viernes, 25 de septiembre de 2015

La vendimia


Tiempos de vendimia






    El verano ha dado ya sus últimos coletazos, apagándose lentamente esa intensidad de calor que ha proyectado el presente año. Las mañanas y las noches son ya frescas como consecuencia de la reciente llegada de la nueva estación. Los campos se visten de rojo, amarillo, marrón y demás tonos multicolores que anuncian la caída de aquella hoja verde que acompañaba a los frutos en verano. Las calles adquieren un olor especial a uva estrujada ¡Es que ha llegado el Otoño! ¡Estamos en tiempos de vendimia! Ahora corresponde recolectar esa uva madura que la madre naturaleza ha depositado en las cepas y de la que se sacarán ricos vinos jóvenes y mejores crianzas.
 
    No debemos dudar que la vendimia de hoy día ha mejorado, respecto a la de antes, en cuidados especiales, delicadeza y limpieza a la que se somete la uva en su recogida. Antes valorábamos más el factor cuantitativo, olvidándonos de aquellos elementos nefastos que acompañaban a la uva en su recogida: como la tierra que se adhería en la base de los cestos y cuévanos de mimbre, así como las hojas que también iban al lagar ocasionado una pérdida de calidad de aquellos caldos que entonces se elaboraban. Hoy los enólogos hacen un seguimiento, días antes de la vendimia, del estado del racimo para llevar a cabo la recolección en el momento idóneo de madurez, glucosa, acidez, etc. En una palabra, se realiza la vendimia de una manera más sofisticada.       

    Recordamos, aun siendo niños, aquellas vendimias de entonces llenas de ilusión y alegría. Se empleaba como medio de transporte los carros llenos de cestos de mimbre y vendimiadoras. Para aposentar al personal se tumbaban cestos en la parte delantera del carro que hacían de asiento a las personas. Había cierto pique, pero sano, entre las cuadrillas de los distintos carros. Cuando los conductores de éstos eran jóvenes había competición por adelantarse en aquellos caminos que conducían a las viñas. Durante las horas de recogida se manifestaba la alegría cantando. Era muy popular la pelea de chicos y chicas por hacerse lagarejos, que consistía en estrujar un gajo o racimo de uvas en la cara del otro; pero todo sin ofenderse, con mucha alegría y mejor humor.

    Cada fila de cepas, que aquí llamábamos líneo, era vendimiado por una pareja que portaba, cada uno por su asa, el correspondiente cuévano que una vez lleno de uvas se vaciaba en cestos de mimbre de mayor capacidad. Esta actividad siempre era realizada a hombros de algún varón; mientras, las vendimiadoras, a falta de tal recipiente, seguían cortando racimos y echándolos en su mandil.   

    La siguiente fase era de elaboración y se realizaba en las bodegas. Se pisaban los racimos de uva en algún lagar o prensa para transformarlos en mosto. Ese mosto era trasladado a las cubas por medio de recipientes llamados odrinas y gracias al fenómeno de la fermentación ese azúcar de la uva se transformaba en alcohol y como consecuencia en vino. Durante esos días, el paraje de las bodegas tomaba un olor o aroma característico, como efecto de esas fermentaciones que se estaban produciendo en las distintas cuevas o bodegas, así como al orujo que esperaba su conversión en aguardiente. 

    Si vendimiar es la acción de cortar uvas, no podemos olvidarnos de aquellos “uveros” de San Román, que vendían la uva de albillo, como fruta, por los pueblos de esta comarca. Llevaban el fruto en banastas y con ayuda de burros, carros y romanas emprendían tal actividad comercial bien de madrugada. 

    La vendimia era una actividad, en aquellos tiempos, eminentemente alegre, familiar y social.   



POEMAS A LA VENDIMIA:


Ya dio alegre el fresco otoño
la señal de la vendimia,
y a su voz redobla el eco
por los valles  y colinas.
¡Los cestos, pues, se preparen!
¡Avísese a las cuadrillas!
y al campo salir gritando:
¡Honor al Dios de las viñas!

_ . _

¡Pero mirad qué alegres
mozos y mozas
invaden los viñedos
desde la aurora!
¡Ver qué alegría
pregonan los cantares
de la vendimia!









martes, 1 de septiembre de 2015

Nos estamos haciendo mayores



¡Cómo ha pasado el tiempo!

