jueves, 14 de octubre de 2010

Deplorable estado del patrimonio artístico de San Román de Hornija - 2 -




Deplorable estado del Patrimonio Artístico


Con desencanto y mucha desilusión revisamos esta segunda reivindicación, ante la pronta desaparición de nuestro patrimonio histórico y cultural que representa el Pórtico del antiguo Monasterio benedictino de San Román, también llamado posteriormente “Casa Prioral”: antiguo Priorato del Monasterio Benedictino de Valladolid. En otro artículo en este blog del año 2007, correspondiente al actual servidor “blogspot” a fecha febrero 2009 y tercera página, reivindicábamos su restauración inminente. Después del paso de dos años la situación de su estado es caótica: balconada desvencijada, con los capiteles a la intemperie, dando todo la sensación de haber ocurrido allí un bombardeo, o un abandono histórico-cultural propio de un país tercermundista. Ante esta grave situación cabe preguntarnos ¿quién es el culpable de tal situación? Yo me atrevo a responder que todos. - En primer lugar los vecinos que demostramos total pasividad ante tal agravio histórico y cultural. Alguno me respondería: ¡Eso no nos da de comer! Efectivamente que no es nada material, como tampoco nos saca de la crisis el Museo del Prado, aunque nuestra satisfacción es potenciarlo con más obras. "Es nuestro deber, orgullo y responsabilidad transmitir y legar a futuras generaciones nuestro Patrimonio Artístico, al menos en idénticas condiciones que nosotros lo recibimos" - Nuestras autoridades municipales. No dudo que el actual alcalde y los dos anteriores, que le precedieron, hayan emprendido buenos proyectos y mejoras en viales y servicios que les agradece el pueblo; sin embargo, todos han cerrado los ojos ante el proyecto de restauración del citado monumento. Ha sido un proyecto negro y olvidado. 
    No puede haber excusas de que pertenece todo el edificio a entidades privadas, tal vez desde el periodo de la "Desamortización en España". La legislación española contempla estos casos de negligencia y abandono en su mantenimiento y conservación de monumentos culturales en manos de entidades privadas. - Por último el resto de políticos, tanto nacionales como autonómicos ¿Es que un pueblo, por muy pequeño que sea, no tiene el derecho a mantener sus vestigios culturales?
    Rastreando por Internet a la búsqueda de algo importante sobre San Román de Hornija , mi pueblo, he encontrado algo interesante, que hace alusión a todo este abandono. Se trata de un artículo que escribe en su “blog”, el historiador, D. Rafael González Rodríguez, con fecha de publicación de julio de 2008 y cuya dirección es: http://masvalevolando.blogspot.com Agradezco la autorización del autor para hacer la transcripción de su artículo e imágenes en este blog de “San Román de Hornija en el tiempo”. Así mismo, también agradezco como sanromaniego la preocupación y denuncia que manifiesta él ante tal monumento.

Ecos Visigodos y Mozárabes desde San Román de Hornija La ruina del patrimonio SAN ROMÁN DE LA HORNIJA: CRÓNICA DE LA DESOLACIÓN Por Rafael González Rodríguez


San Román de la Hornija es una pequeña localidad situada a unos 10 km. de la ciudad de Toro, a orillas del río Hornija, que junto el Duero y el Bajoz riegan su fértil vega. La población estuvo integrada tradicionalmente en el alfoz toresano, pero en la actualidad, desde el punto de vista administrativo, queda englobada dentro de los límites de la provincia de Valladolid en la comarca del Bajo Duero.Su iglesia es un edifico de considerables dimensiones para lo menguado de su parroquia (434 habitantes). Se trata de un templo de una sola nave y torre a los pies, construido en ladrillo, tapial y piedra, cubierto con bóvedas de arista y cañón con luneto sen la capilla mayor. En el exterior se adivina una inscripción, probablemente del siglo XIII, en el lado de la Epístola 


    En el interior se encuentra una pequeña capilla convertida en insólito museo funerario del rey Chindasvinto, donde se exhibe su presunto sarcófago de mármol, junto con un curioso osario que recogería los restos del rey visigodo y los de su esposa Reciberga. Las fuentes visigodas isidorianas aseguran que el rey Chindasvinto fue sepultado en la iglesia-monasterio de Hornija, que él había construido desde sus cimientos. Una tradición benedictina precisa que el monasterio, dedicado a San Román, monje benedictino, habría sido fundado por San Fructuoso, el gran patriarca del monacato berciano, en el siglo VII con el patronazgo de Chindasvinto. El epitafio del rey escrito por Eugenio de Toledo, le define como: "impío, injusto e inmoral", aunque en Hornija se muestra otro epígrafe moderno en mármol negro, con su correspondiente traducción al castellano, de la elegía fúnebre dedicada a Reciberga.



    Hay que advertir, no obstante, que la moderna historiografía considera en realidad a Reciberga esposa real de su hijo y sucesor: Recesvinto, por lo que los equívocos adquieren unos tintes legendarios. En la mencionada capilla se han recopilado también, en improvisada muestra museográfica, todos los vestigios que se han podido recuperar del antiguo monasterio. En 891 Alfonso III el Magno agregó el monasterio con sus tierras y habitantes al de San Adriano de Tuñón, en Asturias. El documento ofrece algunas dudas sobre su autenticidad, pero podría documentar una restauración monástica durante el siglo X no bien conocida y contextualizaría toda una serie de restos decorativos de carácter disperso (modillones de rollo, basas, fustes, capiteles, un epígrafe con deposición de reliquias, etc.). Durante el siglo XII continuaba la vida monástica, ahora como priorato del monasterio berciano de San Pedro de Montes, situación que se mantendría hasta el siglo XV en que pasó, por venta, al poderoso convento de San Benito de Valladolid. La vinculación entre Hornija y los benedictinos pucelanos alcanzará el siglo XIX, hasta el momento de la desamortización.
    Adosada al muro sur de la iglesia se encuentra la antigua casa prioral, modesto palacete del siglo XVIII que hasta hace dos años, según cuentan los vecinos, se encontraba en pié, aunque decrépito, y que en reciente visita (junio de 2006) presenta un estado muy lamentable de ruina y abandono, con grave peligro de desplomarse totalmente para convertirse en puro recuerdo. Para la construcción de los soportales de este viejo caserón se aprovecharon como apoyos cinco magníficos fustes monolíticos marmóreos, de desigual sección, acompañados de sus correspondientes capiteles y basas de diversa calidad y cronología. Dos de los capiteles son de tradición toscana y de inferior factura, mientras que sus otros tres compañeros, corintios de probable filiación mozárabe, resultan impresionantes por su soberbia decoración. Su diseño y tradición iconográfica, de raigambre bizantina, se ha puesto en relación con otros modelos equiparables de diversas construcciones asturianas y mozárabes.


    Según nos comenta la amable persona encargada de enseñar el templo y el museo a los visitantes, el solar de la casa prioral está en manos privadas y su futuro inmediato es incierto. Desprovisto de la protección de su tejado y con buena parte de la balconada corrida y soportal desplomados, las inclemencias del tiempo darán buena cuenta de su frágil estructura. Todo hace pensar en un desenlace dramático para este emblemático edificio en muy poco tiempo, independientemente de que sea inexcusable asegurar la vigilancia, protección y conservación de los restos altomedievales. Su rehabilitación y puesta en valor proporcionaría un espacio interesante para uso público. Sirvan estas líneas y fotos como llamada de socorro y denuncia para una urgente intervención. La iglesia parroquial fue declarada BIC con fecha 11/03/1999. Ignoramos el grado de protección que se otorgó a los restos del edificio anexo.


I. Publicado por Rafael González Rodríguez en 7/07/2008 05:03:00 PM Trascripción hecha desde su blog:


http://masvalevolando.blogspot.com/:
http://sanromandehornija-alfio.blogspot.com 
el 14/10/2010

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lunes, 1 de marzo de 2010

Aquellos juegos de nuestra infancia

Aquellos juegos de nuestra infancia



    Hoy el blog adquiere un tono nostálgico. Voy a recordar algunos juegos que marcaron mi infancia. Seguro que me olvido varios, pues la memoria falla. ¡Qué tiempos aquellos!

    Dicen los pedagogos que el juego prepara al niño a ser adulto. Con el juego y sus reglas el niño aprende a respetar a los demás, aprende a saber perder y también a saber ganar. Comienza en el niño una verdadera integración en su entorno, así como el desarrollo de su personalidad. Así mismo, el juego aporta al niño: agilidad, atención, autonomía personal, cálculo espacial, conocimiento, coordinación dinámica, equilibrio, espíritu de equipo, espíritu de superación, estrategia, habilidad, percepción del propio cuerpo, percepción del espacio, puntería, resistencia, respeto por las normas, socialización, trabajo en grupo, velocidad de reacción etc.

    Hoy día, muchos de nuestros juegos de antes han caído en desuso. Los niños del siglo XXI no los aprecian, ya que andan metidos en el mundo de las videoconsolas, juegos de móvil y PC etc. Una lástima, ya que aquellos juegos escasos y rudimentarios hicieron mágica nuestra infancia.

    Recuerdo que el juego en aquel ambiente rural de los años 50 era intensivo. Salíamos a las cinco de la escuela, cogíamos la merienda y volvíamos a casa ya de noche. Nuestros juegos eran rudimentarios y escasos. No se había intensificado el juguete de plástico, casi siempre era de madera o de hojalata. A veces los elaborábamos nosotros mismos aprovechando con cajas, palos, cartones etc. y hacíamos, camiones, carros, arados, siempre potenciando la creatividad, dando rienda suelta a nuestra imaginación y destreza.

