viernes, 10 de abril de 2015

Epitafio de Chindasvinto a la muerte de su amada Reciberga



Distintas versiones del Epitafio



EPITAFIO
    En la pared de la actual Iglesia de San Román cuelga un mármol negro con un epitafio dedicado por el octogenario Rey visigodo Chindasvinto a su joven esposa Reciberga, que traducido de un latín antiguo ha dado lugar a distintas versiones e interpretaciones de dicho epitafio. Publicamos hoy las cinco versiones de su traducción encontradas. Aunque  difieren por la manera de interpretar la traducción de ese latín antiquísimo, todas recogen la pena de un rey octogenario por la pérdida de su joven esposa, cuando cumplía ésta 22 años y 8 meses. Nos llama la atención cómo este hombre octogenario pudo casarse con una niña de 15 años.

    Respecto a la controversia de si Chindasvinto fue enterrado o no en San Román de Hornija, citemos a la “Historia de los Reyes Godos”, de San Ildefonso, que dice: “Chindasvinto fuera de Toledo murió en paz, en el Monasterio de San Román de Hornija, junto al Duero, que él mismo edificó desde sus fundamentos; Fue sepultado dentro de la propia iglesia, en un gran monumento con cuernos en las cuatro esquinas”. El dato concreto de las cuatro esquinas “cornutas” dota de veracidad esta frase e incluso podemos aventurar que el autor fue un testigo presencial. Chindasvinto, había fallecido el 30 de septiembre de 653 mientras que Reciberga murió el 18 de octubre de 646.

    Se cree que Eugenio Tercero de Toledo en nombre de Chindasvinto escribió este bello epigrama sepulcral. Aunque representa el dolor del rey, no creemos que Chindasvinto, un rudo guerrero, poseyese dicha cultura literaria.



 Primera versión del Epitafio:
 (Este verso sobrecogedor, también figura en el archivo toledano)


     “Si se pudiese evitar la muerte dando joyas y oro
  ningún mal podría acabar con la vida de los reyes.
  pero, como la suerte golpea por igual a todos los mortales, ni el dinero salva a los reyes, ni el llanto a los pobres.
  

    Desde aquí, esposa, porque no pude vencer al destino,
concluido tu funeral, te encomiendo a la protección de los santos, para que, cuando el fuego voraz venga a abrasar la tierra, resurjas unida a ellos.
   Y ahora, amada mía Reciberga, ¡adiós!  mientras prepara el féretro tú amado rey Chindasvinto.

    Solo me resta evocar brevemente el número de años
que duraron tu vida y nuestra unión:
el lazo de nuestro matrimonio duró apenas siete años,
y tu vida: “veintidós años y ocho meses”


    Segunda versión del Epitafio:
   

     “Si valiese dar por la muerte oro y piedras preciosas
 ningunos males pudieran acabar las vidas de los reyes
 más, pues una misma suerte derriba todas las cosas   mortales.

      Ni el premio puede rescatar a los reyes de muerte,
ni el lloro a los pobres, por esto, no puedo más que
encomendarme a los santos, que te amparen para que,  cuando la cruel llama viniera el día del juicio a quemar  el mundo, resucites confiada en compañía de ellos.

       Queda, pues, con Dios, mi muy amada Reciberga,
y recibe de buena voluntad este entierro
que yo el rey Chindasvinto te doy”.


        Tercera versión del Epitafio (bella traducción):

       
Si la vida con oro se comprara
 jamás se le atrevería a un Rey la muerte,
 más como a todos rige igual suerte,
 ni el precio al Rey, ni el llanto al pobre ampara.

     Así vencido al hado esposa cara,
 mi espíritu a los santos se convierte,
 porque resucitada puedo verte,
 al lado de ellos refulgente y clara.

         ¡Adiós pues Reciberga! Siete años
   dulce vivir hiciste a Chindasvinto,
   y otros tantos te di al nombre de esposa,
   más ya llorar me toca a desengaño,
   y a orillas del Ornisga en un recinto,
   a quienes Dios junto, cubra una losa. 



          
Cuarta versión del Epitafio:
 
         

           Si el oro, y las joyas alcanzaran
   a contener la muerte
   ¿Quién cortara la vida de los Reyes?
   Mas siendo una ley
   común para todos los mortales.
   ni al Rey le libra el oro,
   ni el pobre se libra por el llanto.