   
    Han pasado los años, las estaciones y los meses sin poderlos frenar en su velocidad; pasa el tiempo inexorablemente. Atrás dejamos aquellas sendas que nos trajeron ilusiones, alegrías y tristezas, pequeños altos en este camino que, aunque duro, todos deseamos vaya para largo. Ahora, parece que hemos cambiado el paso y que otros comienzan a adelantarnos al grito de que nos vamos haciendo viejos. Admitimos, aunque a regañadientes, que nuestra zancada no sea tan joven como la de antes, aunque intentamos ganar el ritmo perdido echando mano de nuestras experiencias de la larga caminata que hasta aquí nos ha llevado.

    Me molesta el nuevo adjetivo ordinal que se nos aplica a nuestra edad, concretamente, el que nos cataloga o clasifica como la "Tercera Edad”. La connotación de tercera lleva consigo el someternos a una categoría muy baja en nuestro recorrido, ya que nos suena a tercera división o a billete vulgar de tercera en los antiguos trenes  etc. No estoy de acuerdo con ese merecimiento o catalogación, prefiero ser llamado “Mayor”, o “Viejo”, a pesar de todo lo que encierra dicha palabra. En el estudio de los pueblos antiguos y sus civilizaciones observamos el privilegio, respeto y dignidad que los mayores representaban en el ente familiar: participaban en los llamados consejos familiares y tenían la máxima autoridad en las decisiones familiares, dada la experiencia acumulada por su edad.

    Definitivamente, nos vamos haciendo mayores ¿Y qué? Todos deseamos llegar a más mayores, aunque nos llamen viejos. Atrás quedaron aquellos años que desde nuestra niñez queríamos acelerar el tiempo para satisfacer las ansias de dejar de ser niños. Hasta hace poco nunca pensábamos en un final, lo veíamos tan lejano que nos considerábamos casi eternos. La llegada de esta etapa en la que se presentan y afloran las limitaciones, especialmente físicas, nos hace pensar más en un declive que anuncia un final ¡Ojalá lejano! que no dejamos de asumir. Ahora, nos damos más cuenta que nuestra estancia aquí es pasajera y que el hombre nace para morir y dar paso a nuevas generaciones ¡Que sería de este Mundo en caso contrario! Habría más paro, los jubilados aumentarían y la capacidad de recursos disminuiría considerablemente en las naciones de toda la Tierra.

   No todos los que nacimos esos años, desgraciadamente, han podido llegar a nuestra edad actual. Miramos hacia atrás y recordamos a aquellos amigos o compañeros que quedaron en el camino y tristemente no pudieron disfrutar esta jubilación que también ellos anhelaban.

 Las siguientes vivencias o formas de vivir acontecimientos, costumbres y aficiones de aquella época nos identifica ya como mayores:
  - Llevábamos, como consecuencia de aquella posguerra, algún que otro cosido en aquellos pantalones cortos de pana, calcetines altos y zapatillas de piso de goma.
    - Vivimos la época en que el cine, en el salón del Sr. Tirso, empezaba con el “Nodo” de marras y casi siempre incluía temas taurinos.
    - Nos mandaban nuestras madres ir a por leche, a la casa de aquellas familias que tenían vacas, con aquellas lecheras blancas  de porcelana y casi siempre nos preguntaba la mujer que nos encontraba  ¿Quién está malo en tu casa? Considerando tal alimento propio de enfermos porque lo cotidiano eran las sopas.
    - Empezábamos con los cigarrillos de hoja de vid y más tarde pasamos a los Peninsulares (12 letras), Celtas y con suerte pillábamos algún Bisonte en las fiestas o en algunas bodas.
    - Disfrutábamos del teatro siendo bien niños. Con nuestra tajuela en mano íbamos hasta el salón de Sr. Fortunato; era la semana cultural de aquella época, ya que unos comediantes aficionados venían de un pueblo llamado Venialbo (Zamora) a representar 4 ó 5 obras de su repertorio. Representaban obras que impactaban mucho en aquella época como: “La hija de Juan Simón”, “Don Juan Tenorio” etc. ¡Todo un oasis de cultura popular!
    - Bebíamos los domingos de verano, si nos llegaba la propina, una bebida refrescante llamada “Sinalco”, aún no se comercializaba la “Coca Cola” ni la “Fanta”.
    - Comprábamos 2 reales de pipas y nos llenaban el bolso.
    - Nos influyó tanto la Peseta que, a pesar de utilizar hace tiempo los Euros, aún seguimos calculando determinadas cosas con ella.
    - La mili ofrecía mucha influencia en los jóvenes del mundo rural. Era una comunicación con el exterior, conocer y convivir con otros jóvenes y, sobre todo, esa manera de acatar y obedecer al poder militar durante ese año, o año y medio de acuartelamiento.
    - Los domingos de cuaresma no había baile. La juventud se consolaba acudiendo de paseo a la Estación de Ferrocarril, soñando, tal vez, en la existencia imaginaria de otros lugares lejanos más comprensivos y tolerantes. 

    Seguro que los de mi época os identificáis con el recuerdo de tales cosas ¿verdad? Que forman una muestra en la larga lista de detalles y vivencias que cada uno guardamos imborrables en nuestra memoria, ya que lo actual lo grabamos mal y borramos pronto.
   
     ¡Vale que nos vayamos haciendo viejos! ¡Pero con la cabeza bien alta y a mucha honra!  Que no hay peor vejez que la del espíritu y recuerda que vivimos en un mundo cada vez más activo y comunicativo, en donde la actualidad del minuto presente pronto se convierte en el ayer.

martes, 16 de junio de 2015

Aquellos veranos de antaño en nuestro pueblo.



La recolección de los cereales


    Como no recordar aquellas antiguas faenas agrícolas que se llevaban a cabo en los veranos de nuestro pueblo, concretamente durante los meses de Julio y Agosto. Toda la actividad de los labradores giraba en torno a la recolección de los cereales: cebada, trigo y algo de centeno o avena. Aquella forma de realizar la recolección, que hoy la analizamos con nostalgia, se realizaba a base de esfuerzo físico y manual por carecer de la modernidad de las máquinas agrícolas actuales. Los trabajos, aunque duros y  penosos, se realizaban con mucha ilusión al ver recompensados tales esfuerzos  con el fruto o la mies que, según el comportamiento de la meteorología del año, se manifestaba en buena o mala cosecha.

    Nos proponemos evocar aquel proceso de recolección como un recuerdo cariñoso a nuestros antepasados, así como para dar a conocer a los jóvenes de ahora aquellas actividades y esfuerzo de sus abuelos; ahora gracias a las nuevas tecnologías aplicadas a la agricultura disfrutan de una forma de recolectar el campo más fácil y con menos sacrificio.

    Los preparativos: Como toda la actividad principal de la recolección  se realizaba en la era, desde la primera quincena del mes de Julio que se comenzaba a trillar hasta finales de Agosto que se recogía, había que tener todo previsto y a punto para tal fin con los siguientes tareas preventivas:

    Guadañar la era: dado que el solar era de hierba había dejar el suelo raso, sin nada de ésta.

    Hacer la chabola: Algunas eras poseían su caseta de mampostería y adobe, pero si carecían de ella se realizaba este pequeño refugio con palos, cuerdas y manojos. Era el lugar donde se mantenía el agua o vino fresco y protegido de aquellos vehementes rayos solares de esa época; también se guardaba en ella algunas herramientas: rastros, tornaderas, escobas etc. y principalmente el lugar donde se realizaba la merienda familiar. Aquellas chabolas me han recordado siempre a las de los indios de las películas del Oeste, sólo que mientras que las de los indios se cubrían con pieles de animales a estas las cubríamos con manojos, material muy abundante en nuestro pueblo.

    Reponer herramientas propias de la era: Había que hacer un recuento de las herramientas propias de la era para reponerlas por otras nuevas s¡ era necesario. El 29 de Junio, festividad de San Pedro y San Pablo, se celebraba en Toro, centro comarcal y comercial por excelencia, un mercadillo en sus calles donde aparte de la venta de ajos se vendían todas las herramientas propias para la era: rastros, bieldas, bieldos, tornaderas, trillos etc. Era el lugar adecuado para la reposición de tales carencias.

    La Ilusión de los niños: Recuerdo de niño el deseo e ilusión que me hacía el que mi padre decidiera el día de comenzar la era. Días anteriores le preguntaba con insistencia  ¿Padre, cuándo ponemos la era? Me daba alegría, ilusión y regocijo todo lo que traía consigo este anual evento; ya de mayor no detectaba en mi tales sentimientos ya que me sentía más protagonista de los trabajos tan duros y penosos que conllevaba la actividad de la era.   

    La siega: La primera fase de la recolección era la siega. Cuando la espiga cogía un color entre amarillento y dorado la cuadrilla de segadores con sus hoces bien afiladas llevaban a cabo dicha operación. El segador iba segando y dejando, de vez en cuando, gavillas que el rapaz recogía con su cuerno y amontonaba en “morenas”. Antes de la moderna cosechadora surgió la máquina agavilladora que, movida con una yunta, segaba por el movimiento de un grupo de cuchillas  y depositaba la mies en forma de grandes gavillas que aquí llamábamos “maraños”.


    (Las siguientes actividades de recolección giraban en torno a la “era”, lugar donde se realizaban el resto de actividades)

    Acarrear: Era el traslado por medio de los carros, preparados para tal fin, de la mies desde las "morenas" a las eras. Hemos de aclarar que en San Román de Hornija no se ataba en haces, acción que realizaban en la mayoría de los pueblos vecinos;  cargar un carro, sin atar la mies encerraba ciertas dificultades y algo de arte.  La acción de acarrear se realizaba antes de la salida del sol, casi siempre de madrugada, con el fin de una mejor recogida, así como para procurar estar descargando en la era sobre las 9 de la mañana. El madrugar en el acarreo siempre iba en consonancia con la lejanía de dicha parcela a la era, por lo general se realizaba entre las 2 y las 3 de la mañana. Sirva de anécdota que muchos jóvenes, después de haber trasnochado un domingo o festivo, llegaban a su casa y, sin pasar por la cama, se cambiaban a la ropa de faena para ir a acarrear. Comprendemos el sueño que soportarían a lo largo de esa jornada. Con la llegada de los tractores, medio de transporte más rápido, ya no se madrugaba tanto.

    Esparramar o Desparramar: Consistía en repartir la mies, con tornadera de madera de dos picos, por toda la trilla. Se trataba de  distribuirla uniformemente por el solar circular donde el mismo día se realizaría la trilla.
`+    Trillar: Trillar era la faena agrícola más relevante, larga y significativa que se realizaba en la era. Se trataba de pasar un trillo con una yunta de animales por un solar circular donde se había distribuido la mies.  El trillo era un instrumento de madera en forma de tablero abarquillado con el fondo, o parte inferior, armado con hileras de lascas de piedra de sílex o cuarcita que servía para desgranar las espigas, así como para triturar la paja. Esta labor era más eficiente si se realizaba con la ayuda del sol. Quiero recordar la visita por las eras de aquellos hombres con blusón negro, oriundos de Cantalejo (Segovia), que vendían trillos nuevos o empedraban los viejos.

    Tornar: Se paraba de trillar, al menos dos o tres veces por jornada, para “tornar”. Consistía esta acción en cambiar o remover, con una tornadera (horca) de madera de dos o cuatro picos, la parte menos superficial de la trilla y así se trillaba todo uniformemente y así recibía por igual el efecto de los rayos solares.
Había un suplemento de hierro en forma de cuerno que se aplicaba en la parte trasera del trillo, creo recordar que se llamaba "tornadera de hierro"; admitía dos posiciones según el estado de la trilla, la primera por la mañana, conseguía remover la trilla surcando ésta a modo de un arado, la otra por la tarde y, ya avanzada la trilla, aplicándole a dicho artilugio una chapa en forma de pala. Ambas posiciones perseguían el único objetivo de tornar o remover mecánicamente y así activar la trilla. 
    
    Acañizar o Cañizar: Al atardecer terminaba la faena de la trilla. La misma yunta tiraba de un instrumento en forma de rastro grande o tablero con el que se recogía la trilla en una parva. El que cañizaba se subía encima de dicho instrumento para que aumentase el peso de dicho tablero y así en cada pasada recoger más cantidad de trilla. A los niños nos encantaba subirnos en la cañiza.


    Aparvar: Una vez recogido la trilla con la cañiza, en la proximidad de la parva de días anteriores, se llevaba a cabo la acción de aparvar. La parva era algo similar a un tejado alargado a cuatro aguas y rematado por dos pequeños picos en los extremos; había que elevar la trilla a lo más alto de dicho parva con dos objetivos: proteger dicha mies de las humedades que pudieran surgir por alguna tormenta ocasional de verano y para su mejor almacenaje. El tener las eras con las mejores parvas marcaba el sello artístico del dueño, así como signo de buena cosecha.  

    Barrer los solares: El espacio donde se trillaba en la era se llamaba solar y como ya hemos dicho era circular. Cuando se terminada de trillar la cebada en ese mismo solar se trillaba el trigo y, con el fin de evitar la mezcla de los granos, se barría dicho solar, actividad en la que participaba toda la familia. Para esta acción se empleaban escobas de bardas, muy frecuentes en las eras y hechas para este fin, rastros y si era de mucho contenido la cañiza. Estas barreduras contenían trilla de mala calidad por contener mucha tierra del suelo y se recogía en un montón llamado “terreguero”. Este “terreguero” se aventaba un día de aire con el bieldo y alguna criba. El cereal que se obtenía era de mala calidad y era empleado para pienso de las gallinas.        

    Aventar: Es la acción de separar el grano de la paja. En la antigüedad se realizaba lanzando al aire el cereal con un bieldo ,pero posteriormente surgieron las máquinas aventadoras, que curiosamente se fabricaban para toda España en los vecinos pueblos de Casasola y Pedrosa. Las aventadoras separaban el grano de la paja mecánicamente; consistía en generar aire mediante un gran ventilador y así se conseguía separar el polvo de la paja gracias al movimiento de unas cribas. En un principio funcionaban de forma manual, pero a partir de los años 60 del pasado siglo eran movidas por pequeños motores o mediante la toma de fuerza de un tractor. La acción de limpiar o separar grano de la paja con aventadoras tenía dos procesos: despajar y zarandar. El conseguir que dicha máquina funcionase era a base de la fuerza del hombre que movía todo el proceso mediante una manivela; el esfuerzo que éste realizaba era tan considerable que había que turnarse en dicha actividad.

    La llegada del motor aplicable a la aventadora hizo la acción de aventar más llevadera. Una vez limpio el trigo se amontonaba en un muelo. Recuerdo, quizás por un excesivo celo en defender la propiedad de aquellos muelos, que durante las noches se custodiaban dichos montones durmiendo algún miembro de la familia en la era, especialmente jóvenes, al lado de dicho montón, durante los días que dicho muelo permanecía en ésta.   

    “Acostalear”: Llamábamos, en San Román de Hornija, a la acción de envasado del grano para transportarlo a lugar seguro, casi siempre a un local que existía en todas casas de labradores llamada panera. Esta acción se realizaba en costales, de ahí tomaría el nombre tal acción. Los costales eran una especie de sacos, aunque menos anchos y más altos, siempre confeccionados con lienzo muy fuerte.  
La capacidad de los costales era de 2 fanegas,  si se acostaleaba trigo cada costal pesaba 86 Kg. (aproximadamente) cada uno, por el contrario si las dos fanegas eran de cebada pesaba cada costal sobre 65 kg. A cada costal se le echaba cuatro veces el contenido de un recipiente de forma trapezoidal (dos caras laterales eran trapezoidales) llamado media fanega. 

    Meter la paja: Consistía en almacenar la paja, una vez separada del grano, en locales llamados pajares. La paja era un complemento importante en la alimentación de los animales de labranza. Se transportaba en un armazón que se aplicaba al carro donde colgaban unas redes que impedían su vertido. Los pajares eran llenados en su totalidad y así cuando se cerraba la puerta se terminaban de llenar por una ventana llamada bocarón. Al  bocarón  se subía, casi siempre un chico, con el cometido de descongestionar dicho acceso y que cupiese más paja en el habitáculo ¡Qué picor en todo el cuerpo al día siguiente! También se tragaba mucho polvo. La herramienta que se empleaba para cargar la paja se llamaba bielda. Al finalizar la acción de meter paja terminaba todo el proceso de recolección y se barría la era.


    Hoy con la mágica cosechadora de cereales se consigue la siega, la trilla, la limpia, todo a la vez ¡Ah! sin acarrear, esparramar, tornar, barrer solares, acostalear, etc.


     El labrador actual se olvida en verano de todo lo que conllevaba el entorno de las eras y tiene tiempo para desarrollar otros cultivos, especialmente los de regadío.


Trigo ya granado, apto para la siega
Segador




Bielda y Bieldo


Gavilladora

Aventadora

Tornadera u horca de distintos picos


Trillo por sus dos caras