    Los juguetes elaborados sólo nos correspondían el día de los Reyes Magos y consistían en algún caballo de cartón o alguna pistola o escopeta de muelle y que disparaba tapones de corcho. Las niñas recibirían alguna muñeca de trapo, pero no tan sofisticadas como las actuales. Así, dentro de tanta carencia éramos felices y no teníamos televisión ni ordenador, nuestro entorno de juego era la propia naturaleza. Sin embargo, esos días tan largos de juego pronto terminaban. Nuestros padres cuando nos veían, aunque niños, capaces de resolver alguna pequeña tarea agrícola o ganadera, nos alejaban del juego, para prestar ayuda y colaboración familiar. Lo hacíamos muy gustosos ya que eso nos hacía acreedores de una responsabilidad y al fin de cuentas nos sentíamos mayores.

    Hoy en las ciudades el niño tiene muchas dificultades para disfrutar esos juegos de plena naturaleza, debido al tráfico, inseguridad y demás peligros que ofrece la gran ciudad. Así que, para tenerles tranquilos en un piso y que molesten lo mínimo a sus padres, hay que potenciarles la televisión y esos juegos tan sofisticados que mencionábamos antes que la mayoría de ellos generan agresividad. El niño con gran cantidad de energías físicas sin quemar en los juegos, llega al colegio ocasionando problemas de disciplina.

    Hace pocos días leía lo siguiente en un artículo de un sociólogo español de prestigio: "Muchos niños ya no juegan, sino que “consumen” productos manufacturados de entretenimiento" (tele, videojuegos…); una solución fácil con que llenar sus horas de ocio. Es la globalización del entretenimiento.




Algunos juegos:

Voy a clasificar los juegos de nuestra época en tres apartados:
A) Individuales:

El ARO: Tipo de rueda que conducíamos con una guía de hierro o alambre en forma de “u”: El aro redondo lo obteníamos de algún caldero viejo, de los aros de alguna pipa de bodega o para los más forzudos del aro de un buje de un carro. La guía era de un alambre grueso y nos la hacía el herrero y era la encargada de controlar los movimientos del mismo.

    EL TACO: Se trataba de un tronco de higuera, que perforándolo con un hierro caliente en su parte central obteníamos el ánima o cañón para disparar a través de él corchos, con la ayuda de un émbolo de madera que empujábamos sobre el corcho del otro extremo.


EL TIRADOR: Casi todos de pequeños teníamos nuestro tirador. Era un instrumento que servía para competir, combatir y cazar. Consiste, como es bien sabido, en una horquilla de madera o hierro que sirve de mango y agarre a dos gomas unidas por una badana o caja. En esta badana se colocaban piedras, preferentemente redondas, y otros objetos de peso; tensadas las gomas se soltaba la caja y disparaba el tirador alcanzando distancia. Con él se apostaba a la mejor puntería o para matar pájaros.

    EL GLOBO: En los últimos años de mi infancia apareció el globo en nuestro pueblo, merece recordar ese advenimiento de ese balón ligero y frágil, mitad goma y mitad plástico, que nos deleitó e impactó tanto. Recuerdo lo difícil que era su adquisición y el alto precio que tenía en sus principios. Los primeros los obteníamos de algún vendedor, trapero o chatarrero que llegaba al pueblo y se establecía en la plaza. El trueque que empleaba era un globo a cambio de hierro, así lo obteníamos llevándole algunos kgs de hierro que encontrábamos en nuestros corrales y cocheras: rejas gastadas, herraduras viejas etc.

B) Colectivos:

EL BURRO: Un grupo se colocaba frente a la pared, en fila, apoyándose uno en otro y al final en otro que estaba de pie, al que llamábamos "madre", agachados, cada uno mete la cabeza entre las piernas del delantero. Otro grupo saltaba encima de ellos. Los de abajo tienen que resistir el peso sin caerse. Una vez que han saltado todos, el primero de los de arriba pregunta: ¿churro, mediamanga o mangaentera? (y pone su mano en el puño, el codo o el hombro). Según la respuesta del de abajo, si acertaba en la colocación de la mano, se salvan y "velaba" el equipo contrario. Si no acertaba perdía y continuaban "velando", es decir abajo. Así mismo perdían los de arriba si se caía alguno. Siempre la "madre" certificaba que no se había hecho trampa. No se por qué nos llamaban "animales" cuando lo jugábamos.

    EL PAÑUELO: Nos dividíamos en grupos, cada uno se ponía en un lado del campo y uno se colocaba en el medio con el pañuelo. Cada jugador se pone un número. El que sujeta el pañuelo dice uno de los números y al niño al que corresponde saldrá corriendo a por el pañuelo e intentaba cogerle. Si llegaba a su campo con el pañuelo, sin que el del grupo contrario le tocara, había ganado la partida, en caso contrario había perdido. Ganaba el grupo que terminaba con más jugadores.


LA PEONZA: Se trata de un trozo madera maciza en forma de cono con una punta de hierro en el vértice llamada “rejo”, que le permite girar en el suelo. Recuerdo sustituir la punta que traían las peonzas por tornillos o puntas gruesas que eran más grandes y producían más daño a las peonzas de los otros jugadores.

Para poder hacerlas bailar se necesitaba un cordel o cordón de entre 50 y 75 cm de largo, deshilachado por un extremo que chupábamos y por el otro terminaba en un nudo con una chapa de refresco aplastada, una peseta atravesada o dos reales de agujero, a fin de poder sujetar bien el cordón a la hora de hacer bailar dicha peonza. El juego consistía en poner en el centro de un círculo tantas peonzas como jugadores, tirar la peonza con gran fuerza para ir sacando de dicho círculo las mayores peonzas posibles. Durante todo el tiempo que permaneciese bailando la peonza en la palma de la mano, se podía arrojar ésta bailando a otras peonzas para intentar sacar otras del círculo y así considerarse el ganador.

    LA COMBA: De muy pequeñas, las niñas aprendían a saltar a la comba a través de los saltadores individuales. Bastaba una cuerda de pocos metros y de pequeño grosor. La niña cogía la cuerda por las dos puntas y volteándola saltaba con rapidez evitando trabarse con ella. Cuando la cuerda batía el suelo el ritmo era endiablado o cuando hacía lo que llamaban el "chorizo".
    Cuando se realizaba con muchas niñas y niños ( a veces había consentimiento a dejar saltar a los chicos) se realizaba con una soga de mayor tamaño, que solía haber en todas las casas labradoras, que sujetaban cada uno de los extremos un niño o niña, entonces tomaba el nombre de “comba”. Dos niñas o tres podían saltar juntas a la vez, aunque siempre se hacía por turnos que entraban y salían puntualmente del ámbito de la cuerda. Perdía la que tocaba o se trababa a la soga. Los perdedores o perdedoras sufrían como castigo el dar a la soga, volteándola ésta con la mayor fuerza posible. Todo el grupo saltaba en cadena, entrando y saliendo puntualmente del ámbito de la cuerda acompañados de alguna canción.
Este juego se realizaba principalmente en la Cuaresma y posiblemente en el recinto de la estación de ferrocarril y también en la plaza. Normalmente era amenizado con canciones propias para la ocasión.


    LAS CUATRO ESQUINAS: Lo realizábamos casi siempre en el “conco” de la Iglesia. Participábamos 5 y uno de los participantes se quedaba en el centro de las cuatro esquinas de dicho “conco”, mientras el resto ocupaba una esquina cada uno. A la orden de uno o de todos los participantes, se intercambian las esquinas, muy rápidamente, para intentar así que quien se encuentra en el centro no consiga quitar su esquina a nadie. Si lo consigue, pasa al centro el participante que se ha quedado sin ella.


    EL JUEGO DE LOS SANTOS: Existían en las tapas de las cajas de cerillas unas imágenes a las que llamábamos santos. Cuando se terminaban todas las cerillas en el consumo diario nos las daban nuestras madres y vecinas. Recortábamos dicha imagen que servía para la colección y tratar de acaparar cuanto más mejor en los juegos de los santos. Dicha colección la almacenábamos perforando cada estampa con un agujero y luego se metía dentro de un alambre. Había varios juegos con los santos:
a) Uno de ellos consistía en hacer un círculo de 1 m. aproximado de diámetro donde poníamos en el centro los santos, que previamente se habían acordado. Para poderlo realizar, lo primero que tenía que tener cada jugador era un trozo de goma en forma de tacón, o de otra cosa que fuera de forma plana, de un tamaño que se pudiera coger bien con la mano y poderle arrojar con facilidad. El objetivo era sacar con nuestra goma el mayor número posible de santos del círculo, a base de golpe de goma.
b) Otro era a ponerlos encima de una “tarusa”, juego del que hablaremos a continuación.
c) Otro llamado "el monte", que consistía el tirar desde una altura acordada de una pared cada jugador un santo por turnos. Una vez que uno de ellos había conseguido, con su tirada, montar o poner su santo encima de uno de los que están en el suelo, recupera o gana todos los que están caídos.
d) También jugábamos santos diciendo: ‘Embruño, alza el puño!, y ganaba aquel que acertaba la cantidad que había en dicho puño.


LA TARUSA: Era un juego de lanzamiento hacia una tarusa de dos doblones de hierro acerado y biselados en toda su circunferencia llamados “petacos”, (los niños empleábamos lanchas o trozos de teja). El campo de juego tenía unos 12 m. de largo por 1 ó 2 m de ancho, era la pista donde se deslizaban los “petacos”. Tratábamos que esta pista estuviera limpia y asentada, la allanábamos previamente con los pies de manera que se asemejara a tierra batida y lisa. La tarusa debía ser de buena madera (encina o roble) y labrada. Su altura entre unos 10 centímetros y su diámetro en las base de 3 cm. Los equipos solían ser de dos o de cuatro jugadores y dos "petacos" cada uno. Encima de la tarusa se ponían todos los santos que los equipos acordaban (los mayores ponían dinero). Todo el esfuerzo y la pericia se dirigía a golpear a la tarusa con algún “petaco” y recoger o ganar todos los santos o monedas que estuvieran más cerca de los petacos que de la “tarusa”. Luego en sucesivos tiros se trataba de alejar la tarusa de los restantes para así recuperarlos. Este juego, especialmente cuando jugaban mayores, era presenciado por espectadores que se ponían a un lado y a otro de la pista de “petacos”.

