La Brigada de Patrimonio de la Policía Nacional investiga la misteriosa desaparición el martes de la joya de la Catedral de Santiago.
El Códice Calixtino, considerado una de las joyas de la identidad gallega, desapareció misteriosamente el martes, día 5 de Julio del presente año, de la Catedral de Santiago de Compostela. La obra, que recoge la tradición de las peregrinaciones y la Ruta Jacobea, estaba custodiada en el Archivo catedralicio.
El delegado del Gobierno en Galicia ha evitado hablar por el momento de robo y, al respecto, ha subrayado que "el hecho es que no está" y ha confirmado que no existen "signos de violencia", pese a que, según ha explicado, el Códice se encontraba "en teoría en una caja fuerte o en un armario acorazado".
Según informa El Correo Gallego en su edición digital, el Códice fue robado en la basílica compostelana sin que nadie reparara en ello. Su falta se descubrió el martes a última hora de la tarde, y desde entonces, por mucho que han buscado y rebuscado en la Catedral de Santiago, no lo han encontrado.
El 'Codex Calistinus', a través de sus cinco libros, presenta el hecho, fundamental para Europa, de las peregrinaciones a Compostela y permite conocer las dificultades de las rutas, sus usos lingüísticos y sus costumbres, describe los paisajes y sus gentes, anécdotas, milagros del Apóstol y sermones. La obra la componen cinco libros, el primero y más extenso, denominado 'Libro de las liturgias'; el segundo, de 'Los milagros'; el tercero, 'La traslación de Santiago'; el cuarto, 'Las conquistas de Carlomagno'; y el quinto y último, 'Guía del peregrino'.
El texto de este Codex es atribuido al monje cluniacense, de mediados del siglo XII, Aymerico Picaud, clérigo de Pitou, acompañante del pontífice Calixto, Guido de Borgoña, en su peregrinación a Santiago por el año 1109.
El Códice ha sido denominado a través de los tiempos de varios modos : Iacobus, no muy frecuente, Liber Sancti Iacobi, que alterna con el de Codex Sancti Iacobi, que es la que se ha impuesto últimamente, Codex Calixtinus, según costumbre de los eruditos modernos, Liber Calixtinus y Codex Compostelanus.
No dudamos de que se trata de uno de los libros más valorados del Mundo, pero la sorpresa nos las llevamos cuando nos enteramos de que, en el capítulo XXV del Libro Cuarto del citado libro, habla de nuestro pueblo y de su Monasterio, texto que transcribimos a continuación. Su lectura pone de manifiesto, una vez más, la importancia que tuvo el Monasterio de nuestro pueblo (Orniz, nomenclatura en esa época), la riqueza que poseía, así como el papel que representaba en las rutas Jacobeas
Hemos de agradecer la colaboración de nuestro paisano y amigo Luis Miguel Gómez, que nos ha enviado el siguiente texto, que transcribimos en nuestro “blog”, así mismo le felicitamos por su trabajo de investigación. Este “blog” está siempre abierto a todo aquello que nos enriquezca sobre nuestro pueblo.
He de consignar para la posteridad lo que aconteció en Galicia tras la muerte de Carlomagno. Como después de la muerte de Carlomagno la tierra de Galicia descansase en una paz prolongada durante mucho tiempo, por instigación del demonio surgió un cierto sarraceno, Almanzor de Córdoba, que decía que él conquistaría y sometería a las leyes del Islam la tierra gallega y española, que Carlomagno había en otro tiempo arrebatado a sus antecesores. Entonces, habiendo reunido muchos ejércitos, llegó, devastando las tierras de la patria por todas partes, hasta la ciudad de Santiago (1) y robó por la fuerza todo lo que en ella encontró. Igualmente devastó por completo e indignamente la basílica del Apóstol y se llevó de ellas los códices, las mesas de plata, las campanas y los demás ornamentos. Y habiéndose albergados en ella los sarracenos con sus caballos, aquella gente cruel empezó a evacuar alrededor y en el mismo altar del Apóstol. Por lo cual, por castigo divino, algunos de ellos, atacados por una descomposición de vientre, cuanto tenían en el cuerpo lo echaban afuera por la parte trasera. En cambio otros perdían la luz de los ojos y andaban errantes, como ciegos, por la basílica y la ciudad.
