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Zafiro
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Las piedras son testigos silenciosos de la historia
del planeta, con millones o incluso miles de millones de años de antigüedad.
Desde las rocas ígneas formadas por la lava solidificada hasta las preciosas
gemas como el diamante y el rubí, cada piedra tiene una historia única que
contar.
Las piedras tienen orígenes
fascinantes y diversos, dependiendo de su formación geológica. Se pueden clasificar
en tres grandes tipos:
1._ Rocas ígnea:
Se forman a partir del
enfriamiento y solidificación del magma o lava. Cuando el magma se enfría bajo
la superficie terrestre, se generan rocas plutónicas (como el granito),
mientras que cuando la lava se enfría en la superficie se crean rocas
volcánicas (como el basalto).
2 ._Rocas sedimentarias:
Se
originan por la acumulación de sedimentos como arena, arcilla, restos de
organismos y minerales transportados por el viento o el agua. Estos materiales
se compactan con el tiempo y forman rocas como la caliza y la arenisca. Muchas
de estas rocas guardan fósiles que nos cuentan historias de tiempos antiguos.
3._ Rocas metamórficas:
Son
rocas que han experimentado cambios debido a la presión y el calor extremo dentro
de la Tierra. Por ejemplo, el mármol proviene de la transformación de la
caliza, y el granito puede convertirse en roca de estructura pizarrosa.
Hay muchas clases de piedras y
muchos dichos sobre ellas. Jabalunas del color de la piel del jabalí cuando se
moja. Molares de los molinos. Preciosas. Almendrillas de las vías y carreteras.
Majanos en tierras labrantías. Las que forman cercas, las de los cauces de los
ríos, variadas de color y redondeadas por el arrastre de corrientes y torrentes.
Las de las umbrías, que ofrecen posada verde al musgo y las de las solanas lugar
de esparcimiento de las inquietas lagartijas.
Antes del cemento y alquitrán
empedraban las calles. No todas, sólo las principales. Las que
quedaban de tierra generaban polvo en días de viento y de barro en tiempo
lluvioso a los transeúntes. Cuando
empedraban alguna calle o corral las traían con carros y las iban dejando en
montones a trechos. Yo era niño, pero admiraba la pericia que mostraba el
maestro albañil para buscarle acomodo a cada una de ellas. Las miraba, les daba
vueltas y las colocaba en el sitio justo. Una labor artesanal, con
las rodillas en tierra. Pocos coches las transitaban entonces, pero si animales
de labranza y carros que eran los usuarios más frecuentes. Del roce de los aros
de hierro de las ruedas y de las herraduras de la caballería saltaban chispas a
su paso, más visibles a la hora del regreso a casa, al anochecer.
Las piedras nos sirvieron a los
niños para nuestros juegos: como la rayuela. De postes de las porterías de
fútbol -sobre las que dejábamos la ropa que nos iba sobrando-. Con las más
planas cortábamos el agua del arroyo lanzándolas sobre su superficie, como pez
que se alejaba a saltos. Para jugar a la “tarusa” en carencia de petacos de hierro.
Como munición de nuestros tiradores de goma y como no decirlo, dado nuestro
espíritu bélico y primitivo, algunas veces, apedreábamos a los de otra escuela.
Las utilizábamos también, a falta de monedas, para decantar la suerte a cara o
cruz, escupiendo en una de sus caras.
Cuando el hombre deja de vivir
en cuevas y chozas emplea la piedra para hacer su vivienda, destacando su uso como
el material de construcción preferente. Las empleaba en la cimentación del
edificio, así como para hacer fachadas, tapias y cercas. Actualmente se sigue empleando la piedra para
obras civiles como puentes, pantanos etc.
Hay terrenos cultivables muy pedregosos.
Me viene a la memoria el pago de San Román, nuestro pueblo, llamado “Monte
Viejo”, donde el labrador sanromaniego ha cultivado siempre luchando con las piedras
o cantos de grandes proporciones que allí existen. En terrenos muy pedregosos,
se pueden usar máquinas especiales llamadas recolectoras de piedras para
retirarlas antes de sembrar. Aunque puede dificultar el trabajo agrícola, estas
piedras pueden aportar los siguientes beneficios:
- Ayudan al drenaje del suelo:
al evitar que se acumule agua, lo que es crucial para ciertos cultivos.
- Preservación de humedad: Las piedras pueden actuar como
reguladores térmicos, reduciendo la pérdida de humedad del suelo en áreas
secas.
- Riqueza mineral: Algunas rocas contribuyen a la composición
mineral del suelo, mejorando su fertilidad.
- Las piedras absorben calor durante
el día y lo liberan por la noche: creando un microclima que puede ser
favorable para ciertos cultivos.
Una buena opción para cultivar en
terrenos pedregosos es elegir plantas que pueden crecer bien en este determinado suelo, como viñedos,
olivos o almendros. Estas plantas tienen raíces fuertes que pueden penetrar
fácilmente entre las piedras.
Hemos de mencionar el concepto
de “energía de las piedras” que
se basa en la idea de que las piedras almacenan y canalizan energía debido a
las estructuras minerales que las componen. Esta creencia ha sido relevante en diversas
culturas y prácticas espirituales, donde se cree que cada piedra
emite vibraciones únicas que pueden influir en nuestra salud y bienestar.
La litoterapia es una práctica que utiliza piedras para
equilibrar la energía del cuerpo. Se basa en la creencia de que cada piedra
posee propiedades curativas únicas
que pueden influir positivamente en nuestro bienestar físico y emocional.
Mientras que algunas tradiciones culturales atribuyen propiedades curativas y
energéticas a las piedras, la ciencia aún debate sobre la existencia de esta
energía. Esta dualidad entre creencias espirituales y análisis científico
enriquece nuestra comprensión del papel de las piedras en nuestras vidas.
Por último, dan ganas de eso,
de ser piedra y apartarse de esta locura de vida donde algunos paranoicos con
mucho poder y más odio están ensuciando los atributos que nos distinguen como
personas para convertirnos en víctimas de sus delirios. Ahora hay que
prepararse, nos avisan, para la guerra que estos megalómanos pueden provocar.
Poema:
Como
Tú. ( León Felipe)
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como
tú,
piedra ligera; como tú,
canto
que ruedas
por
las calzadas
y por
las veredas;
como
tú
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo
los cascos
y bajo las ruedas;
como
tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo
para honda,