    LAS PITAS: (en otras partes bolas o canicas) Solían ser bolas de barro que luego decorábamos, pero también las había de cristal, piedra y hasta de hierro. Había una marca de gaseosas que empleaban como tapón una bola de cristal, que una vez consumida la dedicábamos al juego con un valor muy apreciado. A las pitas se jugaba en cuclillas a ras del suelo, y la pita se arrojaba impulsada con los dedos de la mano, concretamente mediante un impulso de bola con el dedo corazón sobre el pulgar. Existían distintas modalidades de juego pero el más corriente era el siguiente: tenían que salir todos de un hoyo realizado en el terreno llamado “gua” ,por un orden obtenido mediante sorteo. Cada uno tiraba a dar a la pita más próxima y si lo conseguía volvía al hoyo (condición imprescindible) y obtenía o ganaba dicha pita. Había niños con tal tino y pericia que ganaban casi siempre las de los demás, que almacenaban en una bolsita o talega de tela.

    EL FRONTÓN: Lo hacíamos siempre en la torre de la Iglesia, actualmente ya hay frontón. Recuerdo ver a los mayores con aquellas pelotas tan duras que parecían de madera. Algunas veces las confeccionaban ellos mismos cosiendo la badana. Tenían callo en las manos para soportar esa dureza y a veces se cubrían éstas con trapos y esparadrapos. Los pequeños. en los recreos, les imitábamos pero con pelotas de goma. Recuerdo que los buenos jugadores tenían la pericia de enviar o matar los tantos en la esquina de las escuelas, donde había un empedrado al que dábamos un nombre que no recuerdo.


    EL JUEGO DE PÍDOLA: Se hacía un lomito estrecho de tierra, que iba a ser el que serviría de raya. No se hacía la raya en el suelo, porque al pisarla no se notaba a penas, y sin embargo en el lomo de la tierra se veía a la perfección, y así no había discusiones "de que no la he pisado, de que si la has pisado". Para ver el que sería el que hiciera de BURRO, se hacía a suerte. Cogía uno una china, y en la espalda para no ser visto, la ponía en una de sus manos y las cerraba las dos. Luego presentaba los puños a otro, que elegía uno. Si no tenía la piedra había ganado, y se quedaba con ella el mismo, que volvía a repetirlo. Cuando alguno eligió donde estaba, entonces este se quedaba con ella, y el que la había tenido quedaba libre. De esta forma el último que se quedaba con ella era el perdedor, el que tenía que hacer de BURRO. Se doblaba por el tronco y por la cintura atravesado, con la cabeza en la parte derecha del que tenía que saltar sobre él. El saltador tomaba carrerilla, y corriendo ponía las manos en la espalda del agachado BURRO y de esta forma pasaba por encima al otro lado. Así saltaban todos, y entonces el agachado se retiraba un paso del lomo de tierra que hacía de raya. Se volvía a saltar de nuevo y si todos pasaban, el BURRO se retiraba otro poco más, al final la distancia era considerable y no se podía hacer solamente de un brinco, entonces se usaba "dos medias" y "una entera". Se iba corriendo, poniendo el pie delante del lomo de tierra (raya), se daba una zancada con el otro pie y una segunda zancada con el contrario, que eran las "dos medias", para luego sentar los dos pies juntos "que era la entera", y con el impulso de como iba corriendo, un salto para poner las manos en la espalda, y como las demás veces pasar al otro lado del burro. Si alguno por apurar mucho pisaba un poco la raya o no llegaba a poder saltar relevaba al agachado y tenía que ponerse de BURRO al principio de la raya.


    EL JUEGO DE LOS HOYOS: Consistía en hacer tantos hoyos en el suelo como jugadores había. Cada hoyo tenía un número que se asignaba a cada jugador. Se tiraba una pelota pequeña en dirección de los hoyos, de manera que el propietario del hoyo donde se metía tenía que acudir inmediatamente a cogerla y procurar tirársela a otro jugador. El jugador que ha sido dado queda eliminado, así como el hoyo de su propiedad. Lo gracioso del juego es que si te alejabas mucho de los hoyos, para evitar que te diese el propietario del hoyo que entrara la pelota, corrías el riesgo de que entrara en el tuyo, acudías ya tarde a por la pelota y todos se habían alejado. Como consecuencia eras eliminado por no dar a ninguno.

    EL CLAVO: (también llamado en otros lugares el pincho, punta, hinque, etc.) Normalmente se jugaba entre dos o tres y consistía en dividir un círculo, que hacíamos en el suelo, en sectores iguales según el número de participantes. Después, cada uno se sitúa en su parte y comienzan a lanzar el clavo por turnos. Cada vez que se clava, se traza una línea recta que pasa por la marca que deja el clavo. Este terreno pasaba a ser propiedad del tirador. Con cada fallo de clavada se cambia el turno. El juego concluye cuando los jugadores no tienen espacio para permanecer en su campo. Ofrecía algo de peligro si el clavo o punta estaba muy afilado, llegándose a perforar alguna bota.

    EL MARRO: Era un juego que practicábamos con bastante frecuencia ya que permitía intervenir a un gran número de participantes. Se jugaba en campo abierto, normalmente en “Carreiglesia”, la plaza o en las eras, previa la división en dos grandes equipos, cada uno se asignaba su ·"casa", esto es, un espacio, generalmente junto a una pared, en los que el jugador no podía ser apresado por sus contrarios, pues el lance consistía en perseguir a toda velocidad a un contrario hasta tocarle, lo que bastaba para que se entregase y se le condujese a la "casa". Para que la persecución y captura valieran el perseguidor debía tocar el "marro", la pared de la "casa". El preso, para ser liberado por los suyos, debía tener una mano en el "marro", y, si los presos eran varios, debían formar una cadena con sus brazos. Si la cadena se rompía la liberación se anulaba.


    A LOS TOROS: Ya cercanas las fiestas de San Roque los niños jugábamos al festejo más importante de ellas: “los toros”. Un niño hacía de toro llevando a veces dos palos por cuernos y perseguía a los niños que se cruzaban a su alcance. No podía atacar al que se subía a ventanas o se ocultaba por otros obstáculos.


    TRES EN RAYA: Se trataba de un juego de parejas que jugaban dos niños tranquilos sentados en el suelo. Necesitaremos un tablero, que se improvisaba en el suelo señalando con el canto de un ladrillo. También necesitaremos tres fichas por jugador. Las fichas pueden ser piedras, trozos de madera, bolitas de papel, monedas, garbanzos, lentejas o cualquier cosa que nos pueda servir. El juego comienza cuando un jugador coloca una de sus fichas en una de las intersecciones de las líneas o en el centro. El turno pasa al otro jugador que coloca una de sus fichas. Así irán colocando los dos jugadores, de forma alternativa, las tres fichas, intentando colocarlas "en línea" o "las tres en raya". Esto puede ser de forma lateral o bien pasando por el centro del tablero. Cuando todas las fichas están sobre el tablero, el jugador al que le toca mover desplaza una de sus fichas a un lugar contiguo y libre. Así irán moviendo las fichas hasta que alguno de los jugadores consigue colocar sus tres fichas "en raya" y gana el juego. Se retiran las fichas del tablero y se comienza de nuevo a jugar.


    LOS OFICIALILLOS: Consistía en hacer dos grupos de 4 ó 5 jugadores por cada equipo. Uno de los equipos, previo acuerdo de ambos, tenían que sin hablar, sólo por mímica representar la actividad correspondiente a un oficio o profesión. El otro equipo tenía que adivinarlo. Si lo acertaba a la tercera respuesta, cambiaban los papeles y ellos eran los que minimizaban dicho oficio. Era un juego entretenido y muy educativo.


LA GALLINA CIEGA: Este popular juego se puede jugar tanto dentro de casa como fuera; pero dentro de casa es más difícil por que hay menos espacio donde moverse (y también tenemos que tener más cuidado de no romper nada). Se elige un niño/a, por suertes o directamente y le tapamos los ojos con una servilleta, un pañuelo, bufanda etc. Debe ser gruesa para que no pueda ver. Sin apretar demasiado, para no hacerle daño, comprobamos que no puede ver nada. Entonces, hacemos un corro con el resto de niños, y le ponemos en el centro al niño/a con los ojos vendados. Se decía una frase similar a esta: “Gallinita ciega, ¿qué se te ha perdido una aguja o un dedal?”. Y al responder (cualquiera de las dos respuestas) le decimos: pues date unas vueltas y lo encontrarás. Entonces la "gallinita ciega" debía dar unas vueltas girando sobre sí misma, y empieza el juego.
Todos trataban de alejarse de la gallina ciega para que no les "cace", pero pueden darle pequeños golpecitos para despistarla. Nunca debíamos soltarnos las manos de nuestros compañeros. En cuanto agarraba a un niño/a debía descubrir quien era, sin oír su voz o hacerle daño, solamente tocándole con sus manos. Si acierta se acaba el juego y hay que empezar de nuevo, siendo la gallinita ciega el niño que ha sido capturado. Sino acierta, el juego continúa hasta que agarre a alguien y adivine quien es.

