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lunes, 19 de marzo de 2018

Las antiguas Semanas Santas de San Román de Hornija



Aquellas Semanas Santas

 

    Como todos los años, entre marzo o abril celebramos los cristianos la Semana Santa conmemorando la pasión y muerte del Hijo de Dios hecho hombre, así como su Resurrección. Hoy, ante la proximidad de tales fechas, vamos a tratar de revivir por el presente artículo aquellas costumbres y comportamientos de las antiguas Semanas Santas en nuestro pueblo.

    En Semana Santa y Cuaresma –periodo de cuarenta días antes de la anterior-  la abstinencia y el silencio visitaban las casas con dieta de potaje y bacalao. Procesiones, oficios vespertinos y sermones centraban y condicionaban toda la actividad del pueblo. 

    Hasta el año 1960 existía la “Bula”. Consistía en un documento que al adquirirlo aportaba a los cristianos determinados privilegios. Había variedad de bulas, todas concedidas por el Papa de Roma, aunque aquí solo nos referimos a la de abstinencia de comer carne. La iglesia concedía diversas gracias e indulgencias a sus fieles. Hace ya muchos años que un Papa abolió estos privilegios. Resulta que la Santa Madre Iglesia ordenaba hacer ayuno y abstinencia, y como consecuencia no se podía comer carne ni caldo de carne durante los 40 días de la Cuaresma, ni durante todos los viernes del año y desobedecerlo era pecado mortal. Pero si tú sacabas la “Bula” de carne, quedabas exento de esa prohibición, con excepción de los viernes de Cuaresma, miércoles de Ceniza y Viernes Santo. Se expedía un documento a nombre de la persona que adquiría la bula previo pago de una peseta. El documento estaba firmado nada menos que por el Papa de Roma que era el que concedía tal licencia para poder comer carne. Los viernes de Cuaresma el menú en la mayoría de los hogares consistía en comer potaje con bacalao, comida de pobres entonces, no ahora. Claro que a la gente rica que vivía en la gran ciudad los daba igual esta prohibición pues podían permitirse tomar buenos pescados y mariscos como sustitutos de la carne en esos días prohibida.

    Las emisoras de radio cambiaban sus programas habituales y emitían música clásica. Si por descuido canturreabas o silbabas  una canción cualquiera te avisaba de que eso no debía hacerse porque había muerto el Señor.

    Los distintos altares de las Iglesias permanecían tapados con una cortina morada desde el comienzo de la cuaresma. Nunca llegué a entender las razones de este comportamiento litúrgico; me parecía extraño que durante el tiempo más sagrado del año se cubriera lo que es bello en las iglesias, incluso el crucifijo. ¿No deberíamos estar mirando la dolorosa escena del Calvario mientras escuchamos la narración de la Pasión el Domingo de Ramos? Aunque pueda parecer contrario a la intuición la Iglesia tenía dos razones para velar las estatuas e imágenes durante las semanas de Cuaresma: la primera era que el velo cuaresmal morado expresaba el dolor de la Iglesia en esas fechas, y la segunda para reforzar nuestros sentidos y suscitar en nosotros un anhelo el Domingo de Pascua. Como consecuencia del Concilio Vaticano II dicha costumbre ha dejado de ser preceptiva.

    El Sr. cura anunciaba un programa con los horarios de las distintas celebraciones y procesiones. Los jueves y viernes Santos las mujeres con velo y los hombres trajeados llenaban la iglesia. Olía a cera,  incienso, amapolas y otras flores silvestres recogidas en nuestros campos para adornar el altar mayor.
    
    Los días principales –jueves, viernes Santo y domingo de Resurrección- traían al pueblo un sacerdote, de fuera, predicador que motivaba y evocaba con su buena oratoria los distintos pasajes de la Pasión del Señor. Algunas veces era designado algún sacerdote oriundo del pueblo.

    Apagaban la luz de los bares cuando pasaban las procesiones por sus puertas y los escasos clientes, ya que antes estaba muy mal visto no asistir a tales actos, observaban sin ser vistos. En las procesiones filas separadas de hombres y mujeres acompañaban a las imágenes entonando canciones como “Perdona a tu pueblo, Señor” y caminaban en silencio. La noche del Viernes de Dolores salía, y sale en la actualidad, a la luz de los faroles y de las primeras lunas llenas de la primavera, la procesión con la Virgen, así mismo se celebra un Vía Crucis por su recorrido.
    
    Las campanas descansaban y cedían turno a las matracas para convocar a los fieles a los actos litúrgicos, produciendo éstas un sonido estruendoso, monocorde y triste, como si un rayo de aldabas y madera cayera rompiendo el aire en pedazos.

    Los bailes agarrados, cuyas licencias más atrevidas eran cogerse las manos o el abarcar precavido medio talle, con desahogado espacio fronterizo entre los cuerpos, desaparecían en tiempos de Cuaresma, para así evitar las tentaciones a las que uno de los principales enemigos del alma podía inducirnos. Tardé tiempo en descubrir que la “carne” no se refería al cordero, vaca o al cerdo, vedados por la vigilia en estas fechas, sino a la atracción natural  por el sexo contrario, al que, por lo visto y oído, había que elevar hacia no sé qué idealismo platónico.

