No sé exactamente la fecha que la televisión llegó a nuestro pueblo, pero
puede que fuese en el año sesenta y dos o sesenta y tres. El Bar de Teo fue el
primer televisor que se instaló en San Román de Hornija. Su cuñado era experto
en electrónica y un día se lo instaló.
Recuerdo que dicho bar se convirtió en un continuo peregrinar de los que
íbamos a ver a aquél invento, tanto los asiduos, como los que nunca
acostumbraban a pasar por tal establecimiento. Era tal la curiosidad que nos embargaba tal ingenio que todo eran manifestaciones de júbilo y alegría el ver
en nuestro pueblo tal adelanto. Claro que, como todas innovaciones también
tenía sus detractores, como siempre, los más mayores que la hacían culpable de
problemas de visión, ya que, cuando aquella principiante y recién germinada televisión emitía unas horas al día, en blanco y negro con un chisporroteo de nieve
incesante, hacía que las imágenes no se vieran con nitidez Era el complemento perfecto de la radio, ya
que el sonido se complementaba con imágenes y así se podía visualizar en
directo tanto un partido de fútbol como una corrida de toros. En Madrid, no en el
resto de España, habían comenzado las emisiones regulares el 28 de Octubre de 1956.
(Hoy día 28 de Octubre de 2015, día que publicamos el presente artículo, cumple
59 años).
El problema de su implantación en el pueblo era el precio de coste de aquellos
primeros aparatos ¿Quién podía pagar aquél dineral? Sólo lo podían comprar los
económicamente fuertes, de ahí que al principio de los sesenta, según cuentan,
el número de televisores en España era de unos cincuenta mil. Pero poco a poco
su valor adquisitivo fue bajando, y ante precios más asequibles fueron
introduciéndose, poco a poco, en nuestros hogares.
Quiénes compraban un televisor, por aquél entonces, demostraban con ello
dar a entender que eran poseedores de dinero, y este signo externo de riqueza se
transformaba además en ejemplo de modernidad, y también de ser personas que
estaban a la moda con las nuevas tecnologías. Y así, pronto, en cada una de nuestras
calles o barrios había al menos un televisor, y la casa del amigo o vecino poseedor de
tal aparato se convertía en una especie de teleclub donde íbamos a ver los
partidos de fútbol sentados en el suelo, ya que la sala se llenaba de gente;
mientras, sus padres aguantaban pacientemente el griterío, sin protestar,
compensados con una solapada y más que evidente presunción, la cual se manifestaba en
sus rostros sin disimulo alguno.
Quiero recordar que, en aquellos veranos en San Román, cuando se comenzaron
a televisar, en directo, las primeras corridas de toros, dada la afición
taurina de casi todos sus habitantes, se paralizaba toda la actividad
agropecuaria y todos volvían al pueblo a disfrutar de tal invento, casi siempre
a costa de trabajar las horas de siesta y así compensar esas horas de asueto.
Eran los tiempos de “Paco Camino” y del “Cordobés”, ídolos contrapuestos en
estilo y que ocasionaban ciertas discusiones, a veces acaloradas, entre los
afines o detractores de cada uno de ellos.
Así, la televisión se fue metiendo en nuestros hogares, cambiando nuestra
forma de vida y de convivencia. Hoy, con más de cincuenta años desde su
aparición, hemos convertido a la televisión en un miembro más, aunque material,
de la familia.
Los programas que se emitían en
un principio no eran tan diferentes de lo presentes, aunque las técnicas han
variado mucho (mejores sistemas de transmisión, emisión en color, alta
definición). Las cadenas difundían producciones extranjeras, largometrajes y
series como “Bonanza”, “Los Intocables”, “Los Vengadores”, “El Fugitivo” etc. Programas
de variedades como “Gran Parada” (primer gran éxito de la televisión española)
y “Salto a la Fama” que se programaban, por lo general, los viernes y sábado
por la noche. Como hoy, eran presentados por una pareja de hombre y mujer. Existían
también programas culturales, concursos de preguntas y respuestas como “Cesta y
Puntos”, “Un millón para el mejor” y “Un, dos, tres, responda otra vez” etc. Al
principio existía la Primera de TVE, luego apareció la Segunda y en la
actualidad estamos invadidos de privadas, así como de locales y autonómicas.
Creo que, desde aquel primer televisor que se instaló en San
Román y su posterior proliferación por casi todos los hogares del pueblo, la
televisión ha dejado gran influencia en sus habitantes. Gracias a esa ventana
mágica el mundo rural ha salido de aquel aislamiento que tenía con el resto del
Mundo y a veces ha influido culturalmente en sus habitantes.
No todo es positivo con la llegada de la televisión. Hemos de hacer
constar, la mala influencia que, a veces por su mala utilización, ésta aporta a
los hogares tanto rurales como urbanos y que señalamos a continuación:
- Cuando estamos
dispuestos a ver todos los programas que nos ponen, sin una previa elección o
selección del que nos interesa, estamos cayendo en una adicción a dicho medio.
- Rompe con una unión y
convivencia familiar. Con la televisión dialogan menos las familias y como
consecuencia no se hace frente a la resolución de los problemas que les
afectan.
- Por culpa de la televisión
se leen menos libros. Gracias a la lectura se consigue expresarse oral o por escrito mejor, así como
obtener una buena ortografía.
- Fomenta, por la
publicidad que emite, hábitos consumistas.
- Determinados programas
generan violencia en el televidente.
A pesar de este mal uso que damos a la televisión, hemos de
reconocer este gran invento del olvidado escocés: John Logie Baird, que en 1928
emitió por este medio las primeras imágenes.
Así, desde que vimos aquellas primeras imágenes el Bar de Teo
hasta nuestros días, este gran medio de información ha hecho palpitar nuestros sentimientos, algunas veces de alegría como la
llegada del primer hombre a la Luna o la caída del Muro de Berlín y otras de
tristeza al presenciar catástrofes naturales, accidentes o actos terroristas
como el de las Torres Gemelas, los
trenes de cercanías de Atocha en Madrid; pero ahí sigue, este medio audiovisual, prestando una puntual información y mejorando cada día en calidad y fidelidad.