    EL ESCONDITE: Después de sortear quién “velaba”, el jugador o la jugadora se tapaba los ojos y empezaba a contar hasta un número pactado de antemano. Mientras éste cuenta los demás se esconden para no ser vistos. Cuando termina de contar, comienza la búsqueda a la voz de: “Ronda, ronda, el que no se haya escondido que se esconda o si no que responda” y cada vez que veía a una o uno, iba a su sitio y decía el nombre de la persona que había visto y el lugar donde se encontraba escondido. Mientras, el resto intentaba llegar al sitio de la persona que se la ‘ligaba’ o "velaba" para ‘salvarse’, diciendo: ¡por mí! El juego terminaba cuando todos las jugadores y jugadoras se habían salvado o habían sido encontrados. El primero que había sido visto, es quien ‘velaba’ la próxima vez. Ronda a ronda, quien no se haya escondido que se esconda. O se pacta el número a contar correlativamente, del uno al treinta por ejemplo.
Anécdota:
Recuerdo una anécdota relativa a este juego. Teníamos 6 ó 7 años y estábamos en la bodega de mi abuelo Leopoldo en tiempo de pisar o prensar la uva: Alfonso Mozo, de mayor sacerdote (q.e.p.d.), Julián Gil y yo jugábamosal escondite. Yo perseguía a los anteriores que corrían en plena bodega y por sorpresa, desconociendo el lugar, fueron cayendo uno tras otro al pilón lleno de mosto. Ante tal accidente los mayores los sacaron, impregnados de tal elemento, colocándolos al sol de un teso próximo, hasta que se les bajo a las respectivas casas. No creo sean muchos los que puedan presumir de haberse bañado en una piscina llena de mosto.


    Variante: EL ESCONDITE INGLÉS: Uno de los participantes se colocaba en una pared de espaldas al resto de los jugadores, mientras el resto se situaba a cierta distancia en la línea de salida. El niño que "velaba", comenzaba a decir: “Una, dos y tres, al escondite inglés, sin mover las manos ni los pies”. Las demás aprovechaban para acercarse lo más posible a la pared, parándose en el momento en que terminaba su retahíla y giraba la cabeza. Si al hacerlo veía a alguno en movimiento le mandaba de nuevo a la línea de salida. La primera persona que conseguía llegar hasta la pared era la ganadora.

    LOS ZANCOS: Se utilizaban un par de latas grandes y un trozo de cuerda. Se le hacen dos agujeros a las latas en su parte lateral, por los que se hace pasar la cuerda que se sujeta con las manos. 

OTRA MODALIDAD DE “ZANCOS” más acrobática y peligrosa y que realizaban los más mayores, consistía en poner una punta a cada varal, a veces de 3 m. a una determinada distancia del suelo, así el mozalbete pisando las respectivas puntas y sujetando con sus manos la parte superior del varal y siempre moviéndose, conseguía andar a 1,5 m del suelo ¡Casi tocaban los tejados! Muchos se rompieron brazos y piernas ante tal acrobacia.


    LA CAMPANA: Se jugaba por parejas. Nos colocábamos de espaldas uno al otro y nos agarrábamos entrelazando brazos por los codos. El juego comenzaba cuando un jugador flexionaba su tronco hacia delante y subía al otro jugador sobre su espalda. Luego se cambiaba rápidamente y es el otro jugador quien subía sobre su espalda al compañero de juego. De esta forma, en un balanceo continuo, hacíamos el movimiento de la campana. No era recomendable elevar mucho y con mucha fuerza al otro jugador, ya que puede salir despedido por encima y caer de cabeza al suelo con el consiguiente chichón en la cabeza. Recuerdo que la campana la hacíamos tanto chicos como chicas entre baile y baile.


    LOS CROMOS: Ya teníamos algo de espíritu coleccionable, aparte de los santos, antes mencionados, cuyo valor era el de acumular cantidad, coleccionábamos futbolistas que venían en un chocolate llamado: LA COLONIAL. Como siempre ocurre, había algunos cromos que nunca salían. Recuerdo otro chocolate llamado: LA BOMBONERITA, este en cada tableta salía una letra de las 13 que se componía el nombre del chocolate. Al que poseyese todas recibía el balón de reglamento que estaba colgado en la tienda. A todos nos faltaba la “T” y como es lógico salió en las últimas tabletas. Recuerdo que la famosa “T” le salió a Benito Herrero, consiguiendo, para envidia de todos, el regalo tan preciado, ya que ninguno poseíamos un balón y de reglamento. Siempre jugábamos al fútbol con alguna pelota grande.

    EL FÚTBOL: Jugábamos al fútbol en “Carreiglesia”, pero principalmente en las eras: Echaban a pies los dos mejores jugadores, los demás estábamos deseando que nos eligieran diciendo ¡A mi!, ¡A mi!. Ya cada líder tenía su equipo. Los menos apreciados quedaban con su desconsuelo de la reserva. Se instalaban las porterías, a veces con dos piedras y otras señalizándolas con abrigos y otra ropa. Todo estaba dispuesto y era el momento de rodar la pelota, casi siempre de goma. Jugar con un balón de reglamento era un lujo. El ser portero no era muy apreciado y además cuando te metían goles eras sustituido por un reserva y tú tenías que convertirte en espectador. Siempre el líder era el que decidía los que jugaban y además era el que tenía el poder decisorio ante jugadas dudosas.


    LA CALVA: Es un juego simple, seguramente tan viejo como el primer pastor que hubo en el mundo. Consistía en lanzar un objeto, una piedra, contra otro objeto colocado a determinada distancia. De la soledad de lo pastores pasó a la compañía de la gente en las aldeas, deseosa de saber quién era el mejor de sus lanzadores. Hoy la calva está perfectamente reglamentada y el primitivo cuerno pastoril ha sido sustituido por una pieza de madera de encina, en forma de cuerno y una base para su sujeción en el suelo. La 2 calvas se colocaban a una distancia de 8 a 10 m.., dependiendo de la edad de los jugadores y en posición de simetría. Con ello se conseguía que primero se tiraba hacia un lado y luego hacia el otro. Cada jugador poseía un canto más o menos cilíndrico, que en San Román llamábamos “calvo” y el objetivo era precisar la distancia y el golpe preciso para derribar la calva y apuntarse el correspondiente tanto. No era válido el derribo de la calva dándola en la base. El tanteo se hacía de mutuo acuerdo, podía ser a 20 tantos, etc. Los niños jugábamos imitando a los mayores, que los domingos solían jugarse la merienda en la plaza u otra calle. Había buenos y precisos tiradores. Recuerdo que empleaban el siguiente vocabulario para definir algún tiro fallido: corta, ladera o mala…


    LOS COLUMPIOS: No teníamos ningún parque infantil, como hay en la actualidad, sin embargo improvisábamos los columpios. En algunas zonas del pueblo: recogedero, carrueco y junto a la caseta de alguna era, se almacenaban vigas de alguna corta, para dedicarlas a reparar alguna techumbre, colgadizo etc. Con mucha imaginación y con alguna ayuda de algún mayor, sacábamos una que hacía de punto de apoyo o base y otra que montábamos verticalmente a la anterior. Así teníamos un columpio rudimentario, pero que nos permitía subir hasta 3 ó 4 de cada lado, nivelando el peso. Poníamos en práctica el invento de Arquímedes al servicio de nuestro ocio.


    EL TRAMPOLÍN: Algunos recreos nos íbamos a la pequeña ladera de San Martín, tal vez el paraje donde en su tiempo estuvo situada la Ermita del mismo nombre, y aprovechando el declive de la ladera nos deslizábamos a modo de trampolín sentados en alguna piedra plana. Esta actividad también la realizábamos en las laderas de las bodegas pero a mayor velocidad.


    PATINAR EN EL “CHAVARCÓN”: Las mañanas de aquellos inviernos crudos y de grandes heladas acudíamos a aquella charca natural, próxima a las eras y al arroyo, y patinábamos sobre el hielo o carámbano. Hoy dicho entorno natural ha sido anulado por vaciado de escombros.

    COGER GRILLOS: Con la llegada de la primavera nos gustaba tener en nuestras casas uno o varios grillos que nos amenizaban con ese canto tan monótono como agudo que emitían. Para ello nos hacíamos con una caja de zapatos con la tapa agujereada que sería la morada de nuestras capturas. Salíamos a las eras y perseguíamos muy sigilosamente su canto, hasta que localizábamos su hura. El insecto que cantaba en el exterior de dicha hura, al percatarse de nuestra presencia se metía en ella. Ahora venía el momento de la propia captura. Había dos procedimientos. Uno era meter una paja larga a través de la hura e invitarle a salir al exterior para su captura, no era la más empleada. La que siempre empleábamos era traer agua en un bote e inundar la hura. El grillo al no poder vivir en ese medio salía al exterior y aprovechábamos para capturarle. Solíamos coger machos, las hembras no cantaban. Dentro de los machos valorábamos aquellos que en la parte superior del tórax, en el plegado de sus alas dibujaba algo parecido a una “R”. Cuando cogíamos algunos con una “P” decíamos que eran peores cantadores. La alimentación que les ofrecíamos en casa era alguna hoja de lechuga.

    LAS CINTAS: (Debo de agradecer a Luis Miguel Gómez el recordarme este juego, omitido por mi parte) Los niños, con el afán de imitar a los mayores en nuestros juegos, días antes de la llegada de los carnavales y anticipándonos a tal evento jugábamos a correr las cintas. Ya hemos hablado en este “blog” de las fiestas del carnaval, así como de las actividades más culturales de aquel, que eran los preámbulos de las carreras de cintas y gallo. En ellas, antes del momento de capturar las cintas o matar el gallo, el protagonista disertaba o narraba al público algún tema de actualidad, en un lenguaje lo más poético y cultural que requería tal trance. Los niños atábamos una cuerda o soga de ventana a ventana cortando una calle. A esa cuerda enrollábamos las cintas de manera que sólo quedara un poco de éstas colgando. Todo estaba dispuesto para que con habilidad, buena puntería y con un punzón, o palo la mayor parte de las veces, consiguiéramos atinar en la anilla en que terminaba cada cinta y así poderla rescatar. Muchos de los intentos eran fallidos ya que había que hacerlo corriendo. Ganaba el que más cintas rescataba. Los mayores lo hacían, a carrera de caballo, en “Carreiglesia” y las cintas estaban dentro de un cajón de madera más sofisticado.
    Luis Miguel Gómez me cuenta que su tío Fidel Mazas, con buenas maneras y mejor humor, le compuso la siguiente estrofa para tal ocasión.