    Era costumbre la sustitución del baile en la cuaresma por un paseo de los jóvenes hasta la estación de ferrocarril, tal vez por ser el único punto de referencia del pueblo que nos comunicaba con otros lugares y lejanos horizontes. Durante este paseo jugábamos a la comba por cuadrillas, y si las chicas no nos dejaban jugar recurríamos, por la fuerza y en actitud algo machista, a quitarlas la soga o cuerda que era el elemento principal de dicho juego. Cuando participábamos en dicho juego, a veces, surgía el cruce de miradas cómplices, que terminaban emparejando ilusiones, cuando empezábamos a sentir la savia en nuestros cuerpos adolescentes.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Aquellas mujeres de mi pueblo


Desde la atalaya del tiempo


    Nací en un lugar de cuyo nombre sí quiero acordarme: San Román de Hornija. En los años de mi niñez, algo de mi adolescencia y juventud, que pude vivir en el pueblo, me permitieron conocer cómo eran las mujeres sanromaniegas de aquella época, concretando, nuestras madres, nacidas a principios del siglo XX. Creo que era tan grande su papel en aquellas familias de entonces que bien merecen este humilde recuerdo. 

    Quizá en aquellos años, hablo de los años de la posguerra, no era yo consciente del carácter, de la fuerza de aquellas mujeres curtidas en acero, quizás tampoco era sabedor de los valores que por sí mismas portaban y transmitían.

    Hoy, desde el recuerdo en la atalaya del tiempo, me percato de la gran misión que cumplieron con creces nuestras madres y que paso a enumerar:

    1,_Eran las auténticas responsables de la crianza de los hijos, y así, compartiendo con el padre, inculcaban un respeto hacia los demás, especialmente hacia los mayores, así como otros valores de los que hoy carecemos.

    2._Las que guardaban y transmitían la tradición y costumbres del pueblo en lo relativo a cocinar con las recetas heredadas de sus madres y abuelas: la forma de preparar la chacina para poder hacer aquellos maravillosos chorizos y salchichones, así como aquellos bollos, pastas, mantecadas y flores, tan típicos en carnavales.

    3._Muy temprano, iban con cántaros a por agua al caño para el consumo doméstico. En invierno llevaban garlochas para surcar por aquellas calles del pueblo llenas de barro, sin alcantarillado ni aceras. Entonces no había agua corriente y desconocían toda la noción de lo que era un grifo.

    4._Trajinaban en las faenas de la casa sin los adelantos de los electrodomésticos actuales: lavadoras, lavaplatos y aspiradoras que hacen más llevaderas dichas tareas domésticas. Lavaban la ropa en el arroyo, a pesar de la temperatura que llevaría el agua en aquellos inviernos, a veces partiendo el carámbano que cubría dicho arroyo. Otras veces lo hacían en los corrales por medio de recipientes de madera llamadas artesas.

    5._A pesar de la dureza de las tareas domésticas, antes mencionadas, eran las encargadas de dar de comer a los animales: gallinas, cerdos, conejos, así como la limpieza de pocilgas y gallineros.

    6._Tomaban parte activa en la matanza, elaborando la comida de los participantes llamada “chanfaina”, lavado de tripas, elaboración de la chacina, llenado de chorizos y salchichones, elaboración de conservas de lomo.

7    ._Confeccionaban, como habían aprendido de sus madres, casi toda la ropa interior de los miembros de la familia, así como las camisas, jerséis, bufandas, calcetines, además de coser y remendar la usada. Hoy la ropa se encuentra confeccionada y al alcance de todo los bolsillos según calidades.

    8._Ayudaban en las faenas del campo en: vendimias, barrido de solares en las eras, limpia de garbanzos, espigado; sin olvidarnos del cosido de cebaderas, mantas, sacos y demás útiles agrícolas.

    9._Participaban en el cuidado y recogida de los ascendientes de ambas partes. La mujer soportaba con resignación, cariño y buen trato la recogida de dichos abuelos.

    10._ Por último, carecían de falta de colaboración de nuestros padres en las tareas domésticas. Entonces estaba mal visto el hombre que ayudara y colaborara en tales tareas. En la actualidad, afortunadamente, ha quedado superada tal inhibición paterna y ahora vemos a los jóvenes de ambos sexos, dentro del matrimonio,  repartirse ambas tareas. 

    Por todas las razones expuestas, desde este "blog" y con el presente artículo, quiero rendirles un sentido homenaje a aquellas mujeres de nuestro pueblo de esa época. Me invade el recuerdo, cómo no, de mi madre Leocricia (Leo) y de todas las demás madres de entonces que bien merecen un recuerdo y consideración, con las que siempre estaremos en deuda porque fueron la esencia de nuestras vidas.

