La gallinita ciega |
Llegan hacia mí memoria pinceladas de aquel juego de mi niñez: “la gallinita ciega”. Consistía en que uno de los componentes del juego vendaba los ojos al que hacía de ciego. Se le tapaban los ojos con una bufanda u otra prenda que estuviera a nuestro alcance. El encargado de taparle le daba varias vueltas en todas las direcciones para despistarlo. El invidente, para liberarse intentaba tocar a alguno del corro y ceder la venda al tocado. Estos procuraban esquivarlo. El pintor Francisco de Goya inmortalizó en una de sus cuadros el juego de “La gallinita ciega”
Un amigo y yo, de niños, nos montábamos en un burro. Uno iba delante conduciendo el animal y el otro iba, con los ojos tapados, detrás de la albarda. Dábamos varias vueltas por el pueblo y, al final de cada trayecto, el que no podía ver tenía que averiguar en qué lugar nos encontrábamos.
Dos niños, sentados una frente al otro y
ambos vendados sus ojos intentan darse de comer, el uno al otro, galletas remojadas
en chocolate. La juerga y risas era excitante para la concurrencia.
Otro juego consistía, con los ojos tapados,
en averiguar mediante el tacto de qué objeto o persona se trataba. O también
reconocer, sólo por la voz, las personas que la emiten.
Había más juegos en los que la privación de
la visión era el elemento determinante. Producían risa algunos, sorpresa otros
y siempre ayudaban a valorar la importancia de la visión como elemento identificativo,
así como revelar el desarrollo de la función de los otros sentidos en ausencia
de esta. La complacencia mayor se producía cuando, despojados de la venda, se volvía
a ver.
Para valorar mejor lo que es vivir sin este sentido basta con cerrar los ojos e intentar hacer los hábitos cotidianos diarios: movernos por casa, elegir la ropa que nos vamos a poner, encontrar los interruptores que usamos a diario o hacerte el desayuno. Es una manera de valorar las dificultades con las que se encuentran cada día los ciegos y la meritoria labor de organizaciones como la ONCE.
Por los demás sentidos percibimos las distintas sensaciones que necesita el ser humano. Así, por el tacto percibimos: la dureza y forma de los objetos, las caricias, la temperatura que nos rodea, el viento fresco o cálido. Por el olfato distinguimos los olores y aromas. Por medio de los oídos distinguimos las voces de familiares y amigos y el tono con el que nos hablan. Por el del gusto percibimos los distintos sabores que encierran los alimentos, así podemos distinguir los siguientes sabores: dulce, salado, amargo, acido, picante y estos tres últimos descubiertos recientemente: astringente, adiposo y umami; pero ninguno es tan importante como el de la vista.
El pasado doce de marzo se celebró el día
del Glaucoma. Ocasión para concienciarnos de esta sombra silenciosa que va
cerrando lentamente las cortinas a la luz. Afecta a más de un tres por ciento
de la población y es, junto a la diabetes y la degeneración macular la
principal causa de ceguera en España. Puede prevenirse el glaucoma, si se sabe
que se padece, controlando la tensión ocular que es la causa que lo provoca. Su
medición es indolora y rápida y así se evitan sorpresas desagradables ya que el
tiempo corre en contra. La diabetes, o azúcar en nuestra sangre, se
corrige con una alimentación adecuada. No así, la degeneración macular, que si
es húmeda o sangrante es irreversible y ocasiona gran pérdida de visión en el
ojo afectado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario