El mundo rural siempre ha tenido gran inquietud por saber el tiempo que pueda hacer en su entorno. Las tareas agrícolas de siembra, cultivo y recolección han estado sujetas y dependientes del comportamiento del tiempo. La lluvia y su manifestación en un tiempo determinado trae consigo que sea un buen año de cosecha o malo por la escasez de ella. Es decir, que la agricultura tenía, más que ahora por los riegos, una dependencia casi total de la meteorología.
En casi todos los pueblos había una persona que entendía, o intrusos “chamanes” que querían tomar el pelo a los demás, en la predicción del tesoro tan anhelado como era la lluvia. Se dice que los pastores eran grandes expertos en la materia, basándose en la observación y comportamiento de sus ovejas.
En la actualidad los medios de comunicación: radio y televisión nos proporcionan una predicción muy certera del tiempo que va a hacer, hasta con semanas de antelación, gracias a los datos que suministran los nuevos satélites llamados “meteosat”.
Antes, sin los satélites citados, la predicción del tiempo se hacía casi siempre por la observación del comportamiento de: el Sol, la Luna, las estrellas, los vientos, las plantas y animales, tipo de nubes y lugar de su aparición etc.
Recuerdo que durante mi infancia en San Román de Hornija, ante esa aptitud de mirar al cielo para predecir el tiempo del día siguiente, siempre surgían algunos simpáticos personajes que alardeaban de tal presunción. Uno de ellos era el Sr. Ausencio, soltero y con fama de deformar, algunas veces la realidad, que ostentaba tener conocimiento en tal materia. Presumía de ser un gran observador de aquellos tranquilos y apacibles atardeceres que acaecían en aquel mundo rural. La gente le preguntaba, casi siempre con ironía:
- ¡Qué, Ausencio! ¿Va a llover mañana?
Siempre daba una aseveración rotunda diciendo:
- ¡Ni gota!, o por el contrario ¡Va a llover a cántaros!
Cuando acertaba, alguna vez, salía por el centro del pueblo, ostentando admiración y a la espera de que la gente le hablase sobre dicho tema. Él, muy airoso decía:
- ¡Si es que no me quieren hacer caso!.
Cuando, la mayoría de las veces, defraudaban sus inciertas predicciones no salía de casa. Años después, algún meteorólogo adscrito a la televisión española, se equivocaba en sus predicciones y continuaba al día siguiente con su programa.
Otro experto en la materia, pero a nivel más tecnócrata, era el Sr. Dimas. Este Sr. había estado en la guerra de Cuba y al terminar trajo, acompañando su desolación, un sencillo artilugio que predecía el tiempo para jactancia de sus convecinos. En San Román, a dicho utensilio le llamábamos “El fraile del Sr. Dimas", ya que un fraile barbudo, tal vez franciscano, era el protagonista de dichos eventos.
"El fraile del Sr Dimas" era un higrómetro más que barómetro, artilugio muy común en esa época, que se basaba en dos cabellos sujetos al cuerpo del fraile. Uno de los extremos sujeto a una capucha y el otro extremo a una mano con puntero señalizador. La presión atmosférica y la humedad
relativa hacían dilatarse o encogerse los citados cabellos y así el primero al encogerse tiraba de la capucha para cubrir su cabeza y el otro señalizaba el tiempo venidero en una escala graduada: Seco – Revuelto – Viento - Inseguro – Ventoso - Lluvioso.
Fraile del Sr. Dimaspara predecir el tiempo |
El artilugio tenía que colocarse en lugar seco y ventilado, para que sus predicciones pudieran funcionar en perfecta armonía con las variaciones atmosféricas del exterior.
Así, mucha gente angustiada preguntaba al Sr. Dimas.
- ¿Qué dice el fraile, Sr. Dimas, dice que va a llover?
- ¿Qué dice el fraile, Sr. Dimas, dice que va a llover?
Y él contestaba con actitud colaboradora y de servicio:
- ¡Sigue sin ponerse la capucha, así que de lluvia nada!
Algunos años, llegaba el mes de abril y mayo y el fraile del Sr Dimas no lograba encapucharse. La gentes, piadosas y creyentes, insinuaban al Sr. Cura, ante una catástrofe agrícola inminente, sacar la imagen de San Isidro y a veces la del Cristo de la Piedad, en procesión por el campo, en forma de Rogativas. Consistían éstas, en plegarias comunitarias dirigidas por el sacerdote, invocando y rogando la presencia de la lluvia. Asistíamos también los niños de la escuela a dicha procesión, que partía de la Iglesia y casi siempre llegaba hasta San Martín.
NOTA: Los personajes, ya desaparecidos, que figuran en el presente artículo, fueron reales y figuran con sus nombres que tuvieron: El Sr. Dimas vivió en San Román durante el siglo XIX y XX, y el Sr. Ausencio durante el siglo XX. Desde el presente artículo han sido tratados con suma simpatía y respeto; pero si algún familiar descendiente, considera oportuno que debemos omitir sus nombres lo haremos o asignaremos nombres ficticios. Desde “San Román de Hornija en el tiempo" los recordamos y honramos su memoria.
Sorprendentemente hemos cruzado la barrera de las 10000 visitas. Esto es lo que me anima y estimula hacia su continuidad. Os animo a que participéis en los comentarios ya que con críticas constructivas le haríamos más participativo y dinámico.
ResponderEliminarAlfio Seco