    Ellas levantaron esta España, ellas, mujeres de negro, mujeres siempre con mandil limpio y toquilla, de alpargatas raídas y manos agrietadas con eterno olor a lejía. Ellas merecen todo el calor, todo el reconocimiento y todos los homenajes. Ellas, que acabaron sus días, como sus vidas, solas, en silencio, sin esperar nada a cambio, ni un gesto de gratitud y consideración que hubiera recompensado tanta entrega. Madres y abuelas anónimas a las que tanto debemos. Se nos han ido muriendo llevando con ellas su memoria y reconocimiento. Urge que cada cual haga un archivo en su memoria sobre las mujeres de aquella generación del sacrificio, mujeres duras en aquella época de limitaciones, pues de ese modo podremos, poco a poco, reconstruir toda una época de tiempos difíciles para aquellas mujeres de la sonrisa eterna.

    No quiero, con este artículo, deslumbrar la gran labor de las madres actuales, parte principal, junto al padre, de la responsabilidad de educar a los hijos, difícil tarea en estos tiempos en los que no es fácil ser padres, así como ser maestros. Madres que en la actualidad han roto los roles de sus madres y abuelas trabajando fuera de casa.

    Hoy, 8 de Diciembre de 2017 publico el presente artículo, coincidencia intencionada con el anterior “Día de la Madre”. Desde el año 1965 dicho evento, tal vez, por motivos comerciales y de consumo, dejo de coincidir con el día de la Inmaculada Concepción, para ser trasladado al primer domingo de Mayo.

Alfio Seco Mozo



lunes, 10 de julio de 2017

El pan, complemento de una buena dieta mediterránea.




El pan y sus nutrientes





Pan redondo
    A partir de la expulsión del Paraíso a Adán y a Eva según párrafos bíblicos, y la posterior condena al hombre y a la mujer: “comeréis el pan con el sudor de vuestra frente”, hasta la época actual, el pan ha estado sujeto a distintas contradicciones. Unas veces se le ha considerado elemento principal de la alimentación del mundo occidental y otras se le ha tildado y menospreciado de ser la causa de distintos males en el ser humano, ejemplo la obesidad. Valorado excesivamente su posesión en tiempos de miseria. Recuérdese las dificultades para su adquisición en la pasada postguerra española, que algunos que nos peinamos alguna cana sí recordamos, su adquisición giraba en torno a las cartillas de racionamiento. Afortunadamente, en los pueblos productores de trigo no se daba tal penuria. En algún tiempo si se caía algún trozo al suelo se le recogía dándole un beso reverencial.

    Como no recordar en nuestra niñez, cuando salíamos de la escuela, cogíamos la merienda, un cantero de pan –entonces no conocíamos las barras- acompañado de chocolate o queso y nos íbamos a jugar. Hoy los niños actuales, juegan menos en grupo, y en vez del pan cogen otros derivados de la harina acompañado de diversos azúcares y grasas, que hoy llamamos “bollería industrial” muy perjudicial para la salud.

    Antes, en los pueblos, el pan se elaboraba en las casas. Amasando la harina con agua y sal en grandes artesas. Había familias que poseían horno en sus casas para realizar la cocción, pero los que no tenían acudían a hornos que regentaban otros vecinos. Quiero recordar en nuestro pueblo los hornos de las Sras: Benita, Benedicta, Pacita -a la altura del "Caño Viejo"-, Teresa, Epifania y Petronila - esta última en la "Calle Cerrada" -, posiblemente quedo alguno en olvido. A estos hornos también se llevaban para hornear: bollos, pastas, rosquillas y mantecadas que era costumbre hacer en los Carnavales. El pan, una vez cocido, se guardaba en tinajas o en escriños y allí se iba utilizando durante 8 días, sin ponerse duro. El que compramos hoy no permite aprovecharse al día siguiente por endurecerse a las 24 horas.  

    Encontramos dos razones o factores principales que pueden ser causas de este actual endurecimiento inmediato del pan.
    -La primera podría ser: antiguamente se empleaban en la elaboración del pan levaduras naturales que se elaboraban y conservaban 8 días para su empleo en la próxima cocción, hoy, sin embargo, se utilizan levaduras químicas. Hemos de recordar que el fin de la levadura es conseguir la fermentación del pan y conseguir un pan más esponjoso.
    -La segunda y tal vez la más lógica: actualmente el pan se vende a peso (es decir, una barra de X gramos, un pan de X gramos). Los panaderos cuecen poco el pan, para que así quede un exceso de agua y la barra pese lo mismo pero con menos harina, por lo que producen pan con menos coste de harina y a la vez ahorran energía al acortar el tiempo de cocción. El pan así elaborado expuesto al aire no se endurece porque se seca, sino porque se humedece debido al vapor de agua. Este exceso de agua que contiene hace que el pan se ponga duro muy pronto.
Pan de barra
    Antiguamente sólo se conocía el pan redondo, luego aparecieron las barras, pero según su composición o tipo de harina que se emplee encontramos estos tipos de panes: blanco, integral, de centeno, de maíz, de avena, de molde, sin sal, etc.
El pan no sólo puede ser un plato por sí mismo, sino que puede ser ingrediente de una receta o el acompañamiento ideal de una comida. Es un alimento que incluimos a diario en desayuno, almuerzo, merienda y cena. En definitiva, se trata de un alimento básico, noble y muy nutritivo que, aun así, maltratamos injustamente.

