viernes, 1 de noviembre de 2019

PERSONAJES DE FICCIÓN


Incoherencias




    Hoy es domingo, un día más de la semana, de estos que transcurren en la vida de un jubilado y que apenas difieren del resto de otros días. Casi no encierra connotaciones que los distinga, aparte de la asistencia a cultos religiosos para los creyentes. Hace tiempo era sólo el domingo día de descanso y de ocio de la semana, pero la lucha por los derechos de los trabajadores consiguió primero la tarde del sábado y después todo el sábado, es decir el fin de semana.

    Como un día cualquiera trato de deslizar, por la pantalla de mi ordenador, unos pensamientos y sentimientos para la edición del presente y próximo artículo en este blog: “San Román de Hornija en el tiempo”. A veces me pregunto, si la existencia de este blog aporta algo fructífero y comunicativo, o es sólo una manifestación, más o menos cultural, fruto de ese reto personal que me mueve a seguir publicando; sin embargo, me consuela que ese marcador de visitas aumenta alrededor de 600 visitas mes y artículo. Hoy me identifico visualizando y analizando pasajes de la sociedad que conocí de niño, en contraste con la que actualmente nos toca vivir, pero con algo de utopía.
    Cuando era niño -no traspasaba otros horizontes- me preguntaba cómo sería en el futuro ese San Román de Hornija, de tierra y barro, donde jugaba a ser mayor. Me hubiera gustado mirar por un agujerito y verlo.

    Cuando era joven deseaba llegar a esa madurez sobrevalorada por los adultos. Consistía en vincularse en una sociedad de rígidas normas, con un gran respeto a padres, maestros y personas mayores, aunque algunos dicen, opino equivocadamente, que sin espacio para la fantasía.

    El primer paso de madurez era tener una hipoteca: un endeudamiento que esclaviza durante algunos años a las personas, pagando casi la mitad del sueldo al banco y así poder tener una vivienda propia donde vivir. Tenemos los españoles una educación fuertemente adquisitiva, en otros países funciona más el alquiler. 

    Valorábamos mucho el modelo de adultos respetados y mediáticos que vestían aquellos trajes caros, con el tiempo supimos que a veces eran regalados, y que dedicaban el dinero público a enriquecerse.

    La madurez consistía en trabajar durante todo el día, ganar y tener más, aunque esto impida tener tiempo para convivir en familia, así como jugar con tus hijos.

    Para algunos adultos, la madurez consiste en repetir con solemnidad las palabras de Ronaldo como propias, y que ven con naturalidad los sueldos de los futbolistas mientras hay personas que pasan hambre. Para otros, la madurez consiste en sólo ver como genio a Messi, que sale entre aplausos de los juzgados, mientras, tienen dificultades económicas para desarrollar su trabajo los científicos anónimos que luchan para descubrir los secretos del cáncer.

    Los adultos observamos, sin inmutarnos, a políticos que se insultan, emplean un lenguaje soez y poco propio de oradores que deberían de tildarse de cultos. Les importa poco la estabilidad de España, así como resolver los problemas y el bienestar de los españoles. Lo importante es conseguir votos, de la manera que sea, para futuras elecciones.

    Algunas veces, pienso que todavía soy aquel niño de pantalones cortos, con balón de goma y lector de los cuentos de Roberto Alcázar, que miraba por un agujerito el porvenir de su pueblo y que aun cree que los personajillos actuales: Otegui, Rato, Bárcenas, Urdangarín, Pujol, Puigdemont, Quim Torra, “los implicados en la malversación de los "eres" de Andalucía”, los de "Púnica" y algunos más…, sólo son personajes sacados de la ficción de un cuento.

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