Soy hijo del señor Meli,
comerciante de tejidos,
engaño a todas las mujeres
con las telas y los hilos.

    C) Otros juegos de aventura y riesgo, algunos prohibidos por nuestras familias:


    LOS NIDOS: Llegada la primavera, alguna tarde de jueves sin escuela, algunos nos encaminábamos a los pinares que salpicaban el pueblo a localizar algún nido. Nuestro espíritu de aventura nos alejaba de toda protección de la Naturaleza, sin embargo ahí conocíamos la espontaneidad de los animales para sobrevivir y reproducirse. El más osado y con mejores aptitudes de gatear subía y acto seguido respondía: ¡Es de paloma! ¡Es de pega! ¡Tiene tantos huevos o tantos pajaritos!. Ya al anochecer regresábamos al pueblo con el temor a las reprimendas de nuestras madres por llevar más de un pantalón roto y resinoso. Casi siempre vestíamos pantalones cortos de pana, en todo tiempo, que nos confeccionaban nuestras madres.


    IR A COGER PIÑONES: En la caída del otoño, volvíamos otras tardes de jueves a esos mismos pinares pero con otra finalidad, esta era tirar piñas y comer piñones. Algunas piñas caían arrojando piedras, pero otras veces con espíritu gateador, había que ascender a la copa del pino y con un palo desprenderlas. Una vez en el suelo preparábamos la correspondiente lumbre en algún calvo del pinar, para que el calor las abriera y así extraer todos sus piñones. Mientras lo anterior ocurría nos calentábamos y fumábamos algún cigarro de hoja de sarmiento de alguna viña próxima, envuelto en el papel que pillábamos. Cuando las piñas abrían, las dábamos algunos golpes encima de alguna piedra grande y recogíamos los piñones bien calentitos. Luego comíamos los que podíamos y otros nos los repartíamos para llevarlos a casa. Los piñones los escondíamos en casa para no dejar huella de tal aventura.


    ATRAVESAR LOS SIFONES DE LAS ACEQUIAS: Por aquella época se estaban construyendo las acequias por el término de San Román. Algunas veces por excesivo desnivel u otras circunstancias construían sifones. Algunas tardes, de esos jueves vacacionales con espíritu de aventura y morbo, allí nos presentábamos. La aventura consistía en atravesar dichos sifones de un extremo a otro. Recorríamos los 200 ó 300 m. de esa distancia agachados y a veces reptando hasta conseguirlo. Otras veces era infranqueable el recorrido como consecuencia de que el viento había metido en su interior algunos “corrimundos” u otra maleza. Para vencer tal dificultad pasábamos con cerillas y prendíamos tales obstáculos con el objetivo de realizar tal aventura. A veces existía el temor de encontrar en tales accesos alguna culebra o rata.


    BAJO EL PUENTE DE HIERRO: Las vías del ferrocarril cruzaban el río Hornija (arroyo) a la altura de “Valdeculebro”, para ello existía un puente de hierro con una estructura muy singular. Sobre la parte superior de la estructura metálica descansaban las vías por donde circulaban los trenes a cielo abierto, según tramos, pero la parte inferior estaba formada por otra estructura de vigas entrecruzadas de hierro con fácil acceso. Los niños subíamos y hacíamos su recorrido de un lado a otro de las orillas del arroyo. Las sensaciones más fuertes las recibíamos ante el paso de un tren. Era una sensación visual al ver esa mole de hierro encima de nuestras cabezas y otra auditiva el oír ese estruendo de rozamiento de ruedas y raíles. Al terminar de pasar el último vagón todo volvía a la tranquilidad. Algunas veces nos bajábamos del puente impregnados de negro y de carbonilla que despedía la máquina de vapor.

    SUBIRNOS A LOS CAMIONES EN MARCHA: En los años 50 eran pocos los camiones que transitaban por nuestro pueblo, pero cuando pasaba alguno celebrábamos dicha novedad subiéndonos a ellos. Nos agarrábamos a la telera trasera y con los pies apoyados en la rueda de repuesto, siempre procurando no ser vistos por el conductor de tal vehículo. La poca velocidad a la que circulaban por el pueblo nos permitía realizar tal proeza. Algunas veces íbamos subidos desde el Carrueco hasta la plaza de la Anchura.

    Vamos a recordar otros dos juegos, que aunque los encuadremos dentro de los peligrosos, no había ninguna prohibición por parte de nuestros padres, sin embargo por hacerlos siempre en sigilo o secreto los ponemos dentro de este grupo, aunque todo era pura tradición.


    LOS CACHARROS: Durante el invierno, aprovechando la oscuridad de la noche, era costumbre la acción de “tirar cacharros”. Lo hacían, normalmente los chicos en las casas de las chicas de su cuadrilla, y muy raramente era al revés. Consistía en abrir la puerta de la casa y arrojar: cántaros rotos, barriles, ollas etc. y salir corriendo para no ser visto. Ante tal estruendo la familia donde caía se asustaba en principio, pero casi siempre era acogido con buen sentido del humor, reaccionando con buena actitud y exclamando ¡Vaya, un cacharro! Excepto raras excepciones y, sobre todo, si era muy reiterativa la casa a la que se tiraban.


    LOS REGUEROS: Consistían en dejar una huella o sendero de paja desde la casa de un chico a la de una chica. Siempre se hacía de noche y con mucho sigilo. Este tipo de mensaje era visto y comentado por todos los vecinos al amanecer del día siguiente. Se oía en las calles ¡Dicen que han puesto un reguero! Según la trayectoria, del caminito señalado con paja, todo el mundo se aclaraba del chico y de la chica protagonistas. La connotación de ese lenguaje gráfico era por todo el mundo interpretado: El chico había solicitado relaciones con la chica y había negativa o “calabazas” por parte de ésta. A veces, era de índole menor, solamente la había solicitado “pareja” para San Juan o Carnavales. La información de este suceso solía darlo siempre la chica, ya que esto la daba potencialmente más “caché” ante los demás, a costa de esa vulnerabilidad en que quedaba el chico. Todas estas bromas hacían que el pueblo saliera de su monotonía y a la vez hubiera algo de que hablar.

    Las niñas solían jugar, aparte de los ya mencionados: comba, pañuelo, escondite, cuatro esquinas, gallina ciega, la campana y tres en raya, a: Las tabas, la goma, Los alfileres, La pelota, El tejo, Las muñecas, El diábolo, Comiditas etc.

El Diábolo

Las Tabas









En otro artículo recopilaremos las retahílas con las que sorteamos los turnos de los juegos, así como todas las canciones que acompañaban a éstos.


miércoles, 3 de junio de 2009

¡Adios Vital! aunque permaneces aquí con nosotros

¡Adios Vital! permaneces aquí con nosotros






    Con gran tristeza y consternación nos hemos enterado del fallecimiento de un colaborador de este blog y amigo: Vital 
Foto de Vital Lobo García
Lobo García (q.e.p.d.). Una enfermedad rápida e irreversible ha terminado con su juventud e ilusiones.


    Desde esta página, que también era la suya, queremos dejar constancia y testimonio del dolor y desconsuelo que nos ha dejado tan singular pérdida. Le agradecimos el esfuerzo que realizó en su artículo de este blog: "San Román en el Catastro del Marqués de Ensenada". Los 61 comentarios o aclaraciones fueron una tarea ardua, con la finalidad de hacer el texto más legible y comprensible al lector. El texto original emplea términos y giros lingüísticos hoy en desuso y con significados difíciles de interpretar.

    "Los hombres desaparecen pero su obra perdura". Nos comprometemos en mantener en este blog su artículo y así tenerle a él en nuestra memoria y recuerdo. Nos unimos en el sentimiento de dolor a toda su familia: su esposa, su hijo Guillermo, su tía Clary, sus hermanos: Luis, Marina y Virginia.

Vital, ¡Gracias y hasta siempre!.


    Estas pinceladas sobre su vida nos las ha facilitado su hermana Marina, las que mucho
agradecemos. 
Vital Lobo García nació el 1 de junio de 1955 en Mieres (Asturias), villa donde transcurrió su infancia y juventud y en la que cursó los estudios primarios y el bachillerato. Hijo del empresario Luis Lobo (natural de San Román de Hornija) y de la mierense Marina García, era el segundo de cuatro hermanos (Luis, Vital, Marina y Virginia) de una familia que mantuvo siempre muy estrechos vínculos con San Román, donde tenían por costumbre pasar sus meses de descanso veraniego.

    En la Universidad de Valladolid cursó desde 1974 la carrera de Filología Francesa, licenciándose en 1979. Su destacado expediente académico le permitió acceder a una plaza de profesor-lector en la ciudad bretona de Rennes. Tras realizar el servicio militar (le tocó vivir el 23F justamente en la División Acorazada Brunete), se instaló en Madrid, donde impartió clases de francés en la Escuela de Turismo, antes de ganar por oposición una plaza de funcionario del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado. En la capital de España contrajo matrimonio, del que nacería un hijo, Guillermo, que en la actualidad tiene veinte años.