Los nutrientes del pan:
    Su composición básica se desprende de la harina que le da origen, por lo tanto, los panes en general tienen como protagonistas de sus nutrientes los hidratos de carbono. Quizá por ello, muchos creemos erróneamente que el pan engorda, son falsos mitos que existen. Sin embargo, los hidratos de carbono que posee el pan son en su mayoría complejos, es decir, no se trata de azúcares simples, sino que al organismo le lleva un poco de tiempo metabolizarlos. Además, los hidratos de carbono complejos del pan aportan 4 Kcal. por gramo, al igual que los hidratos que posee la fruta o la verdura.

    En definitiva, el pan no engorda y en su versión tradicional, apenas aporta grasa, pues el 80% de las calorías que ofrece derivan de sus hidratos.
    Una porción de pan de unos 30 gramos aporta unas 85 Kcal, igual que un vaso de refresco que sólo aporta azúcar y ninguna vitamina, mientras que el pan, además de hidratos y pocas calorías, nos ofrece buenas vitaminas y minerales para el organismo. Aunque mucho depende de su composición, generalmente el pan es fuente de sodio, potasio, fósforo y calcio, mientras que también ofrece vitaminas del complejo B necesarias para el correcto funcionamiento del sistema nervioso.

    No cabe ninguna duda de que el pan es un alimento con una gran importancia en la cultura mediterránea, y su historia está muy ligada a la historia de las diferentes civilizaciones., experimentando los cambios de la sociedad en los diferentes momentos de la historia. Ha sido considerado un alimento básico en la sociedad mediterránea por su coste económico y por su facilidad para disponer de él.

    Desde los años 60 y con el aumento de nuestro nivel de vida el patrón de consumo de la sociedad española ha cambiado y el pan va cediendo su importancia en nuestra dieta diaria, ligado a una mejora en el nivel de vida. Durante estos años, además, el pan ha experimentado en nuestro país un proceso de industrialización que afectó notablemente a la calidad media del producto.

    A pesar de ello, el pan sigue ocupando un lugar de privilegio en el pensamiento de nuestra sociedad, debido a la tradición milenaria de su elaboración y consumo. En los últimos años, parece que el pan está de moda otra vez y se habla mucho más de pan que en ningún otro tiempo se había hablado, incluso en los años de su mayor consumo.

    Empleemos más nuestros bocadillos hechos con buen pan y mejor jamón y huyamos de tanta comida basura, hoy tan de moda, ejemplo: hamburguesas, sándwiches, etc.

    El pan, alimento básico desde hace siglos en numerosas culturas, está omnipresente en el refranero castellano. Estos son algunos de los dichos populares más conocidos:

"Donde hay hambre, no hay pan duro".
"A falta de pan, buenas son tortas".
"Castellano fino: al pan, pan, y al vino, vino".
"De los olores, el pan; de los sabores, la sal".
"Donde pan comes migas quedan".
"Las penas con pan son buenas".
"Pan caliente, hambre mete".
"Pan ganado sabe a gloria".
"Pan de trigo, leña de encina y vino de parra sustentan la casa".
"Uvas con queso y pan, no hay en el mundo tal manjar."
“Contigo pan y cebolla”.
“A pan duro diente agudo”.
“Dios le da pan al que no tiene dientes”.
“Al buen amigo, dale tu pan y dale tu vino”.
“Con pan y ajo crudo se anda seguro”.
“De tierra de alacranes pocos panes”.
“El pan ajeno hace al hijo bueno”.
“Al pan se arrima el perro”.
“Amigo que no da pan y cuchillo que no corta, aunque se              
pierdan no importa”.
“El pan aunque sea duro, más vale para mí que para ninguno”.
Dame pan y dime tonto”.
“A quien no le sobra pan, no críe can”.
“Cada niño al nacer trae un pan bajo el brazo”.
“Con su pan se lo coma”.
“Come pan y bebe agua y vivirás vida larga”.
“Pan a hartura, vino a mesura”.  
“Pan ajeno, caro cuesta”.  
“No hay peor afán que muchos hijos y poco pan”.
“Pan con pan comida de tontos”.
“Pan de ayer, carne de hoy y vino de antaño, traen al hombre             
sano”.
“Pan de mi alforja, como el no me falte todo me sobra”.
“Pan, pan, muchos lo toman y pocos lo dan.
"Pan candeal, pan celestial”.  
“Pan de centeno, para tu enemigo es bueno”.
“El muerto a la mortaja y el vivo a la hogaza”.
“Con vino añejo y pan tierno se pasa el invierno”.
“Bocado de pan, rajilla de queso y de la bota un beso”.
“Quien no da migas no tendrá amigas”.
“Pan rebanado sin vergüenza es masticado”.
“Pan que sobre, carne que baste y vino que falte”.
“Quien de mano ajena come pan, come a la hora que se lo dan”.
“Llueva o no llueva, pan hay en Orihuela”.
“Con pan y vino se hace el camino”.  
“Eres más bueno que el pan”.
“Más pan y menos manteles”.  
“Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro”.
“Más vale pan con amor, que gallina con dolor”.
“Es un manjar exquisito, mojar el pan en huevo frito”.
“Ni mesa sin pan, ni ejército sin capitán”.
“Sin pan y  tocino, el año es dañino”.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Aquellas cartas de puño y letra