       Por esto yo, oh consorte.
   ya que no puedo contener la parca,
   te encomiendo a los santos
   para que cuando la llama abrasadora
   venga a quemar la tierra
   resucites mezclada entre sus coros.

       Adiós mi querida Reciberga.
   Recibe este sepulcro
   que yo Rey Chindasvinto te presento.
    Resta decir los años
    que vivió, y se mantuvo mi consorte:
    casi siete la tuve por esposa,
    veinte y dos y ocho meses fue su vida.



            
             Quinta versión del Epitafio:

         Si con joya y oro
     pudiéramos redimirnos de la muerte,
     no habría mal en el mundo
     que deshiciese la vida de los reyes;
           
     pero como todos los mortales
     estamos sujetos al mismo destino
     y no pueden las riquezas
     redimir a los reyes ni las lágrimas a los pobres.
            
     por eso, oh mujer mía,
     no habiendo podido librarte de la muerte,
     encomiendo tu alma a los santos
     para que resucites en nombre de ellos
     cuando venga la llama devoradora
     a consumir las tierras.
 
             Adiós mi amada Reciberga.
     Acepta de buena gana este lecho de muerte
     que te prepara el rey Chindasvinto
      después de haberte llorado largamente.

          Fáltame agora decir los años que vivió la reina
      y los que estuvo en mi compañía.
      casi siete estuvo casada y los de su vida
      fueron veintidós y ocho meses.


domingo, 8 de febrero de 2015

Canciones de otra época


Canciones de nuestros mayores


    Cuando el ser humano quiere transmitir un mensaje o trata de expresar sus sentimientos, de acuerdo con un tono musical definido, decimos que está cantando. Sin importar nuestra entonación todos tenemos la habilidad de cantar, es un deseo que habita en el alma humana y en el espíritu de cada persona; sin embargo, no todos lo hacemos siguiendo un patrón musical definido o de una forma más o menos armoniosa.

    Hoy trato de resucitar aquellas canciones antiguas que algunas oía por boca de mi difunta madre. Creo que encierran un gran valor y trato de recopilarlas para que no se pierdan. Desconozco, al no existir la radio por esa época, como pudieron llegar estas canciones al pueblo de San Román. Me hace pensar que dicha transmisión se realizaría por algún juglar que acudiera al pueblo. Invito a que me mandéis más canciones, nanas, retahílas etc. de vuestras madres y abuelas y así,  guardando el mayor número posible en este blog, evitamos su desaparición y olvido.


EL MUÑEQUITO:

Un muñequito quise comprarme,
muy caprichosa me fui a un bazar
y un guapo mozo al despacharme
¿Qué va señora a querer comprar?


Comprar quisiera un muñequito,
un muñequito para jugar.
Y yo Señora ¿Le serviría?
¡Jesús que cosas hay que escuchar!


Sus ojitos se cerraban
y sus labios sonreían,
manos que me acariciaban,
su boquita que no hablaba,
parece que me decía:

¿De qué te asombras mujer?
Si es que tienes tú razón.
Es que no acabas de ver,
que en brazos de una mujer,
los hombres muñecos son.



EL LEÑADOR:

Estando un día en el monte
cortando leña pude observar
que un cazador desde lejos
me hacía señas con mucho afán.

Yo seguí cortando leña
y él, atrevido, se acercó a mí.
Me agarra de la toquilla
Y sonriendo me dijo así:

No cortés más leña,
linda leñadora,
que tú podrás ser
una gran señora.

Desprecia esta triste vida
porque no ganas para comer,
a mi lado comerás los ricos manjares
que pueda haber.

Preciado de tu belleza
toda la vida estaría yo,
¡Oh! Que dichosa sería,
Si tú me amaras de corazón.

Desde el momento en que te conocí,
tengo el pensamiento puesto en ti,
yo te quiero a ti aunque seas pobre,
como si tú fueras la hija de un conde.

También gastarás reloj de pulsera
y todas las tardes irás a la verbena.
Cásate conmigo, cásate conmigo
y no cortarás más leña de este monte.



LA PANDERETA:

Desde que veo los mozos
no me dejan de mirar,
ojos de granja tienen
pero no me han de pescar.

Si quieres tocarla, se la dejaré
pero con cuidado, no la rompa usted,
que mi pandereta es tan especial
que cuando la tocas se vuelve cristal.