Pero ¿qué más? Enfermo de este mismo mal, Almanzor en persona, también completamente cegado, por consejo de cierto cautivo suyo, sacerdote de la misma basílica, comenzó a invocar en su auxilio al Dios de los cristianos, diciendo estas palabras:
- Oh Dios de los cristianos, Dios de Santiago, Dios de María, Dios de Pedro, Dios de Martín, Dios de todos los cristianos, si me vuelves a mi primitiva salud, renegaré de Mahoma, mi Dios, y ya no volveré a robar a la patria del gran Santiago. Oh Santiago, varón grande, si das la salud a mi vientre y a mis ojos, devolveré todo cuanto quité a tu iglesia.
Entonces a los quince días, una vez devueltas duplicadas todas las cosas, Almanzor, recobrada la salud, se retiró de la tierra de Santiago, prometiendo que no volvería a sus tierras para robar y diciendo que el Dios de los cristianos era grande y Santiago un gran varón.
Luego, pues, devastando las tierras de España, llegó a la villa que vulgarmente se llama Orniz (2), en la que había una bellísima y muy buena basílica de San Román con riquísimos paños y códice, cruces de plata y telas bordadas de oro. Y al llegar a ella el inicuo Almanzor robó cuanto en ella encontró y de igual suerte devastó la villa. Y habiéndose albergado con sus ejércitos en esta villa, cierto capitán de sus huestes que entró en la iglesia vio las bellísimas columnas de piedra que sustentaban el techo de la iglesia y cuyos capiteles estaban plateados y dorados, y estimulado por su odio y crueldad, clavó una cuña de hierro entre una columna y su basa. Y al golpear fuertemente aquella cuña con un martillo de hierro, tratando de derrumbar toda la iglesia, el hombre se convirtió en piedra por providencia de Dios. Y esta piedra con forma humana subsiste hasta el día en la misma iglesia y tiene el mismo color que tenía la túnica del sarraceno entonces. También suelen contar los peregrinos que allá van a rezar, que la piedra hiede. Cuando Almanzor vio esto, dijo a sus caballeros:
Grande, temible y digno de gloria es el Dios de los cristianos, pues tiene tales discípulos que aún tras dejar esta vida castigan, sin embargo, a los vivos que se les rebelan, de tal modo que a unos quitan la luz de los ojos, otro lo convierten en piedra muda. Santiago me arrebató la luz de los ojos; San Román transformó a un hombre en piedra. Pero Santiago me devolvió la vista, pero San Román no quiere devolverme mi hombre. Huyamos, pues, de estas tierras.
Entonces, confundido, se marchó el pagano con sus ejércitos. Y no hubo luego en mucho tiempo quien se atreviese a invadir la patria de Santiago. Sepan, pues, que se condenarán eternamente quienes en adelante inquieten a su tierra. En cambio los que la guarden del poder de los sarracenos, serán recompensados con la gloria celestial.
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Acerca de la expedición de Almanzor a Santiago: Cumplianse cien años de esto (la construcción del magnífico templo que levantó Alfonso III), cuando un sábado, a 3 de julio de 997, sale de Córdoba el terrible Almanzor, en aceifa o expedición de verano, que fué la cuadragésima octava verificada por su incontrastable ardor guerrero. Con el auxilio de los condes cristianos, que en la antigua Lusitania le eran obedientes y afectos, dirigióse contra galicia, y el miércoles, 11 de agosto, llegó a vista de Compostela. Pero oigamos la fiel relación antiquísima del suceso, cual nos la ha conservado el libro del Bayán Almogrib: "Los muslimes acamparon sobre la ciudad de Santiago la soberbia un miércoles, 2 de Xâvan; sus vecinos llenos de terror, habíanla desamparado; y Almanzor dispuso que la hueste se apoderara de todas las riquezas y destruyese los valientes muros, las casas fuertes y la iglesia, borrando hasta sus cimientos. No obstante, el caudillo tuvo sumo cuidado y esmero en que persona de autoridad y esfuerzo custodiara el sepulcro de Jacobo, y de él apartase cualquier daño. Nuevo y firme era el edificio levantado encima de la bóveda sepulcral, y fué reducido a escombros, cual si en pie no hubiera existido el día antes. Hízose esta demolición en los días lunes y martes, inmediatos al de la entrada (16 y 17 de agosto). Hemos dicho que se veía desierta la ciudad cuando penetró en ella el siempre vencedor adalid. Sin embargo, Almanzor encontró allí a un muy anciano monje, sentado a par del sepulcro de Jacobo: -¿Quién res?, le preguntó. -El guardián de estas reliquias, responde. Y volviéndose Almanzor a los suyos, mandó que nadie se atreviera a hacerle ningún daño ..."
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Orniz: San Román de Hornija (Valladolid), al Este de Toro y cerca del Duero. Para la iglesia, que en el siglo XII dependía del monasterio de San Pedro de Montes (Bierzo), inmediato al camino de la peregrinación.
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