Declive del lenguaje epistolar







    Los trazos caligráficos se han convertido en una reliquia. Hoy recordamos con nostalgia aquellas cartas escritas de puño y letra, esas que contenían sentimientos trabados en las lomas y los valles de los trazos. Daba igual que los renglones se manifestasen torcidos, lo importante es que reflejaban la personalidad del remitente. El poder de un simple párrafo escrito de puño y letra era fantástico

    Al recibir una carta, aparte de la alegría que te producía su recepción, imaginabas las circunstancias en que te la habían escrito. Cuando pasa el tiempo y vuelves a releer sus líneas en las cuartillas ya amarillentas,  notas aún los latidos del corazón azul de la tinta. La misma sensación que te produciría una flor seca guardada entre las hojas de un libro.  

    Ya casi no se escriben cartas a puño y letra. El teléfono, por su automatismo y popularización, dio un duro golpe a las cartas  Al final la llegada de internet ha terminado dispersando las cuartillas de los escritorios.  Los jóvenes abandonan  este noble medio de comunicación y se dedican  a ejercitar compulsivamente los pulgares sobre los teclados de sus móviles, encriptando el lenguaje con un esqueleto de signos y amparándose en la ley del mínimo esfuerzo. 

    Las cartas tradicionales se revestían de formalismos, de frases hechas que rodeaban como un envoltorio el  contenido del mensaje. La fecha, el saludo introductorio: querido, apreciable, estimado… según grado de afecto y relación. Los dos puntos y aparte y la primera coletilla que se hizo tan popular: “Espero que a la llegada de esta os encontréis bien, nosotros quedamos bien  gracias a Dios”, o similar. El cuerpo o meollo: “sabrás por la presente que ….” y la despedida con la graduación que correspondiera: abrazos, besos o saludos, según los vínculos que nos unieran al destinatario. Para remate, la postdata, esa perchero tras la firma, donde se colgaban los olvidos.
Vivimos en una época en la que prima la celeridad del correo electrónico, Facebook, Twitter o el WhatsApp y sumergirse en las profundidades de una carta manuscrita es casi un viaje antropológico. Nunca renunciaremos a estos nuevos sistemas de comunicación, bien empleados, pero sentimos gran nostalgia ante la desaparición de aquel lenguaje epistolar.

    Una carta es un medio de comunicación escrito por una persona (emisor - remitente) y enviada a otra persona que está lejos (receptor - destinatario).  Es un texto funcional cuya información y diseño facilitan su propósito que generalmente está relacionado con la solución de un problema específico, o la manifestación de unos sentimientos La carta nos sirve para comunicar a otra persona nuestras ideas y pensamientos, contar historias, dar noticias, expresar sentimientos, informar, etc. Con el lenguaje de las cartas se proyectaba la cultura de quien la escribía según su redacción, estilo, ortografía etc.

    Ahora la mayor parte de las cartas que recibimos son comerciales, de bancos, de compañías eléctricas u organismos administrativos. Fríos estándares que anuncian subidas o reclaman cobros con un lenguaje engorroso y sibilina redacción disfrazada de  amenazas. “Por la presente comunico a usted …”.
Las  entrañables son las familiares, las de amor o amistad.  Esas que se guardaban atadas con una cinta y en sus líneas se adivinaban las manos y las miradas de quienes las escribieron. Las que releídas después de muchos años nos siguen evocando momentos inolvidables cuando las circunstancias ya no son las mismas. Allí, entre los renglones de las cuartillas amarillentas por el tiempo, permanecen  unos sentimientos que un día nos conmovieron y que por eso  las  hace únicas e irrepetibles. Prefiero esas cartas de antes escritas a mano, las que  empezaban por la fecha y acababan con la firma. En el centro el conjunto de sentimientos que iban derramándose a través de la tinta. 

    Nadie ignora (mejor dicho: algunos han olvidado) que las cartas manuscritas fueron alguna vez reinas y señoras de la conversación entre ausentes. Aquellas costumbres que el meteórico avance de las nuevas tecnologías parece haber erradicado de nuestras vidas. Un hábito -tan cotidiano en otras épocas- que sirvió para decirse tantas cosas. Según las estadísticas: seis de cada diez españoles no recuerdan la última vez que recibieron una carta manuscrita o postal. En lo personal, amo ambas formas de comunicación. Adoro las nuevas tecnologías –las utilizo a diario y creo que son herramientas altamente democratizadoras- pero también aprecio la tinta y el papel.
    
