Este año
también llegó el verano, aunque se hacía tardía su presencia dada la abundancia de lluvias al
final de la primavera, poco frecuentes en otros años de sequía. Al fin ha llegado con toda su intensidad, haciendo
gala de su arma arrojadiza que es el calor, propio de esta estación.
Este verano no
les importa a los agricultores de nuestro pueblo esa manifestación intensa de
calor, los pantanos están casi al 80 %, lo que permite no escatimar ni
dosificar el agua para los riegos, como era propio de otros años de escasez. El agua es el complemento principal del calor para el desarrollo de
las plantas cultivadas en formato de regadío.
Así mismo, se
llevará a cabo, a partir del mes de julio, la recolección de cereales, cuantiosa
según los augurios por la abundancia de lluvias en primavera. Pronto veremos la presencia en nuestro término de
esas grandes máquinas llamadas cosechadoras, recolectando y haciendo más fácil la parafernalia de los veranos de antes.
Al caminar, ahora en verano, por
los parajes de las antiguas eras percibimos con nostalgia la inactividad y
silencio con que éstas se manifiestan. Nos invade el recuerdo
de aquellos héroes épicos que invadían estos recintos en verano; los segadores, que aunque ausentes en las
eras, primeros protagonistas de la mies que allí llegaba, gracias a su
actitud dura de arrastrarse, pegados a la tierra caliente, para derrumbar las espigas a golpe de hoz; a los responsables de la jornada diaria de acarrear,
desparramar, trillar, tornar, “acañizar” y aparvar, que mitigaban, lo mejor
posible, el calor, así como el sueño ocasionado por el acarreo de la mies a las
eras mucho antes de amanecer; por último nos acordamos de aquellos que, en época de
aventar o “limpiar”, daban con gran esfuerzo y fatiga las manivelas de las antiguas y pesadas aventadoras.
Pensamos que, aquella actividad tan ilusionada -no conocían otra forma de recolección-, intensa,
penosa y dura que se realizaba en las eras. ha quedado ensombrecida a causa de una
agricultura más tecnificada y cómoda que ha mejorado la calidad de vida de sus
protagonistas; sin embargo, los sentimientos y recuerdos que algunos vivimos en
estos parajes -hoy inactivos, improductivos y tristes- no lograrán
nunca ser borrados por estos adelantos tan sofisticados en recolección, permanecerán congelados en la memoria para siempre.
También en verano
es tiempo de concentrarnos en el pueblo “sanromaniegos” que vivimos durante el
resto del año en otros puntos de la geografía española y que, atraídos por
nuestras raíces, pasamos algún tiempo de esta estación en el lugar que nos vio
nacer y que será siempre nuestro pueblo.
¡FELIZ VERANO
A TODOS!
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