    En la Administración del Estado desarrolló Vital Lobo una brillante trayectoria profesional, ocupando entre otros puestos de relevancia los de Subdirector General de Organización en el Ministerio de Administraciones Públicas y el de Subdirector General de Coordinación Territorial en el Ministerio de Economía y Hacienda.

    A causa de una fulminante enfermedad detectada pocos meses antes, falleció Vital Lobo el 23 de abril de 2009 en la Clínica Universitaria de Navarra. Sus restos mortales fueron incinerados en el cementerio de La Almudena, en Madrid, en presencia de la familia, los amigos más íntimos y sus más allegados compañeros de trabajo. Sus cenizas, tal y como fue voluntad expresa de Vital, reposarán en el cementerio de San Román, junto a las de sus padres.

    La relación de Vital Lobo con San Román fue siempre muy estrecha y cimentada por encima de todo en el cariño. En esa relación jugó un papel muy especial su fraternal amigo Manolo Torres, en cuya compañía viajaba a menudo Vital al “pueblo” para visitar a su tía Clary y evocar recuerdos y anécdotas de sus tiempos de juventud. Prueba de ese amor al pueblo y del rigor intelectual con que Vital acometía cualquier trabajo, es la transcripción comentada de las Respuestas Generales del denominado Catastro del Marqués de la Ensenada, correspondientes al pueblo de San Román de la Hornija, que Vital paciente y minuciosamente extrajo de una copia del texto original, fechado en 1752, añadiendo clarificadores comentarios que ayudan a su lectura y comprensión.

    Su temprana muerte deja en el aire diversos proyectos y un gran vacío en todos los que le quisieron. (q.d.e.p)

lunes, 16 de marzo de 2009

La tradición de poner "El Mayo"

LA TRADICIÓN DE PONER EL MAYO

    Con este artículo terminamos la fase del traslado o incorporación de todo el contenido de nuestra antigua dirección del “blog” a la nueva. Aunque la tarea ha sido a veces ingrata recopilando los datos anteriores, creo que ha merecido la pena ya que esta web posee mejores recursos para plasmar todo aquello de nuestro pueblo.
    A punto de comenzar una nueva etapa se me ocurre que podíamos incorporar experiencias escolares nuestras, de nuestros padres o abuelos: poesías, canciones, trabajos, fotografías etc. que me podéis enviar y yo iré colgando en la web. De esta manera honraríamos la memoria a los nuestros, así como nos enriqueceríamos de aquellas vivencias escolares de esa época.


    Hoy queremos tratar en nuestro “blog”, esa costumbre tan ancestral de “poner el Mayo”, propio del día uno de Mayo, que desde siempre se viene realizando en algunos pueblos de Castilla y especialmente en San Román de Hornija, nuestro pueblo.

    Los orígenes de esta fiesta se remontan a las antiguas civilizaciones de los fenicios a los griegos que manifestaban su adoración a sus dioses y lo que estos significaban en fiestas conmemorativas de exaltación de acontecimientos que para aquellos hombres tenían trascendencia, tales como los cambios de estaciones. La fiesta mayumea fenicia exaltaba la primavera. Esas costumbres fueron asimiladas por nuevas civilizaciones prerromanas, como la celta. La festividad celta de Beltane marcaba el comienzo de la temporada de verano pastoral cuando las manadas de ganado se llevaban hacia los pastos de verano y a las tierras de pasto de las montañas. De ahí la adoración de los fenómenos terrenales: tierra, mar y aire. Una de las principales actividades de la festividad consistía en encender hogueras en las montañas y colinas, poner altos árboles con rituales y significados políticos.

    Esta tradición fue asimilada por los romanos en su adoración y culto a multitud de dioses. También asimilaron esta tradición mayumea en honor de la llegada de la primavera y de las primeras flores del año, el día que corresponde con el actual primer día de mayo. Todo poblado romano tenía además de los dioses oficiales los propios autóctonos. En Hispania se adoraba a la diosa Bona Dea también llamada Maya, Maia o Fauna diosa de la fertilidad en la mitología romana con la que se celebraba la llegada de la primavera. Seguramente esta tradición sufrió variaciones con la llegada de la civilización árabe a los campos de Castilla como la manifestación en cantos o rondas a la persona amada. El Cristianismo ha asimilado multitud de fiestas paganas que se profesaban con anterioridad a su implantación en fiestas religiosas y esta es un claro ejemplo de ello: la mayoría de dichas fiestas paganas pasaron a ser fiestas en honor a la Virgen María


    Así es como la fiesta de la llegada de la primavera y adoración a la Tierra, pasaría a ser una fiesta de adoración a la diosa Maya en tiempo romano y posteriormente fue modificada como variante de exaltación religiosa, con la introducción de la veneración a la Virgen María.


    Las teorías de culto animista dan en considerar al árbol como ser animado, teniéndolo por causa de espíritus de la vegetación y de la fecundidad. Cuando el hombre, durante el Paleolítico, es nómada tras las especies de caza, permanece en contacto directo con los bosques y con sus espíritus; mas al hacerse sedentario (en el Neolítico), rodea sus poblados, para defenderse, de potentes murallas, estableciendo una separación física entre su hábitat y sus bosques, entre su morada y la de sus numerosos protectores. Por ello, al ser los árboles morada de espíritus, con la llegada de la primavera acudía al bosque y cortaba el árbol o rama donde se asentaba la divinidad, trayéndolo hasta el poblado para plantarlo en su centro, en la confianza sentida de que con la casa viene su morador a habitar nuevamente entre ellos, propiciando la prosperidad de las cosechas, la multiplicación de los rebaños y la bendición de las mujeres con hijos.


    Posiblemente sea la tradición de "poner el Mayo", una de las más arraigadas en muchos de los pueblos, no solo de Castilla sino de toda la Península. El día 1 de Mayo, es el día en que los Quintos de San Román, (varones y mujeres que dejan atrás la adolescencia para ser ya adultos), celebran su puesta de largo con la acción de poner el mayo con ayuda de amigos y familiares. Ellos son quienes, en reuniones secretas, deliberan y sentencian el mejor ejemplar (ya que cuanto más alto sea el "mayo" más bizarría y valentía tienen los mozos del pueblo), siendo igualmente quienes desde algún plantío deberán trasladarlo a su nueva ubicación: la plaza de la Iglesia, antes era en la plaza del Ayuntamiento. En la actualidad le ponen en un  recinto próximo a la piscina


    Después de rescatada la viga, se comienza a altas horas de la madrugada a elevar y plantar el que será mayo de ese año. Esa viga llega con frecuencia a medir más de 20 metros de alto y pesar hasta 1500 Kilos, y además es adornada por una frondosa copa de pino en su extremo final.


    Los jóvenes se las ingenian como buenamente pueden, utilizando en el proceso: maromas, horquillas (antes carros), remolques tractores, además de la suma de todos los brazos afanándose por conseguir la verticalidad del "mayo", encajando su base dentro de un hoyo previamente realizado en el suelo y fijándolo en su estabilidad mediante piedras y tierra pisada. Tan compleja ingeniería requiere, la demanda de refuerzos, ya que la despoblación rural hace disminuir los componentes de quintos y allí vemos prestando ayuda: padres, tíos y hasta abuelos. Es por lo que podríamos decir que, en nuestro pueblo, “el poner el mayo” esa madrugada del día 1 de mayo es una fiesta generacional, sin olvidar el protagonismo de los quintos y quintas.

    Ya el mayo está levantado, pero de él cuelgan las maromas que han servido para su ascensión. Ahora viene la acrobacia del quinto que trepa hasta media altura del chopo y desata tales sogas.

    La presencia de este "gigante", en tal recinto, rompe con la monotonía invernal para anunciar la primavera y la estación de la luz. Han contribuido a ello los quintos y acompañantes en una madrugada larga y alegre, donde todos han sido obsequiados con jamón, chorizo, dulces y bebidas.


    Todo esto no deja de ser una manifestación cultural más de nuestros pueblos, que aunque olvidando su trasfondo histórico y simbólico, luchan por el mantenimiento y supervivencia de unas tradiciones que no dejan enterrar.

lunes, 2 de marzo de 2009

Asociación comunera pecuaria del Hornija

ASOCIACIÓN COMUNERA PECUARIA DEL HORNIJA


    Llega a nuestras manos el Reglamento de una asociación que se formó en San Román por 1930: “ASOCIACIÓN COMUNERA PECUARIA DEL HORNIJA” Dicha asociación fue constituida por propietarios de animales de San Román, tanto caballar como mular, con el fin de protegerlos o asegurarlos de alguna manera, y así no sufrir el dueño demasiado quebranto económico cuando los animales enfermaban o morían.

    Consideramos muy interesante la lectura del Reglamento de su formación porque en él vemos unas inquietudes en sus asociados de: solidaridad, protección, seguridad, unión etc. Podíamos considerar que, esta asociación de nuestro pueblo, era un proyecto adelantado de lo que más tarde sería el cooperativismo agropecuario. Es de lamentar que dicho fenómeno de cooperativismo no haya cuajado posteriormente en nuestro pueblo, tal vez por un excesivo egocentrismo de sus miembros, así como una falta de confianza hacia los demás.

    Agradecemos la colaboración del joven Rubén Mozo Velasco, biznieto del primer presidente, que nos ha facilitado el presente Reglamento. Rubén, también contribuye y se vincula con los objetivos que nos propusimos en “San Román en el tiempo”: poner, altruistamente y al alcance de los demás, este testimonio cultural de nuestro pueblo.