    Un recuerdo para aquellos carteros de nuestro pueblo, hoy desaparecidos: José Gallego, así como mis primos Vítores Cabezudo y su hermano Luis. Ellos con su presencia en nuestras puertas, en aquellas época, nos aportaron la ilusión y alegría de poder recibir nuestras primeras cartas.

    Y aunque el espacio (si da para más) se despide, por hoy, de ustedes con un cordial saludo este amigo suyo, actualmente “bloguero”, que lo es.
                                                      
Alfio Seco Mozo

domingo, 5 de marzo de 2017

Las fiestas de los pueblos colindantes


La Fiesta de la Magdalena en Villafranca del Duero



     Todos los pueblos de Castilla, dentro de la estación veraniega, celebraban y celebran sus fiestas locales. Era visita obligada, y participación de los jóvenes de los pueblos colindantes, a aquél donde se celebraba dicho festejo. Así los jóvenes, y no tan jóvenes, de San Román participábamos de esas actividades festivas de los pueblos vecinos: Toro, Castronuño, Pedrosa del Rey, Casasola de Arión  y Villafranca del Duero.

 

    Una de las primeras fiestas a las que asistíamos era la del 22 de Julio, festividad de María Magdalena y se celebraba en Villafranca del Duero. Los pormenores y peculiaridades que guardamos de la asistencia festiva a éste pueblo nos dejaron unos recuerdos y una huella que merecen hoy ser contados.

 

    Villafranca del Duero dista de nuestro pueblo apenas 5 Km., pero esa pequeña distancia geográfica que nos separaba se veía más lejana a causa del curso del río Duero que divide dichos pueblos. Entonces no disfrutábamos de puentes, como el que existe en la actualidad en la “Presa”, ni tampoco había coches; la única manera de cruzar el río, que marcaba una barrera u obstáculo entre la comunicación de ambos pueblos, era a través de barcas que unían ambos márgenes u orillas. No eran barcas que se dedicaran exclusivamente a tal comunicación o travesía entre ambos pueblos, eran casi siempre barcas de pescadores de San Román, que de forma extraordinaria nos transportaban  ese día festivo a la otra orilla a cambio de un estipendio por travesía con el que conseguían mejorar su débil economía de sacrificados pescadores de agua dulce.

 

    ¡Quién no recuerda las barcas del Sr. Tasio “El Balerio” y la del Sr. Bertilio! Ambos hacían de su profesión la pesca con red de barbos, boas y demás seres vivos que les permitía la rica fauna, en aquella época, del río Duero. Los peces los vendían en San Román o en pueblos próximos llevándolos en grandes “cestañas” de mimbre.

    Hasta el embarcadero llegábamos desde San Román en burros y los más aventajados lo hacían en bicicleta. Los burros los atábamos a pequeños y espontáneos arbustos, que surgían en ese margen derecho del río, y allí permanecían a la espera de nuestro regreso. Las barcas nos comunicaban con Villafranca mediante un peculiar y, a veces, arriesgado viaje. Los especialistas en pilotar tales naves lo hacían mediante varales largos que apoyaban en el fondo del río y mediante una especie de palanca conseguían navegación venciendo la corriente del propio río. A veces, casi siempre, por excesiva carga, llegaba a entrar agua en las barcas y había que sacarla con alguna lata, antes de de conservas, o algún recipiente en forma de cazo.

    Por la tarde, disfrutábamos en Villafranca del peculiar y típico espectáculo taurino, tan característico y similar a casi todos pueblos de Castilla. Por la noche había baile de salón con unas características y costumbres tan singulares que le diferenciaban del resto de los bailes de otros pueblos de la comarca, A diferencia de otros lugares, donde se bailaba bajo una petición a la joven entre una pieza y otra, aquí en pleno baile era un deambular de bailadores pidiendo intercambio de pareja, lo que se llamaba “La fía”. Se trataba de una costumbre ancestral establecida en este pueblo y consistía en hacer un cambio o rotación de bailadores a las chicas del baile, sin ninguna opción o decisión por parte de éstas; solamente requería una petición, aparentemente educada al bailador anterior, que sólo admitía el simple y abreviado formulario ¿Por favor? Muchas veces surgían peleas ante la negativa del primer bailador a tal cambio a causa de una buena complicidad con la bailadora, aunque dicha actitud chocaba frontalmente con todo lo que conllevaba dicha costumbre, asumida como ley por todos los jóvenes del lugar. Ante tales negativas algunas veces había fuertes peleas sin llegar la sangre al río Duero próximo.

 

     Dicho formulario de pedir baile coartaba toda libertad e iniciativa de la mujer para bailar con quien quisiera. La chica era un ente pasivo y sin decisión, dada la tiranía del hombre a elegir la bailadora que le interesaba, así como la que ejerciese en él algún poder de atracción. Dudo, porque lo desconozco, que tal costumbre esté en vigor en la actualidad ya que estos comportamientos eran fruto del machismo exacerbado de aquella época.    


