martes, 15 de julio de 2025

Retazos de la biografía de Chindasvinto. 2

 

Segunda Parte


      

(Continuación)

    Chindasvinto reforzó la administración, emprendió la tarea de crear un nuevo código de derecho que aunara en sus páginas una ley única por la que juzgar a todos los súbditos sin que los jueces tuvieran que compaginar el Breviario de Alarico y el Código de Leovigildo, y aunque fue bajo su hijo Recesvinto cuando se concluyó tan magna obra y se publicó, en el año 654, buena parte del trabajo fue realizado bajo la autoridad y supervisión del incansable e inflexible anciano de hierro.

     En este código y en las leyes atribuidas a Chindasvinto se observa una fuerte influencia bizantina en lo concerniente a la militarización de la administración o, mejor dicho, a la reunión en una sola mano de poderes civiles y militares. Así al igual que en Bizancio, los duques, turmarcas en Oriente, asumieron no solo la responsabilidad de la defensa, sino también la de buena parte de la administración de las provincias del Reino en cuestiones fiscales, de hacienda y justicia, quedando a ellos subordinados los condes de las ciudades y los demás oficiales. Es harto curioso que sea bajo Chindasvinto cuando la Crónica albeldense coló que la llamativa noticia del acogimiento en la corte, de un noble bizantino que, por su nombre, es sin duda alguna, de origen armenio, persoarmenio o, en todo caso, iranio, Ardabasto.

     Este noble bizantino seria el padre del futuro rey Ervigio y Chindasvinto le honró casándolo con una de sus sobrinas y otorgándole tierras y un papel activo en el gobierno. ¿Qué impacto pudo tener dicho personaje? Es difícil de evaluar, pero si tenemos en cuenta el éxito de su hijo, Ervigio, es indudable que Ardabasto no fue un mero «asilado» en la corte de Chindasvinto, sino un actor principal y que su previa experiencia en Bizancio, de donde fue expulsado por el emperador Constante II, tuvo que repercutir en sus acciones en Hispania.

     La rapacidad expropiatoria de Chindasvinto y, en consonancia con ella, su generosidad a la hora de repartir lo confiscado entre su círculo de fieles y en especial entre sus “fideles regis” de nuevo cuño, a menudo aventureros y exiliados como el ya citado Ardabasto, pero también libertos y conversos que, mediante el servicio incondicional al rey ascendían a la nobleza y se enriquecían sin medida, llevo a que en el VIII Concilio de Toledo del 653, ya bajo su hijo Recesvinto, se criticara a Chindasvinto por haber acumulado riquezas sin freno y confundir su patrimonio personal con el tesoro real. Algo parecido ocurrió con sus fieles y familiares, que ocuparon los puestos principales como duques, condes y demás altos cargos y, sin duda, esta política, que combinaba la casi destrucción de la vieja nobleza con la implantación de una nueva que se debía por completo al nuevo régimen y que por ser fiel sin medida al mismo parecía quedar fuera de cualquier censura, seria causa primera y principal de la progresiva confusión entre lo privado y lo público que comienza a observarse no bien se relajaron un tanto las medidas represivas de Chindasvinto y la vigilancia de sus sucesores.

     En el VII Concilio de Toledo, celebrado en octubre del 646, con tan solo 30 obispos como asistentes, Chindasvinto logró la sanción conciliar a su política de belicoso, control de la nobleza y militarización del gobierno, a pesar de que dicha política se había conjugado con un control asfixiante de la propia Iglesia. El VII Concilio de Toledo consintió y respaldó sus actos endureciendo las penas a aplicar a cualquiera que se alzase contra el Rey e incluso contra los clérigos que no le prestasen apoyo.

