Como todos los años, entre marzo o abril celebramos
los cristianos la Semana Santa conmemorando la pasión y muerte del Hijo de Dios
hecho hombre, así como su Resurrección. Hoy, ante la proximidad de tales
fechas, vamos a tratar de revivir por el presente artículo aquellas costumbres
y comportamientos de las antiguas Semanas Santas en nuestro pueblo.
En Semana Santa y Cuaresma –periodo de cuarenta días antes de la anterior- la abstinencia y el silencio visitaban las casas con dieta de potaje y bacalao. Procesiones, oficios vespertinos y sermones centraban y condicionaban toda la actividad del pueblo.
Era costumbre la sustitución del baile en la cuaresma por un paseo de los jóvenes hasta la estación de ferrocarril, tal vez por ser el único punto de referencia del pueblo que nos comunicaba con otros lugares y lejanos horizontes. Durante este paseo jugábamos a la comba por cuadrillas, y si las chicas no nos dejaban jugar recurríamos, por la fuerza y en actitud algo machista, a quitarlas la soga o cuerda que era el elemento principal de dicho juego. Cuando participábamos en dicho juego, a veces, surgía el cruce de miradas cómplices, que terminaban emparejando ilusiones, cuando empezábamos a sentir la savia en nuestros cuerpos adolescentes.
En Semana Santa y Cuaresma –periodo de cuarenta días antes de la anterior- la abstinencia y el silencio visitaban las casas con dieta de potaje y bacalao. Procesiones, oficios vespertinos y sermones centraban y condicionaban toda la actividad del pueblo.
Hasta el año 1960 existía la “Bula”.
Consistía en un documento que al adquirirlo aportaba a los cristianos
determinados privilegios. Había variedad de bulas, todas concedidas por el
Papa de Roma, aunque aquí solo nos referimos a la de abstinencia de comer
carne. La iglesia concedía diversas gracias e indulgencias a sus fieles. Hace
ya muchos años que un Papa abolió estos privilegios. Resulta que la Santa Madre
Iglesia ordenaba hacer ayuno y abstinencia, y como consecuencia no se podía
comer carne ni caldo de carne durante los 40 días de la Cuaresma, ni durante
todos los viernes del año y desobedecerlo era pecado mortal. Pero si tú sacabas
la “Bula” de carne, quedabas exento de esa prohibición, con excepción de los
viernes de Cuaresma, miércoles de Ceniza y Viernes Santo. Se expedía un
documento a nombre de la persona que adquiría la bula previo pago de una
peseta. El documento estaba firmado nada menos que por el Papa de Roma que era
el que concedía tal licencia para poder comer carne. Los viernes de Cuaresma el
menú en la mayoría de los hogares consistía en comer potaje con bacalao, comida
de pobres entonces, no ahora. Claro que a la gente rica que vivía en la gran
ciudad los daba igual esta prohibición pues podían permitirse tomar buenos
pescados y mariscos como sustitutos de la carne en esos días prohibida.
Las emisoras de radio cambiaban sus
programas habituales y emitían música clásica. Si por descuido canturreabas o
silbabas una canción cualquiera te avisaba de que eso no debía hacerse
porque había muerto el Señor.
Los distintos altares de las Iglesias
permanecían tapados con una cortina morada desde el comienzo de la cuaresma.
Nunca llegué a entender las razones de este comportamiento litúrgico; me
parecía extraño que durante el tiempo más sagrado del año se cubriera lo
que es bello en las iglesias, incluso el crucifijo. ¿No deberíamos estar
mirando la dolorosa escena del Calvario mientras escuchamos la narración de la
Pasión el Domingo de Ramos? Aunque pueda parecer contrario a la intuición la
Iglesia tenía dos razones para velar las estatuas e imágenes durante las
semanas de Cuaresma: la primera era que el velo cuaresmal morado
expresaba el dolor de la Iglesia en esas fechas, y la segunda
para reforzar nuestros sentidos y suscitar en nosotros un anhelo el
Domingo de Pascua. Como consecuencia del Concilio Vaticano II dicha costumbre
ha dejado de ser preceptiva.