    El regreso, a altas horas de la madrugada, aumentaba los riesgos de dicha navegación, debido principalmente a la obscuridad de la noche, así como alguna copa de más que llevábamos tanto barqueros como tripulantes, circunstancia por la que, tal vez, no intuíamos tal peligro. Hay que hacer notar que la mayoría no poseíamos ninguna técnica de natación. Gracias a Dios, nunca ocurrió desgracia alguna en tan arriesgada y peculiar travesía, y así, quizás por morbo, volvíamos a acudir, el siguiente año, a aquel ambiente festivo tan singular y típico de la Magdalena en Villafranca del Duero.



miércoles, 18 de mayo de 2016

Los adobes en la antigua construcción de San Román.



La construcción con tierra cruda


    Repasando mis recuerdos, hoy trato de evocar el adobe, aquel material de construcción tan propio y genuino de tierras castellanas y muy empleado en otros tiempos en nuestro pueblo: San Román de Hornija. Era una arquitectura tan popular y tan nuestra que bien merece un rincón en este blog.
    Al carecer de piedra de canteras en esta tierra -lo máximo que hay son cantos, algunos de buenas proporciones en algunos pagos de nuestro término, muy aptos para la cimentación- el adobe se convirtió en la necesaria solución para la construcción de la vivienda rural y sus dependencias: corrales, cuadras, pocilgas, pajares etc.. El adobe frágil y humilde posee algunas cualidades que no se deben despreciar y que carecen los modernos materiales.
    El empleo del barro en la construcción data de tiempos prehistóricos, bien en forma de tapial o en forma de adobe. Con la llegada de los españoles a América también llevaron consigo la costumbre de construir con “tierra cruda” Sin embargo, esta técnica constructiva ya había sido empleada por lo nativos americanos desde mucho antes de la llegada de cualquier europeo. En ese sentido destacan los yacimientos arqueológicos prehispánicos de Paquimé y la cultura denominada Casa Grandes en Chihuahua (México) que utilizaban los adobes y el tapial.

El tapial y el adobe.
TAPIAL
    El tapial o tapia es un muro macizo constituido por barro apilado y prensado. Para darle la forma de muro al barro y evitar que este se desmorone, así como para facilitar el prensado, se empleaba una cajonera denominada tapial. Una vez colocado el tapial sobre el cimiento, se vertía el barro en su interior y se prensaba. Cuando estaba formado la tapia o muro se retiraba la cajonera y se dejaba secar al aire libre.


Pared de  adobes
     Los adobes son bloques de barro elaborados con un molde, de un tamaño un poco mayor al de un ladrillo. Para conformar muros, se apilan los adobes de la misma forma como se hace con los ladrillos y para unirlos entre si se usa arcilla o cal y arena.
    El adobe tiene la ventaja sobre el tapial que, al ser más manejable, se puede manipular cómodamente en las construcciones de altura, es más fácil su utilización en el relleno de los entramados, y único para la fabricación de arcos, bóvedas, cúpulas, falsas cúpulas, etc. Yo he conocido el empleo del adobe en aquella construcción rural, sin embargo, nunca vi el empleo del tapial, aunque dan testimonio de tal construcción distintas tapias, locales y hasta viejas casas realizadas por tal procedimiento en nuestro pueblo.
    La elaboración de los adobes, actividad eminentemente artesanal, se hacía después de acabar las eras y antes de que llegara el invierno, para que pudieran secarse bien. Se elegía, casi siempre, la tierra de las orillas de nuestro arroyo Hornija, aprovechando la proximidad del agua como elemento principal en su elaboración. Una vez extraída la tierra se cavaba bien y se la dejaba lo más molida posible. A continuación se recogía la tierra en un montón y se hacía un pozo en el centro donde se echaba el agua necesaria para hacer la masa. Para que ésta compactara se le ponía paja trillada, a poder ser de centeno, y se amasaba bien con los pies hasta que estaba a punto para moldear.
El molde era de madera y se llamaba adobera. Era una especie de cajón alargado del que sobresalían un poco las tablas de dos lados para poder levantar la adobera y que saliera bien el adobe. Tenía aproximadamente unas medidas de 20 x 15 x 10 cm. Medidas que variaban de una región a otra de España. Para moldear se cogía la adobera y se la mojaba para que no se pegara la masa. Esta operación había que repetirla cada vez que se llenaba la adobera de barro. Para que el adobe saliera bien de la adobera, era necesario apretar con los puños por las cuatro esquinas.
Según se iban sacando los adobes de la adobera se iban tendiendo al sol para que se secaran. Se dejaban unos días y se les daba la vuelta para que se secaran también por el otro lado. Una vez secos, se apilaban y, si no se iban a emplear inmediatamente, se ponían haces de bardas o de espadaña encima con el fin de protegerlos del aire y, sobre todo, de la lluvia. En San Román se empleaba el adobe para todo tipo de construcción: casas, corrales, pajares etc. porque la piedra era más difícil de obtener.
Los segadores que habían terminado la siega y como no había paro en aquellos tiempos, se dedicaban, como una forma de llevar los garbanzos a casa, a la labor artesanal de hacer adobes; más tarde los vendían a quien los necesitaba. Podíamos decir que dicha actividad artesanal era eminentemente social, un recurso más de supervivencia.  