       La maniobra de Chindasvinto en el VII Concilio estuvo precedida de un trabajo previo de presión e influencia en el que tuvo papel el sabio y obispo más influyente del momento: Braulio de Zaragoza, discípulo de san Isidoro y maestro de Julián de Toledo. En una de sus cartas vemos a Braulio solicitando al rey que asociara al trono a su hijo Recesvinto. La en apariencia espontánea y bienintencionada petición del obispo de Zaragoza, no lo era tanto y sin duda estuvo motivada por el propio Chindasvinto que, de esta manera, al exhibir la carta del prestigioso obispo, podía usarla como «palanca de voluntades» con otros obispos y nobles. Tras este refrendo, en enero del 649, asocio al trono a Recesvinto, su hijo. Juntos gobernarían cuatro años y nueve meses. Cuando el terrible anciano murió con noventa años ya cumplidos, dejaba tras de si y como dice la Crónica albeldense , «una Espana tranquila». Un reino fuerte dotado de un tesoro bien provisto, una poderosa administración y un ejército potente. Pero, aunque resulte paradójico, también dejaba tras de sí una poderosa siembra de odios y ambiciones desmedidas con cuyos frutos tuvo que lidiar su hijo Recesvinto.

     Chindasvinto, consciente del clima que se estaba formando, se vio obligado a promulgar una ley por la que el acusador, en caso de que se demostrase la falsedad de la acusación o la mala fe, sufriría la misma pena que hubiera sufrido el acusado.

   Recesvinto fue de hecho el monarca de los visigodos con menos oposición, así como con menos levantamientos, ya que su padre había sofocado signo de ello. El anciano Rey Chindasvinto instauró la monarquía hereditaria al asociar al trono a su hijo Recesvinto mediante una proclamación realizada el 20 de enero del 649. Muere Chindasvinto el 18 de octubre del año 653, a los 90 años.

       A pesar de ser Chindasvinto implacable en sus actos políticos, todo en su vida no fue maligno. Es recordado como gran benefactor de la Iglesia, a la cual hizo grandes donaciones y dio grandes privilegios, saneó la hacienda pública gracias a las confiscaciones de bienes a los rebeldes, dio orden y tranquilidad nunca antes conocida en la España visigoda, implantó un sistema recaudatorio más efectivo y justo y promulgó multitud de leyes referidas a aspectos políticos, económicos y sociales.

       Durante sus últimos años de vida se dedicó a realizar actos de piedad y beneficencia, actos en los que podemos encontrar la fundación del monasterio de San Román de la Hornija para que a su muerte sus restos reposasen en un sepulcro junto a los de su esposa Riciberga.

Son muchas las preguntas que se hacen los historiadores sobre la decisión de Chindasvinto de enterrarse en este paraje entre ríos. Lo natural es que reposasen sus restos en un gran mausoleo de la gran ciudad del reino Toledo, donde tomo posesión de la corona. Nos hace pensar que, la decisión de su enterramiento, en lo que fuera más tarde nuestro pueblo, fue llevado a cabo muy en secreto y con desconocimiento total de la nobleza y clero de aquella época, fruto del temor a una profanación de su sepulcro, como acto de venganza y resentimiento, dada la gran cantidad de enemigos que generó en vida. Tal profanación no fue llevada a cabo en aquellos años por sus enemigos, sin embargo. En  siglos posteriores, el monasterio y su sepulcro fueron saqueados por Abderramán II, allá por el año 826 y más tarde Almanzor, en el año 992, saquea y destruye la casi totalidad del monasterio. Por otra parte, los restos de Chindasvinto y su esposa Reciberga han tenido mejor suerte que los de otros dos reyes visigodos: Recesvinto ( su hijo), y los de Wamba, que se depositaron provisionalmente el año 1845 en la Catedral de Toledo y llevan ya 180 años a la espera de un destino definitivo, a causa de que los franceses, en plena guerra de la Independencia demolieran, también en Toledo, la cripta de Santa Leocadia, donde estaban sus restos y profanaron sus tumbas.


Relación cronológica des los reyes visigodos en España.
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