El Sr. cura anunciaba un programa con
los horarios de las distintas celebraciones y procesiones. Los jueves y viernes
Santos las mujeres con velo y los hombres trajeados llenaban la iglesia. Olía a
cera, incienso, amapolas y otras flores silvestres recogidas en nuestros
campos para adornar el altar mayor.
Los días principales –jueves, viernes
Santo y domingo de Resurrección- traían al pueblo un sacerdote, de fuera,
predicador que motivaba y evocaba con su buena oratoria los distintos pasajes
de la Pasión del Señor. Algunas veces era designado algún sacerdote oriundo del
pueblo.
Apagaban la luz de los bares cuando
pasaban las procesiones por sus puertas y los escasos clientes, ya que antes
estaba muy mal visto no asistir a tales actos, observaban sin ser vistos.
En las procesiones filas separadas de hombres y mujeres acompañaban a las
imágenes entonando canciones como “Perdona a tu pueblo, Señor” y
caminaban en silencio. La noche del Viernes de Dolores salía, y sale
en la actualidad, a la luz de los faroles y de las primeras lunas llenas
de la primavera, la procesión con la Virgen, así mismo se celebra un Vía Crucis
por su recorrido.
Las campanas descansaban y cedían
turno a las matracas para convocar a los fieles a los actos litúrgicos,
produciendo éstas un sonido estruendoso, monocorde y triste, como si un
rayo de aldabas y madera cayera rompiendo el aire en pedazos.
Los bailes agarrados,
cuyas licencias más atrevidas eran cogerse las manos o el abarcar precavido
medio talle, con desahogado espacio fronterizo entre los
cuerpos, desaparecían en tiempos de Cuaresma, para así evitar las
tentaciones a las que uno de los principales enemigos del alma podía
inducirnos. Tardé tiempo en descubrir que la “carne” no se refería al
cordero, vaca o al cerdo, vedados por la vigilia en estas fechas, sino a la
atracción natural por el sexo contrario, al que, por lo visto y oído,
había que elevar hacia no sé qué idealismo platónico.
Era costumbre la sustitución del baile en la cuaresma por un paseo de los jóvenes hasta la estación de ferrocarril, tal vez por ser el único punto de referencia del pueblo que nos comunicaba con otros lugares y lejanos horizontes. Durante este paseo jugábamos a la comba por cuadrillas, y si las chicas no nos dejaban jugar recurríamos, por la fuerza y en actitud algo machista, a quitarlas la soga o cuerda que era el elemento principal de dicho juego. Cuando participábamos en dicho juego, a veces, surgía el cruce de miradas cómplices, que terminaban emparejando ilusiones, cuando empezábamos a sentir la savia en nuestros cuerpos adolescentes.
¡Hola, queridos amigos de "San Román de Hornija en el tiempo"! En primer lugar, me gustaría tener la oportunidad de felicitaros por el maravilloso contenido y el gran trabajo reflejado en vuestro blog, el cual demuestra la ilusión puesta en todos y cada uno de sus artículos. ¡FELICIDADES! Por ello, mi voto de este año en los "Premios XII 20Blogs (2018)", en la categoría donde es presentado vuestro blog, es para el mismo: ¡Esperando que este granito de arena os ayude a conseguir la merecida victoria! ¡Mucha suerte!
ResponderEliminarPor otro lado y en segundo lugar (siempre que lo consideréis oportuno), como blogger y creador del blog “Monstruo-Perfectamente Imperfectos”, desearía solicitaros vuestra visita al mismo y a su página de “Facebook”, para que podáis valorar igualmente nuestro trabajo y la ilusión depositada en ellos en forma de voto… siendo estas nuestras candidaturas de este año a este concurso, dentro de las categorías de “Blogosfera” y “Redes Sociales” respectivamente:
https://lablogoteca.20minutos.es/monstruo-perfectamente-imperfectos-61969/0/
https://lablogoteca.20minutos.es/monstruo-perfectamente-imperfectos-facebook-65237/0/
¡Sería un verdadero motivo de orgullo, el poder recibir vuestro voto en ambas candidaturas!
¡Muchas gracias por vuestra atención y un afectuoso saludo, por parte de vuestros amigos de “Monstruo-Perfectamente Imperfectos”!