domingo, 15 de octubre de 2023

El 19 de septiembre pasado cumplí 80 años

 


Reflexiones de un octogenario

    
    Desde que me jubilé, hace 19 años, el tiempo ha transcurrido vertiginosamente, antes, en activo, trascurrían las semanas con excesiva lentitud, tardaban mucho en llegar los fines de semana, aunque estos desaparecían rápidamente. Jubilado, todos los días y semanas son igual de monótonos, viendo caer los días y los años. Así, sin avisarme y sin darme yo cuenta me he convertido en octogenario.
  
    Dicen que cumplir 80 años es un logro impresionante y un hito importante en la vida, tal vez sea cierto. A medida que he llegado a esta etapa de la vida puedo mirar hacia atrás con todas las experiencias y recuerdos que he acumulado a lo largo de los años. Creo que es un buen momento para reflexionar sobre las metas y deseos ante esta época de ancianidad inminente. Es época de analizar tus éxitos, así como los fracasos, en consolidar unos proyectos que resultaron fallidos. Algunas veces, he hecho algunas cosas de las que ahora me arrepiento, pero creo que sí volviera a pasar por tal disyuntiva, tal vez, volvería a tropezar en la misma piedra.
    
    A medida que avanzas en esta etapa de la vida, es importante cuidar la salud física y mental, mantener relaciones significativas con amigos y familiares, y disfrutar de las cosas que te hagan feliz. En general, llegar a los 80 años es un logro y una etapa de la vida que varía de persona a persona. Puede ser una época para disfrutar y apreciar la vida, así como tomar decisiones importantes sobre la atención médica y el estilo de vida. La calidad de vida en esta etapa puede mejorar significativamente con un enfoque en la salud, el bienestar emocional y las conexiones sociales. La socialización es importante para la salud mental y emocional de las personas de mi edad. Mantener conexiones con amigos y participar en actividades sociales puede ser beneficioso.
    
    La llegada a la ancianidad con los 80 años proyecta momentos importantes en la vida de una persona, muchos no han podido llegar y los hemos quedado en el camino. A esta edad la mayoría de las personas hemos vivido una amplia gama de experiencias, así como hemos acumulado una gran cantidad de conocimiento y sabiduría a lo largo de nuestra vida. Podemos ser una fuente valiosa de consejos y orientación para las generaciones más jóvenes.
    
    Hay dos formas, comportamientos o actitudes del mayor ante la vejez: la de aquel que se considera mayor para los demás, para él en su foro interno, a pesar de las arrugas y limitaciones, no es consciente de que algo ha cambiado y sea otro, este desatino es en el fondo la no aceptación de la vejez. Por otra parte, y en actitud opuesta al anterior, está el hipocondriaco o aprensivo, que es el que se considera viejo antes de tiempo. Creo que en el centro de ambos comportamientos debe de estar la virtud.
       
     La vida es una competición por alcanzar una meta que es la felicidad. La felicidad es una emoción o estado de ánimo que experimenta el ser humano cuando llega un momento de satisfacción, bienestar o de conseguir ciertos objetivos o logros deseables para él. La felicidad, en fin, llama algunas veces a nuestra puerta a lo largo de la vida y se aleja rauda, como una sombra o un rayo. Pero esos momentos son tan plenos, tan intensos, tan rotundos, que solo por ellos merece la pena haber vivido. Es tan importante la felicidad en el ser humano que son muchos los momentos que la deseamos a los que nos rodean: cuando se cumplen años, al contraer matrimonio, al llegar la Navidad, en el nuevo año, y también, como costumbre actual, algunas veces, sustituimos el adiós por ¡Feliz día! En una palabra, la felicidad da sentido a nuestra vida

    La mayor parte de las veces, el no poder tener aquello que deseamos nos hace ser infelices: "la mejor forma de no ser infeliz es no desear aquello que sabemos que no podemos obtener". El limitar y racionar tales deseos es un buen camino para evitar frustraciones, que suelen ser la causa principal de la infelicidad. Me acuerdo cuando era niño, carecía prácticamente de juguetes, me los construía con mucha imaginación y creatividad a base de cajas de cartón, cáscaras de nueces, palos y alguna tabla etc. y era tan feliz. Hoy mis nietos tienen tantos juguetes que no caben en sus armarios, no se sacian de ellos, y no por ello son tan felices como yo era.
   
    Estamos ante unos comportamientos muy distintos en cada persona. Hay quien encuentra la felicidad en ayudar a los demás, en verles felices. Y hay, desgraciadamente, quien sólo es feliz cuando recae en él tal emoción, olvidándose de hacer felices a los demás. Otros se sienten felices recordando los buenos momentos del pasado, y sin embargo a otros les llena de melancolía, cuando no de tristeza.
    
    Hemos convertido a esta sociedad que nos rodea en eminentemente materialista, donde “el dios dinero” impera a toda costa. Hay una fiebre por acaudalar dinero y posesiones, lo que convierte al individuo en un ser infeliz que no se sacia con nada.
    
    He cumplido los 80 y observo que me acerco un poco más al horizonte de esta vida, que se manifiesta con el deterioro y limitaciones de mi cuerpo, especialmente orgánicas, aunque aún no mentales. Empiezo a ver distintos a los míos. Mis hijos han dejado de ser protegidos a protectores de sus padres, especialmente para solventar los achaques que acusamos y antes mencioné, mis nietos me recuerdan demasiado que la vida no es eterna como portadores de otra generación, y Carmen, mi esposa, sigue ahí dándolo todo por esta familia.