martes, 20 de abril de 2021

Los buenos y los malignos

 

La distorsión de la realidad

 

    Hagamos una primera definición de "malo", malo: es quien consciente y voluntariamente realiza el mal. Y el mal es, ante todo, causar dolor y sufrimiento a los demás. Como casi todo, el mal tiene grados, causar un pequeño mal no es lo mismo que arruinar la vida a alguien. Ser malo de vez en cuando no es lo mismo que ser un malvado redomado.

Desde niños nos han dividido el mundo en dos partes antagónicas, en buenos y malos. No hay términos medios. Rojos o azules, blancos o negros.

Espartaco fue un insurrecto para los romanos y un líder grandioso para los esclavos, igualmente Viriato que fue un insurrecto para los romanos y un héroe para los lusitanos. 

Los nazis alemanes consideraban terroristas a quienes los combatían desde la resistencia en los países invadidos. Eran héroes, sin embargo, para sus compatriotas.

Las guerras de la antigua Yugoslavia alumbraron líderes en cada uno de los bandos contendientes que eran aclamados por sus partidarios y recriminados por los contrarios. 

En las películas del oeste nos presentan a los vaqueros y pioneros como los valientes y virtuosos y a los indios como salvajes a los que hay que someter. 

Los historiadores partidistas mojan la pluma en el tintero de sus conveniencias, ponen voz a las crueldades ajenas y justifican las propias. Laurel y sordina para los camaradas y condenas para los adversarios.

Los versos de Campoamor que fían la verdad al color del cristal con que se mire tienen parentesco con el moderno concepto de “posverdad”: distorsión deliberada de la realidad, acomodándola a las emociones y a las opiniones personales y alejándolas de la objetividad. La interpretación de los hechos es maleable y se acomoda a lo que deseamos o esperamos que suceda.

Sin embargo, hay un derecho universal fundamentado en la naturaleza humana que reprueba los abusos y diferencia entre el bien del mal. Sirva como ejemplo: un país gobernado por un tirano alzado al poder por un golpe de estado, las críticas o recomendaciones del resto de países en democracia son meras impertinencias para ese dictador ungido y alabado por fanáticos que se atribuyen el papel de salvar a sus conciudadanos sin que nadie se lo haya pedido.

Viene también todo esa bondad o maldad a esas actitudes de los políticos y ciudadanos votantes de la España actual: o tienes empatía hacia ese partido o de lo contrario eres un ciudadano cargado de maldad. Bien es verdad que el circo político español actual está sufriendo una intromisión de partidos extremistas que han desequilibrado, un poco, el escenario político de años atrás. Nos afianzamos en que nuestros pensamientos políticos son los acertados rechazando todo lo que está fuera de nuestras ideas y pensamientos, no respetando otras maneras de pensar que, no solo no compartimos, incluso somos capaces de generar odio hacia esos contrarios que no piensan como nosotros. Es testimonio de ello el circo mediático de nuestros políticos en el Congreso de los Diputados, creyendo que con insultos y falta de respeto hacia el partido contrario son mejores políticos. El buen político siempre se ha caracterizado por una buena oratoria para persuadir y convencer a los demás en la consecución de un fin, pero con respeto, sin insultos y palabras soeces muy propias de gañanes. Esas formas de crispación del comportamiento de los actuales políticos trasciende al pueblo que genera ira y odio al partido contrario al que han votado. En una palabra, llevan la democracia, que creíamos haber alcanzado, por malos derroteros. Otra de las causas de este desconcierto podía ser el mal uso de las actuales redes sociales. "Facebook" ha sido denunciado por "Reporteros sin Fronteras" en Francia por permitir la difusión de desinformación y odio, algo similar se observa en nuestro país. Atravesamos una era de desencanto con las redes sociales, creíamos nacidas como otra libertad de expresión y con frecuencia son transmisoras de bulos con el fin de desacreditar a personas o instituciones. Es necesario contrastar toda noticia que nos llegue por estas redes y así evitamos ser partícipes de esa farsa. Opino que a los españoles aún nos falta un auténtico rodaje político.