LOS AMORES DEL MAÑICO:

Un baturro de una maña se prendó,
y desde aquellos momentos se querían con pasión.
El baturro le decía lleno de felicidad:
—Purita como la Virgen al altar te he de llevar—.

Ya pasaron varios días, llegó la casualidad;
que un rico a la maña fue y la pretendió.
Pero ella le ha dicho, le ha dicho que no:
—De ti tengo que vengarme, me cueste lo que me cueste,
y tú me vendrás a buscar, el dinero es el que vence—.

Los amigos del mañico no lo podían convencer
que se viera cara a cara delante del ricachón,

Una noche silenciosa vino la fatalidad,
el pobre le dijo al rico:  —Ya te puedes preparar,
es la tuya o es la mía, uno tiene que acabar—.

Y los dos lucharon y el rico murió
de una puñalada que el maño le dio.

—Adiós, mañica del alma;
 a la cárcel voy por ti,
adiós mañica del alma,
algún día volveré,
y sí es verdad que me quieres,
contigo me casaré—.


(Recuerdo, que mi abuelo Leopoldo me cantaba algunas veces esta canción)


Divino Antonio precioso,
suplícale al Dios inmenso,
que por su Gracia divina,
alumbre mi entendimiento.
Para que mi lengua,
refiera el milagro,
que en el huerto obraste,
de edad de ocho años.

Desde niño fue criado
con mucho temor de Dios,
de sus padres estimado,
y del mundo admiración.
Fue caritativo y perseguidor,
de todo enemigo, con mucho rigor.

Su padre era un caballero,
cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa
con el sudor de su frente.
Y tenía un huerto en donde cogía
cosecha y su fruto que el tiempo traía.

Por la mañana un domingo,
como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a Misa,
cosa que nunca olvidaba.
Y le dijo:"
Antonio,
ven aquí, hijo amado,
escucha que tengo
que darte un recado."


"Mientras que yo estoy en Misa,
gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos
todo lo echan a perder.
Entran en el huerto,
comen el sembrado,
por eso te digo
que tengas cuidado."


Cuando se ausentó su padre,
a la Iglesia se marchó,
Antonio quedó cuidando,
y a los pájaros llamó:
"¡Venid pajaritos,
dejad el sembrado,
que mi padre ha dicho
que tenga cuidado!

Para que mejor yo pueda
cumplir con mi obligación,
voy a encerraros a todos,
dentro de esta habitación."

A los pajaritos entrar les mandaba,
y ellos muy humildes
en el cuarto entraban.

Por aquellas cercanías
ningún pájaro quedó,
porque todos acudieron
como Antonio les mandó.
Lleno de alegría San Antonio estaba,
y los pajaritos alegres cantaban.

Al venir su padre luego,
les mandó a todos callar,
llegó su padre a la puerta
y comenzó a preguntar:
"¿Dime hijo amado, qué tal Antoñito,
has cuidado bien de los pajaritos?"


El niño le contestó:
"Padre, no tengas cuidado,
que para que no hagan mal,
todos los tengo encerrados."

El padre que vio milagro tan grande,
al señor Obispo trató de avisarle.

Acudió el señor Obispo
con gran acompañamiento,
quedando todos confusos
al ver tan grande portento.
Abrieron ventanas, puertas a la par,
por ver si las aves se quieren marchar.

Antonio les dijo a todos:
"Señores, nadie se alarme,
los pájaros no se marchan
hasta que yo se lo mande."

Se puso en la puerta y les dijo así:
"¡Vaya, pajaritos, ya podéis salir!

Salgan cigüeñas por orden,
águilas, grullas y garzas,
gavilanes y avutardas,
lechuzas, mochuelos, grajas.
Salgan las urracas, tórtolas, perdices,
palomas, gorriones, y las codornices.

Salga el cuco y el milano,
burlapastor y andarríos,
canarios y ruiseñores,
tordos, jilgueros y mirlos.
Salgan verderones y las cardelinas,
y las cogujadas y las golondrinas.


Al instante que salieron
todas juntitas se ponen,
escuchando a San Antonio
para ver lo que dispone.
Antonio les dijo:
"No entréis en sembrados,
marchad por los montes,
por riscos y prados."


Al tiempo de alzar el vuelo,
cantan con dulce armonía,
despidiéndose de Antonio
y su dulce compañía.
El señor Obispo al ver tal milagro,
por diversas partes mandó publicarlo:

"Árbol de grandiosidades,
fuente de gran caridad,
depósito de bondades,
padre de inmensa piedad."




(En cada región española se oye un trabalenguas, nanas,  retahílas o “preferencia en juegos” distintos, trato de reflejar sólo aquellos que se oían en nuestro pueblo).

 NANAS (Canciones de Cuna)

Ron, ron,
que tu padre fue a León
a comprarte unos zapatos
de pellejo de ratón
ron, ron.



 RETAHILAS:

 -¿De dónde vienes, ganso?
-De tierra de garbanzo.
-¿Qué traes en el pico?
-Un cuchillito.
-¿Dónde lo has afilado?
-En un cantito.
-¿Dónde está el cantito?
-La tiré al agua.
-¿Dónde está el agua?
-La bebieron los bueyes.
-¿Dónde están los bueyes?
-Por leña al monte.
-¿Dónde está la leña?
-La escarbaron las gallinas.
-¿Dónde están las gallinas?
-Poniendo huevos.
-¿Dónde están los huevos?
-Los comieron los frailes.
-¿Dónde están los frailes?
-Diciendo misa.
-Corre, corre, Mariquita, que te quita la camisa.
-Corre, corre; Maricón, que te quita el camisón.

  
TRABALENGUAS:
El cielo está enladrillado
¿Quién lo desenladrillará?
El buen desenladrillador
Que lo desenladrille
Buen desenladrillador será.

 PREFERENCIA EN JUEGOS:
    (En realidad se trataba de sortear, dentro del grupo de participantes, quién, como decíamos en San Román: "velaba". En otras zonas de España se decía: quién la "ligaba" etc. Hemos de aclarar que el verbo "velar", con el significado que le dábamos en San Román, no lo contempla el Diccionario  actual de la Real Academia de la Lengua)

Din, don, bacalón,
vacas vienen de Léón,
de León a Benavente.
Que din, que don
que las once son.



Don Melitón:
Don Melitón tenía tres gatos
que los hacía bailar en un plato,
por las noches les daba turrón.
¡Que vivan los gatos de don Melitón!


sábado, 17 de enero de 2015

El día de San Antón


Fiestas que desaparecen



    Me acuerdo, repasando momentos de mi niñez, que había una fiesta hoy desaparecida del mundo rural que era el día de San Antón patrón de los animales y se celebraba el día 17 de Enero. La imagen del Santo se encuentra en la iglesia de nuestro pueblo en la parte derecha del altar. La festividad tenía su importancia en San Román, era mucho lo que aportaban los animales en las faenas agrícolas y tenían que tener también su fiesta. Por la mañana había misa con procesión y bendición de los animales engalanados a la puerta de la iglesia y por último competían los mejores caballos en carreras en “Carriglesia”. Todos sabemos que en cada casa de labranza había un caballo para todo, compitiendo con la mulas en el tiro y arado, así como también para la monta en ciertos eventos: encierros de San Roque, meriendas de San Juan y si poseía grandes cualidades o aptitudes para la carrera competía, en el día de San Antón, para alarde de su dueño.

    Hoy con la invasión de la maquinaria agrícola han desaparecido aquellos animales que ayudaban al hombre en las tareas agrícolas y como consecuencia la fiesta de San Antón. Como paradoja, la fiesta de San Antón desaparecida del mundo rural, ha comenzado a potenciarse en el mundo urbano dada la abundancia de “mascotas” o animales de compañía.   

¿Quién era San Antón?
    Antonio Abad o “San Antón” nació en el año 251 en  el pueblo de Comas en el Bajo Egipto. Se cuenta que alrededor de los veinte años de edad vendió todas sus posesiones, entregó el dinero a los pobres y se retiró a vivir a una comunidad local haciendo vida ascética, durmiendo en un sepulcro vacío. Luego pasó muchos años ayudando a otros ermitaños a encaminar su vida espiritual en el desierto. Más tarde se fue internando mucho más en él, para vivir en absoluta soledad.

    Es el patrón de los animales ya que le agradaban mucho y siempre los cuidaba. Se le suele representar acompañado de un cerdo. Como el cerdo se le consideraba un animal impuro, se hizo costumbre en ocasiones representarlo dominando la impureza y por esto le colocaban el cerdo a sus pies.