Sello de la Asociación

REGLAMENTO



Portada del reglamento


CAPÍTULO PRIMERO

Artículo 1.º Queda constituida con el nombre de "Comunera Pecuaria del Hornija” una entidad cuyo domicilio social radicará en esta localidad y casa del Presidente de la misma hasta que se disponga otra cosa por la Junta General.
Art. 2.º Los fines de esta entidad serán:
a) Indemnizar a los socios de las pérdidas que experimenten por inutilización o muerte de los animales inscriptos.
b) Prestarse mutua ayuda en caso de enfermedad de los mismos.
Art. 3.º La duración de esta Sociedad será por tiempo indefinido y no será disuelta mientras haya diez socios que se comprometan a sostenerla o cuando así lo ordenen autoridades superiores.

CAPITULO II
De los socios.
Art. 4.º El número de socios será ilimitado y éstos podrán ser fundadores, protectores y de número.
a) Serán fundadores todos los inscritos durante los tres meses primeros a contar desde el día en que se apruebe este reglamento por la superioridad.
b) Serán protectores los nombrados por el Consejo y éstos podrán asistir a las juntas generales con voz pero sin voto y no tendrán otras obligaciones que las que voluntariamente se impongan.
c) Serán de número los ganaderos solventes de las especies caballar y mular mayores de edad, en pleno uso de sus derechos civiles, que residan en esta localidad y que a juicio del Consejo merezcan la debida confianza, traten bien a sus ganados, gocen de buena moral y cumplan las obligaciones que les impongan los reglamentos sociales.
Art. 5º El ingreso de un socio supone el conocimiento y la aceptación sin reserva de todas las obligaciones contenidas en el reglamento y en los acuerdos del Consejo y de las juntas.
Art. 6º El que desee pertenecer a la Sociedad, lo solicitará por escrito del Consejo indicando en la solicitud su acatamiento a todo lo dispuesto en este reglamento, su nombre, sus dos primeros apellidos, edad y domicilio, acompañando a la solicitud documento que acredite tener contratadas asistencia facultativa a sus ganados por el veterinario titular de esta localidad de los animales que pretenda asegurar y con relación con el número, clase, edad, y demás datos para una reseña completa de los mismos.
Art. 7º La baja de un socio podrá producirse por defunción, por traslado, por expulsión decretada por la junta general y por voluntad propia, siempre que haya transcurrido un año a contar desde la fecha en que se le admitió como tal y así lo comunique por escrito al Consejo.
Art. 8º Pueden continuar como socios las viudas o, herederos legítimos siempre que lo soliciten por escrito durante los ocho días siguiente al fallecimiento del socio y sean admitidos por el Consejo, teniendo las mismas obligaciones y derechos que aquél.
Art. 9º Serán obligaciones de los socios aceptar los cargos que fuesen designados, desempeñar éstos con el mayor celo posible, denunciar las infracciones que cometan los asociados, pagar con puntualidad sus cuotas y las acordadas por la junta general como extraordinarias y en general todas las que jurídicamente se deriven del carácter de esta entidad.

CAPITULO III
Administración de esta sociedad.
Art. 10. La sociedad será dirigida y administrada por un Consejo de administración formado por un Presidente, un Vice-Presidente, un Tesorero y dos Vocales, que ejerzan las funciones de Secretario y Vice-Secretario. El Veterinario Titular de la localidad, será miembro del Consejo con voz pero sin voto.
Art. 11. Los cargos a que se refiere el artículo anterior son gratuitos y de duración por dos años, renovándose en el primer año los cargos de Vice-Presidente y Vice-Secretario, quedando reducida la función de estos últimos y por una vez a un año.
Art. 12. Quedarán nombrados miembros del Consejo por orden de inscripción en la lista general de socios eligiendo entre ellos mismos los diferentes cargos y verificándose esta elección por votación secreta.
Art. 13. Si algún cargo quedara vacante por las causas que determina el artículo séptimo, será cubierto por el que corresponda en la lista general y su actuación se limitará al tiempo que correspondiera actuar a su predecesor.
Art. 14. Si algún socio no quisiera aceptar el cargo que le corresponda, podrá hacerlo pagando una multa de cincuenta pesetas en metálico al presentar su renuncia.
Art. 15. Son funciones del Consejo:
a) Cumplir y hacer cumplir los preceptos de este reglamento.
b) Extender los contratos del seguro.
c) Acordar el pago de las indemnizaciones en caso de siniestro, haciendo el reparto correspondiente entre los asociados.
d) Imponer multas y obligar el pago de las mismas por los procedimientos legales.
e) Nombrar el personal facultativo y subalterno que sea necesario para el buen régimen de la sociedad.
f) Acordar aquellas disposiciones que conduzcan al mejor desempeño de su misión y que no sean exclusivas de la junta general.
g) Ejercitar o autorizar todas las acciones que sean en defensa de la sociedad ya sean o no judiciales.
Art. 16. El consejo se reunirá en sesión ordinaria en la primera decena de cada mes, cuando lo pidan dos vocales del mismo, cuando haya solicitudes de ingreso, cuando ocurra un siniestro y siempre que lo crean conveniente y previa convocatoria.
Art. 17. Para celebrar sesión en primera convocatoria se necesita la mayoría absoluta de sus miembros y en segunda con los que concurran, siendo igualmente valederos los acuerdos que serán siempre adoptados por mayoría y resolviendo el voto del Presidente en caso de empate.
Art. 18. Los acuerdos del Consejo son apelables ante la junta general y el plazo de ocho días consecutivos al acuerdo.
Art. 19. El plazo señalado en el artículo anterior si afecta a la sociedad en general, empezará a contarse desde el día siguiente del acuerdo y la apelación será hecha por el diez por ciento de los socios. Si afecta solo a un socio o varios empezará a contarse desde el día siguiente a su notificación.
Art. 20. Los miembros del Consejo son incompatibles en todas las operaciones de seguro que afecten a sus familiares dentro del tercer grado civil sustituyéndose por igual número de vocales de la junta de auxiliares.
Art. 21. En el momento que ocurra un siniestro, se reunirá en sesión el Consejo para con los datos que posea acordar o no la indemnización que será en el primer caso del noventa por ciento del valor de tasación y el uno por ciento para gastos de operaciones ingresando el sobrante en la caja del tesorero.
Del Presidente
Art. 22. Serán funciones del mismo:
a) Llevar la representación y firma social de todos los individuos que compongan ésta.
b) Presidir y convocar las sesiones decidiendo con su voto en caso de empate, tanto en las del consejo como en las generales.
c) Ordenar los pagos acordados por el Consejo y visar todos los documentos.
d) Adoptar resoluciones urgentes y bajo su responsabilidad dando cuentas al Consejo en primera sesión.
Del Vice-Presidente
Art. 23. Corresponde a éste sustituir en todas sus funciones al Presidente, siempre que con causa justificada delegue en él por escrito.
Del Tesorero
Art. 24. Corresponde al Tesorero:
a) custodiar los valores y metálico respondiendo personalmente de ellos.
b) Extenderá los recibos, cobrará, y pagará todos los créditos y débitos con el visto bueno del Presidente.
c) Archivará ordenadamente todos los justificantes, junto con todos documentos de Tesorería.
d) Llevará un libro diario de ingresos y gastos, dando cuenta al Consejo cada tres meses que será en los de Abril, Julio, Octubre y Diciembre y en su sesión ordinaria.
e) En la junta general ordinaria rendirá las cuentas de la anualidad correspondiente dando informes detallados de créditos, débitos y existencias en fondos.
Art. 25. Corresponde al Secretario:
a) custodiar los documentos de Secretaría.
b) Intervenir en la contabilidad, extendiendo los cargaremes y libramientos.
c) Llevar un libro en el que figure numerados y clasificados todos los animales objetos de seguro con su reseña, nombre de los dueños, valor de cada animal y en general todos los datos precisos para el mejor funcionamiento.
d) Llevar el libro de actas.
e) Extender cuantas certificaciones sean precisas con le visto bueno del Presidente.
f) Llevar la anotación correspondiente para la prestación que cada dueño ha de hacer en casos de enfermedad de animales inscritos.
g) Sustituir al Tesorero en casos de ausencia y enfermedad.
h) Redactar una memoria anual.
i) Extender todas las citaciones y demás documentos precisos visados todos por el Presidente.
Art. 26. Corresponde a este sustituir al Secretario en todas sus funciones cuando con causas justificadas delegue en él por escrito y dando cuenta al Presidente.
CAPITULO IV
De la junta de auxiliares
Art. 27. Con el fin de sustituir en todo o en parte a los miembros del Consejo, funcionará una junta constituida por los primeros socios que figuren inscritos y que no desempeñen cargos en el Consejo o el de peritos tasadores.
Art. 28. El número de miembros de esta junta será ilimitado y su actuación estará reservada a los casos de incompatibilidad que determina el articulo 20, correspondiéndoles actuar por orden de inscripción y estando sujetos a la misma incompatibilidad que los del Consejo.

CAPITULO V
De los peritos tasadores
Art. 28 Bis. Serán peritos tasadores los cuatro primeros socios que figuren inscritos a continuación de los que constituyan el Consejo.
Art. 29. Estos peritos actuarán dos en cada tasación correspondiendo a los primeros y figurando los otros dos como suplentes.
Art. 30. Corresponde a ellos intervenir e informar por escrito si así lo cree conveniente el Consejo en todas las tasaciones que han de valorar a los animales, tanto inscritos como a los que soliciten inscribirse.
Art. 31. El inspector Veterinario actuará como perito cuando se lo ordene el Consejo y su fallo será acatado.
Art. 32. El cargo de perito tasador será por un año y se renovarán todos a la vez.

