viernes, 14 de febrero de 2025

Los aplausos


El aplauso como forma de comunicación no verbal

 

        El acto de aplaudir consiste en golpear repetidamente las palmas de las manos, es una forma de comunicación no verbal utilizada para expresar aprobación, entusiasmo o agradecimiento. A lo largo de la historia han existido otras formas de manifestar júbilo o respaldo. Los romanos hacían chasquidos con los dedos o agitaban las solapas de sus togas.

El aplauso genuino es espontáneo y coral. Sirve de medio para canalizar emociones contenidas. Contagia y anima. La energía liberada por cada uno se une a la de los demás, formando una unidad.

El origen del aplauso es un tema que ha intrigado a los historiadores y antropólogos, ya que parece ser una forma de expresión universal en diversas culturas y épocas. A continuación, se presentan algunos aspectos sobre el origen y evolución del aplauso:

En la antigua Grecia y Roma, el aplauso ya se utilizaba como una forma de expresar aprobación o admiración. En los teatros griegos, el público aplaudía para mostrar su aprecio por las actuaciones teatrales. Los romanos adoptaron esta práctica y la llevaron a un nivel más organizado. En el Coliseo y otros lugares de entretenimiento, el aplauso era una manera común de participar los espectadores en los espectáculos.

Aunque el aplauso ha estado presente en diversas culturas, su uso ha evolucionado con el tiempo. Durante la Edad Media, por ejemplo, la música y las actuaciones a menudo se disfrutaban en silencio como una muestra de respeto y reverencia. No fue sino hasta el Renacimiento que el aplauso volvió a ser una práctica común en las actuaciones públicas.

El aplauso es una forma común de expresar aprobación en muchas culturas, aunque no es universal. Algunas culturas tienen otras formas de mostrar aprecio y respeto. Por ejemplo, en Japón, es común mostrar aprecio mediante una reverencia en lugar de aplaudir.

En la actualidad, el aplauso se utiliza en una amplia variedad de contextos, desde conciertos y obras de teatro hasta eventos deportivos y conferencias. Es una forma sencilla y efectiva de comunicación no verbal que permite al público expresar sus sentimientos de manera colectiva. Los más solemnes se dan puestos en pie.

En el siglo pasado existió “la claque”. Grupo de personas que asistía gratis a un espectáculo teatral con el fin de aplaudir en momentos señalados. También existían los que se dedicaban, pagados por la competencia, a silbar o abuchear. Podían provocar un triunfo o un desastre, pero también distraer la atención en un momento preciso. Su finalidad era manipular al público.

       Hay aplausos provocados por la emoción, otros se conceden por cortesía, otros por adular. En los mítines o en los debates parlamentarios que dan los líderes de cada partido, los componentes de su formación aplauden y asienten con la cabeza, mostrando una conformidad inquebrantable a cada párrafo del admirado líder, el que repartirá prebendas si se gana. Quieren que los demás formemos coro con ellos, por eso del contagio. Estos comportamientos son una degeneración del aplauso.

Los dictadores siempre han sido amantes de los halagos que inflan sus nunca satisfechos egos. Los primeros, dentro de sus súbditos, en dejar de aplaudir pueden verse acusados de desafección o deslealtad al tirano.

Todo aplauso tiene tres características principales:

Intensidad: Es el grado de energía con que se realiza el aplauso

Ritmo: velocidad de la repetición de la palmada.

Duración: tiempo que persiste el aplauso.

En resumen, el aplauso tiene una larga historia que se remonta a las civilizaciones antiguas y ha evolucionado con el tiempo. Aunque su forma y uso pueden variar según la cultura y entorno de que se trate, no obstante sigue siendo una forma poderosa de comunicación no verbal.



El aplauso