentes como la nicotina y alquitrán; está demostrado que todos ellos son elementos cancerígenos.

A la caída de la tarde cruzaban la plaza en dirección al estanco los hombres que regresaban del campo. Iban en busca del sustento en tabaco para la jornada siguiente. Algunos se presentaban con la ropa de faena, barba incipiente y una larga faja negra o blanca liada alrededor de la cintura. Les servía de abrigo y protección para tantas inclinaciones a la tierra y para mitigar el peso de las cargas y el empuje de los brazos sobre la mancera. Cubrían sus cabezas con sombreros de paja o gorras negras, según la estación. Los colores de sus vestimentas eran oscuros, como mucho grises o marrones, es lo que añadía años a su apariencia de edad. Aquellos hombres, podrían tener cincuenta o sesenta años, a mí, como observador infantil, me parecían ancianos. Compraban tabaco picado y libritos de envolver, algún mechero de mecha o de martillo y piedras para la chispa en forma de pequeños cilindros.

En la actualidad, se compra tabaco ya hecho en cigarrillos y es poca la gente que compra el tabaco en los estancos, casi siempre lo compran en los bares o en las máquinas automáticas situadas en los anteriores con un pequeño incremento sobre su valor oficial. Observamos un consumo mayor entre el género femenino, tal vez sea como consecuencia de una forma de liberarse la mujer en estos tiempos de igualdad de género.

Los cigarrillos y el tabaco sin humo matan a cientos de miles de personas cada año. La nicotina y otras sustancias químicas nocivas causan muchas enfermedades, como problemas cardíacos y algunos tipos de cáncer. Si fumas, te dañas los pulmones y el corazón cada vez que enciendes un cigarrillo. También puede dificultar el flujo de la sangre por el cuerpo; por eso los fumadores a veces se sienten cansados y de mal humor. Cuanto más tiempo fumes, peor será el daño. Fumar es una de las peores cosas que puedes hacerle a tu cuerpo. Sin embargo, todos los días, aproximadamente 3200 niños y adolescentes comienzan a fumar

El 19,8 % de la población española mayor de 15 años ha admitido que consume tabaco a diario. Con ello, desde 2009 es la primera vez que desciende el consumo en un 20 %.  Estos datos aparecen en la Encuesta Europea de Salud en España (EESE) correspondiente a 2020, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La muestra de la encuesta sobre consumo de tabaco se realizó durante 22.000 personas durante un año, desde julio de 2019 hasta julio de 2020. En ese lapso de tiempo se produjo el confinamiento.