No se puede negar la fascinación que esta festividad ejerce, tan antigua como actual. Su espíritu vive hoy de la misma manera que perduran todas las tradiciones que con ella se vinculan, y que se repiten puntualmente con la misma solemnidad de siempre.
Sin saber por qué, a veces siento la impresión que la Navidad que en
aquellos años disfruté en mi infancia ya no existe. Puede ser que ello se deba
a que yo mismo he cambiado; pero en mi percepción, la Navidad no es ya como
entonces era. Quizá sea porque el recuerdo de mis primeras Nochebuenas se
encuentra inmerso en emociones y sentimientos personales; la verdad es que la
realidad cotidiana a veces dificulta encontrar el verdadero y profundo
significado de este acontecimiento. La Navidad que disfruté era más humilde,
con carencias materiales y de consumo que hoy tanto hacemos gala por Navidad;
sin embargo, encerraban para mi algo más íntimo o espiritual, dado sus
carencias. Pasan por mi mente aquellas nochebuenas rodeando al fuego, unos
sentados en el banco, otros en sillas, los más pequeños en tajuelas, pero
unidos y sin ningún elemento extraño que deteriorara o perturbara tal
convivencia; no había televisión, lo que hacía que se fortaleciesen más los
lazos familiares. En las actuales navidades aún sigo recordando aquel entorno
familiar, a veces cierro los ojos y me siento identificado con aquella cocina
fría y acogedora a la vez, rodeado de aquellos seres queridos, hoy
desaparecidos. La navidad nos traslada a otras épocas evocando aquellos
sentimientos, vivencias y recuerdos que vivimos nuestros primeros años.
La Navidad es una festividad de intimidad, paz y felicidad, de nada sirve
llenarla de galas superfluas; de deslumbrantes luces florecidas en falsos pinos
que parecen anunciar una prematura primavera; de ruido insoportable por las
calles; de adornos comerciales ajenos a los goces del alma. Cuando pienso en la
Navidad recuerdo un tiempo de cálidos afectos. Evoco la tranquila serenidad de
mi infancia.
Cuando era niño, como ocurre a todos los pequeños, esperaba con ansia su
llegada. La Navidad era, sin duda, la fiesta preferida. Constituía un momento
lleno de magia en el cual me sumergía por completo. Regresaba al hogar
familiar, al pueblo que me había visto nacer, alejándome por unos días de
aquellos internados rígidos en disciplina de un colegio regentado por
escolapios. Llegaban los Reyes y retornaba, otra vez, con tristeza al calvario
del internado.
El encanto de la Navidad iluminaba el paisaje con aquellas heladas que
blanqueaban los tejados todas las mañanas, y como efecto de la dureza de
aquellos inviernos permanecían chupetes de hielo suspendidos de las primeras
tejas todo el tiempo del periodo vacacional.
Y ahora la magia de la Navidad hace que un año
se pase volando, y nos hace reflexionar hacia atrás sobre lo que hemos luchado,
lo que hemos conseguido y en lo que hemos fracasado. Todo nos da fuerza para
seguir adelante. Que esta Navidad genere en nosotros los mejores sentimientos
del ser humano para poder apreciar el verdadero valor de la amistad, la familia
y el amor. Que el nuevo año 2020 nos traiga nuevos sueños, nuevos proyectos y
nuevos retos.
A todos los que
visitáis este blog os deseo:
¡Feliz Navidad y Feliz
Año Nuevo!
Gracias por mantener la ilusión y los recuerdos de los que,
ResponderEliminar"Tocaron a nacer y nos nacieron.
Arroyo del Hornija abajo,
añoranza de San Román que invoca"
Gracias por tanto. Felices Fiestas. Un abrazo. Luis Miguel
También gracias a ti Luis Miguel, por motivarme a seguir manteniendo vivos los recuerdos de nuestro pueblo. ¡Feliz año Nuevo! Un abrazo. Alfio
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