Ventajas de la construcción con “tierra cruda”
    La tierra cruda presenta una serie de importantes ventajas con respecto a los materiales de construcción de naturaleza industrial actuales, entre ellas destacamos:
    Gran capacidad como aislante térmico: El material del que está constituido el adobe y el tapial es un buen aislante térmico. El interior de una casa construida con este material requeriría un uso mucho menor de sistemas de climatización que en una convencional de materiales industriales. Las casas construidas con barro resultan frescas en verano y cálidas en invierno logrando fácilmente un agradable bienestar térmico.

    Gran capacidad como aislante sonoro: El adobe y el tapial resultan ser también muy buenos aislantes acústicos. Las viviendas construidas con tierra cruda quedan más aisladas de los ruidos exteriores, resultando más silenciosas que otras construidas con materiales industriales convencionales.

    Ahorro energético en climatización: La capacidad de aislante térmico del los muros construidos con tierra reduce o incluso evita el uso de sistemas de climatización, lo que supone un ahorro económico, energético y de emisiones de CO2. Una vivienda construida en adobe o tapial en países fríos y que contase con alguna técnica ecológica de climatización, como por ejemplo la energía solar pasiva, podría llegar a prescindir totalmente de sistemas de calefacción que consuman combustibles.

    Fabricación de bajo impacto ambiental: Para la fabricación y procesado de los adobes o para la conformación de los muros de tapia, se empleaba mucha menos energía que la necesaria para fabricar otros materiales actuales. Para la fabricación de ladrillos o de bloques de hormigón, así como de los cementos, se recurre a la quema de combustibles fósiles para obtener las altas temperaturas necesarias en su procesado industrial. En cambio, el adobe y el tapial se hacen a mano y con la ayuda del Sol.

    Reintegración a la naturaleza: El adobe y el tapial, por estar constituidos por materiales locales y presentes naturalmente en el medio, pueden tener una reintegración total a la naturaleza una vez que el edificio ya ha pasado su vida útil. En cambio el ladrillo, el hormigón y el cemento no se reintegran a la naturaleza una vez que el edificio ha perdido su función, quedando como escombros y provocando un impacto ambiental mucho mayor.

    Resistencia del material: Aunque la resistencia de estos materiales puede ser inferior a otros industriales existentes como el ladrillo, a escala humana resulta suficiente. Un edificio de adobe y tapial correctamente construido y mantenido puede llegar a superar fácilmente los 100 años de vida útil en buen estado. En teoría y con el mantenimiento adecuado, un edificio de adobe podría resistir de manera indefinida.

    Resistencia al fuego: Debido a su naturaleza físico-química, la tierra cruda presenta una gran estabilidad y resistencia al fuego, resultando ésta claramente superior a otros industriales como el acero, el ladrillo u otros materiales sintéticos e inflamables.

Desventajas del adobe y el tapial con respecto a otras técnicas constructivas:
    Limitación en altura: La construcción con tierra cruda, debido a la resistencia del material, limita a dos alturas el número de pisos con que se puede construir un edificio

    Vulnerabilidad ante el agua: El agua produce sobre el adobe y el tapial, un efecto erosivo similar al ejercido sobre el suelo sin vegetación. No obstante existen diversas técnicas que la cultura popular ha desarrollado en diferentes partes del mundo para solventar este problema. Para evitar el efecto negativo del agua de lluvia que se acumula en el suelo en momentos de precipitación intensa, los edificios construidos con tierra se sustentan sobre cimientos de piedra, o de cualquier otro material resistente al agua. Las paredes exteriores se las puede cubrir con modernos productos para conseguir gran capacidad de impermeabilización.

    Debilidad sísmica. Debido a la naturaleza mecánica del material, las estructuras de adobe y de tapial son más vulnerables al efecto de los temblores y de los terremotos.

Conclusiones:
    La construcción con este material, además de ser de sencilla y económica, presenta otras muchas ventajas que la hacen atractiva para lograr viviendas ambientalmente responsables. Se trata este de un material que se ha usado desde hace milenios (como poco desde entorno a los 8.000 años a. C.) en diversas partes del mundo donde se daban las condiciones para ello. Aún hoy día es muy usado en muchas partes del mundo.
    En las últimas décadas, este material ha sufrido un injusto descrédito ante la llegada de los materiales de construcción industrial pasando a considerarse como arcaico. Afortunadamente en la actualidad vuelve a renacer un interés por la técnica de la “tierra cruda”, formando parte de los estudios arquitectónicos más vanguardistas del Mundo, a raíz de sus magnificas propiedades para conseguir unas edificaciones medioambientalmente más responsables, complementando, y sin descartar totalmente, los nuevos materiales.

    Aprovechamos, desde aquí, para rendir un homenaje a aquellos antiguos albañiles y adoberos de nuestro pueblo, hoy desaparecidos, que hicieron de su vida y profesión un desarrollo de  aquella cultura de la “tierra cruda”