lunes, 15 de septiembre de 2025

Las manías y rutinas


La monotonía de las manías y rutinas

 

Las manías son comportamientos repetitivos y compulsivos que una persona realiza de forma automática y muchas veces sin darse cuenta. Estas conductas pueden manifestarse de diversas formas, como por ejemplo ordenar objetos constantemente, lavarse las manos repetidamente, preocuparse excesivamente por la limpieza, morderse las uñas de las manos, hacer gestos involuntarios con cara, nariz y ojos. Es importante tener en cuenta que las manías no necesariamente son perjudiciales, pero si interfieren en la vida diaria de la persona o causan molestia. No nos referimos a esa ojeriza que a veces reside entre personas, capaz de fomentar odio, son las pequeñas costumbres o hábitos que todos tenemos, y que a veces pueden ser entrañables... o desesperantes.

Esas pequeñas cosas, aparentemente intrascendentes, nos producen un bienestar difuso, sin altibajos emocionales, conforman el núcleo central y más estable de nuestra vida. El que, como un pegamento, une alegrías y penas, formando un todo indisoluble.

No es fácil mantener el ánimo siempre en la cúspide. Hay curvas, piedras y baches en el camino, cuando menos te lo esperas, en un adelantamiento te das de bruces con un problema mal aparcado. Se alteran nuestros signos vitales básicos y al corazón le cuesta volver a su ritmo o cadencia habitual.

Los momentos de felicidad son resplandores que desaparecen pronto. Desde las simas de las aflicciones cuesta más trabajo levantar el vuelo. Resplandores y oscuridades se alternan en el inevitable transcurrir del tiempo. En medio de todo ello, la monotonía de las rutinas, que a fin de cuentas es el intervalo más duradero y estable. Es como la materia oscura del universo que, según los astrónomos, no emite ninguna radiación electromagnética, pero está ahí, influyendo en el movimiento y sincronía de las galaxias. Espacio y tiempo sin límites claros donde se desarrollan acciones a las que no les damos importancia, pero que forman el armazón que da estabilidad a nuestra estructura emocional. Hábitos adquiridos inconscientemente por la tendencia natural al equilibrio.

Son manías buenas: acudir al trabajo y esperar con ilusión el fin de semana, echarte la siesta o partida en el bar, el paseo diario, las cervezas cuando plazca, charlar con los amigos, sentarte en la puerta de tu casa a ver pasar la gente e intercambiar tópicos sobre el clima que genera este calor del presente verano

En estos días de vacaciones muchos buscan playas. Allí se supone que los que van encuentran lo que buscan. Los que permanecemos en tierra adentro somos marineros en mares extensos de trigales y viñedos, con sarmientos y espigas soportando como velas de barco al viento. Aquí no planean gaviotas en el aire, vuelan sobre nuestros campos: gorriones, palomas, alondras, colorines y alguna que otra codorniz. Las corrientes marinas son los caminos trazados en la piel de nuestro término. Las mareas, que la mar nos presta, antes las hacíamos viento para limpiar los garbanzos en nuestras eras, bieldo en mano lanzado hacia la luz del cielo. Ya no hay eras, hoces, trillos, bieldos ni aventadoras, las modernas máquinas agrícolas tratan de borrarnos anteriores recuerdos

Cada cual, según edad y condiciones, disfruta a su manera. Unos observando algún paisaje cotidiano de su pueblo salpicado de recuerdos, otros contemplando crepúsculos de atardeceres y amanecidas