Otro verano más en nuestras vidas, éste como el
anterior sofocante. Antes, no dábamos importancia a todo aquello que suponía el tan
cacareado cambio climático, nos parecía sólo cosa de periodistas y políticos,
pero ahora, acusamos y detectamos perfectamente esos cambios con las que se
manifiestan las actuales estaciones. Disfrutamos de unos inviernos menos fríos;
sin embargo los veranos no pasan desapercibidos en su intensidad calorífica; da
la impresión que habitamos en otra zona de la Tierra. Todos estos cambios se
producen por efecto del deshielo de los polos ante un mal comportamiento
ecológico de los moradores de este planeta.
Ante los cambios de clima, y con el fin de
mitigar tales calores, el ser humano busca una salida de su entorno
aprovechando las vacaciones estivales. Unos buscan la proximidad del mar,
otros, generalmente los mayores, que es
mi caso, partimos a nuestros pueblos buscando nuestras raíces, tranquilidad y una
huida del rigor de los calores de la gran ciudad. Las casas en los pueblos,
especialmente la planta baja, son más frescas, esto hace que los pueblos, casi
desiertos en población durante el invierno, dupliquen o tripliquen sus
habitantes por esas fechas ya que todas las casas están habitadas y la tienda, así como los bares ofrecen una gran concurrencia.
Aparte de los calores propios de estas fechas y
acentuados por las causas antes expuestas, observamos un verano calentito en
problemas nacionales e internacionales. Cuando parecía que salíamos de la
crisis surge un terrorismo a escala internacional promovido por el fanatismo radical “yihadista” al
que todos los países estamos expuestos y con perspectivas, al menos de modo inmediato, inciertas y de difícil solución.
A nivel nacional nos encontramos desencantados: transcurren dos elecciones generales y nuestros políticos no son capaces de ponerse de acuerdo para llevar a España a buen puerto de gobernabilidad. Comprendemos que por causa de la crisis se han perdido muchos derechos tanto laborales como sociales, pero necesitamos una nación gobernable que haga frente a todos los problemas tanto internos como los relativos a relaciones con la Comunidad Económica Europea. No olvidemos la "nueva patata caliente" que recientemente nos ha presentado el Parlament de Cataluña que, desobedeciendo las directrices del Tribunal Constitucional, ha decretado una resolución de desconexión con el resto de España.
El pueblo está, lamentablemente, falto de credibilidad hacia nuestros políticos por su mediocridad para entenderse. Creo que, ante tal situación, sería recomendable que cambiasen todos los actuales líderes de cada partido, así gente nueva y libre de responsabilidades de corrupción podría resolver mejor el actual desaguisado.
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