CAPITULO VI

De la junta general

Art. 32. Bis. La Junta General se reunirá en sesión ordinaria una vez al año y será en la segunda decena del mes de Enero previa convocatoria con cinco días de antelación por el Presidente, en ella se dará cuenta por el Consejo del balance anual anterior, presentará aquel una memoria acerca de la marcha y proyecto de la sociedad. La junta general se reunirá en sesión extraordinaria cuando acuerde el Consejo, cuando lo pidan el diez por ciento de los socios haciendo la petición por escrito dirigida al Presidente. Los acuerdos se tomarán por mayoría de los que concurran decidiendo el Presidente en caso de empate. Se prohibe la delegación del voto así como las alusiones o discusiones políticas o religiosas. El socio que no concurra a la sesión y no justifique su ausencia, será multado en una peseta que hará efectiva en plazo de cinco días y de no verificarlo perderá los beneficios a que tenga derecho.

CAPTITULO VII

De los fondos de la Sociedad
Ingresos

Art. 33. La sociedad constituirá sus ingresos:
a) Con el tres por mil del valor de cada animal asegurado para los socios fundadores.
b) Con el seis por mil para los socios de número a su ingreso y por una sola vez de cada animal asegurado.
c) Con el cuatro por ciento del valor de tasación para los socios fundadores.
d) Con el cuatro y medio por ciento para los de número.
e) Con el tanto por ciento de cada animal asegurado que acuerde el Consejo en caso de siniestro o inutilidad absoluta.
f) Con el valor en venta de los animales declarados gravosos a la sociedad.
g) Por las multas que fueren impuestas a los asociados.
h) Por los auxilios que reciba del Estado o corporaciones, donativos de entidades o particulares, etc.
i) Por los intereses que produzcan los fondos si estuvieran depositadas en algún establecimiento de crédito.
j) Por los que pudieran obtenerse por cualquier procedimiento lícito.
Art. 34. Los ingresos a que se refiere los apartados a, b, c, d, del artículo anterior, serán satisfechos al ingreso como socio.
Art. 35. Son gastos de la Sociedad:
a) El pago de los socios de cuantos casos ocurran de siniestro inutilidad o exclusión de algún animal que el Consejo acuerde gravoso a la sociedad en la cantidad que de termina el artículo 21 o los que se especifiquen en otros artículos de este reglamento.
b) Remuneración al técnico y demás empleados de la Sociedad.
c) Adquisición de impresos, material de oficina, gastos de correspondencia, viajes, etc., y cuantos el Consejo acuerde para la mejor marcha de la Sociedad.

CAPITULO VIII

Del seguro de ganados
Art. 36. Asegura esta Sociedad todos los animales de las especies mular y caballar cumpliendo los requisitos siguientes:
a) A solicitar la inscripción lo hará según determina el artículo sexto.
b) El dueño presentará la tasación que a su juicio debe darse a sus ganados.
c) La tasación a que se refiere el apartado anterior será comprobada por los peritos tasadores de la Sociedad; si estuvieren de acuerdo lo manifestarán así al Consejo; si no hubiera acuerdo, el dueño nombrará otros dos peritos (socios) y si entre éstos y los anteriores no hubiera acuerdo, el Consejo encargará hacer la tasación al inspector veterinario cuyo dictamen será acatado.
Art. 37. Quedan exceptuados de seguro, primero: los animales pertenecientes a traficantes o sea aquellos que por sus constantes transmisiones son la base de una industria limitándose el seguro a aquellos que de una manera permanente se dediquen a trabajos habituales en la localidad.
Segundo: aquellos cuya alzada sea de un metro cuarenta y seis centímetros o exceda de ella su valor de tasación o sea inferior a ciento cincuenta pesetas. Tercero: los que siendo de talla inferior a un metro y cuarenta y seis centímetros no sean valorados en más de cien pesetas. Cuarto: los que por fundados motivos sean rechazados por el Consejo o no gocen de buena salud al solicitar la inscripción.
Art. 38. Todo solicitante al ingresar como socio los hará de todos los animales que posea de las especies antes mencionadas siempre que reúnan las condiciones anteriormente exigidas, de lo contrario no será admitido.
Art. 39. Si entre dos socios hubiera venta o permuta de ganados asegurados, no tendrán que pagar nuevas cuotas de ingreso siendo suficiente que al hacer el traspaso lo comuniquen al Consejo en el plazo de 24 horas obteniendo cada uno los correspondientes derechos y obligaciones; de no cumplir este requisito pierden todos los derechos y sí quedan obligados.
Art. 40. Si la venta o permuta es entre un socio y persona ajena a la Sociedad lo comunicará el socio al Consejo en el plazo de 24 horas haciendo la rectificación correspondiente en las tasaciones, de no hacerlo perderá los derechos y quedará obligado por la tasación que figure para contribuir en caso de siniestro.
Art. 41. Las tasaciones serán revisadas dos veces al año en la época y días que acuerden el Consejo y transcurriendo seis meses de una a otra. Si en el momento de practicarla algún animal estuviera enfermo, se esperará a que se haya restablecido continuando entre tanto la última tasación.
Art. 42. Para tener derecho a indemnización se requiere: a) tener corrientes todas las cuotas, b) cuando el dueño de un animal note síntomas de enfermedad lo pondrá en conocimiento inmediatamente del Presidente y del Veterinario para que éste preste la debida asistencia facultativa y a cuyo plan se ajustará el dueño, c) para la indemnización del animal en caso de siniestro, el dueño presentará la póliza de seguro expresando si la muerte hubiera sido repentina la hora y sitio en que ocurriera a fin de comprobar cuantos extremos creyera conveniente el Consejo.
Art. 43. Los gastos de estas diligencias serán de cuenta de la Sociedad si se comprobara la veracidad de lo manifestado por el dueño y de no ocurrir así serán de cuenta del asegurado sin perjuicio de exigirle la responsabilidad a que hubiere lugar.
Art. 44. Si la enfermedad se notara en el campo, se conducirá si es posible inmediatamente al enfermo al domicilio del dueño para prestarle la debida asistencia.
Art. 45. Si la enfermedad se presentara en término Municipal distinto a éste, el dueño o la persona que en aquel momento le represente, dará aviso al veterinario más próximo para que trate al enfermo certificando en caso de muerte de las causas que pudieron motivarla. A la certificación anterior, acompañará la piel del animal siniestrado y si por impedirlo alguna disposición no pudiera trasportarla, acompañará otra certificación expedida por el mismo Veterinario con la reseña completa de dicho animal para comprobar con la póliza de seguro.
Art. 46. Cuando no ocurra muerte y sea inutilidad absoluta lo demostrará el dueño con la correspondiente certificación facultativa.
Art. 47. El Consejo se reserva el derecho de hacer por el Veterinario de la Sociedad las comprobaciones que crea oportunas en los casos a que se refiere los artículos 45 y 46, quedando el dueño sujeto a lo dispuesto en el artículo 43.
Art. 48. Comprobados los hechos y si el Consejo acuerda la indemnización distribuirá entre los socios el valor de tasación dado al animal siniestrado para que cada uno abone la cuota que le corresponda.
Art. 49. Practicado el reparto a que se refiere el artículo anterior, todo socio está obligado a hacerle efectivo en el plazo de diez días, siendo responsable y obligado a pagar todos los gastos que se originen para su cobro y perdiendo todos los derechos si transcurrido el plazo mencionado no hubiera cumplido este requisito.
Art. 50. El aviso de siniestro se hará por medio de bando en los sitios de costumbre no pudiendo ningún socio alegar ignorancia.
Art. 51. LA SOCIEDAD NO INDEMNIZA, primero: los siniestros intencionados quedando en este caso el autor o autores sometidos a las responsabilidades consiguientes. Segundo: los ocurridos por negligencia, abandono o imprudencia del dueño o sus representantes. Tercero: los causados por fuerza mayor como guerra, inundaciones, terremotos, motines, etc. Cuarto: los ocurridos a causa de atropellos de trenes.
Art. 52. En caso de incendio y siempre que éste no sea intencionado, tendrá el dueño derecho a indemnización del animal o animales siniestrados, pero solamente en el setenta por ciento del valor de tasación con que figure en la póliza.
Art. 53. Si hubiera sospechas de que el incendio hubiera sido producido intencionadamente por el dueño o persona de su casa, una junta arbitral formada por el presidente del Consejo y dos socios uno nombrado por el Consejo y otro por el interesado, instruirán el oportuno expediente y éste se someterá a acuerdo de la junta general. Estos trámites se cumplirán en el plazo de dos meses a contar desde el día del incendio.
Art. 54. Si por las causas determinadas en el artículo 52, se hubiera hecho efectiva alguna indemnización y sin haber transcurrido un año de la fecha en que el dueño la percibió y se justificara que el incendio fue producido intencionadamente por el dueño o persona de su casa, este queda obligado a devolver la cantidad que se le haya entregado siendo de su cuenta todos los gastos que se originasen para rescatar dicha cantidad por la Sociedad.
Art. 55. Cuando ocurra un siniestro producido por descarga eléctrica, el dueño tendrá derecho a indemnización, así como en el caso de atropello de autos, pero solamente en el cincuenta por ciento del valor de tasación y la sociedad se obliga a prestar el apoyo moral para reclamar de la persona o entidad productora del siniestro.
Art. 56. Si ocurriendo un siniestro, el Consejo no cree oportuno distribuir cuotas para la correspondiente indemnización, puede hacerle indemnizando al dueño con los fondos de que disponga la Sociedad, siempre que éstos no queden reducidos a menos del valor del cuatro por ciento del valor total de tasación dado a los animales asegurados.

CAPITULO IX

Del Socorro por enfermedad

Art. 57. Como el principal fin de esta Sociedad es que sus asociados no sufran quebrantos económicos y considerando que en caso de enfermedad aquellos pueden superar a los del siniestro, se crea lo que se llamará socorro por enfermedad. Este servicio se hará por medio de prestación de los animales asegurados en la siguiente forma: Primero: con la lista general de animales inscritos se formará tres grupos, en el grupo A) se incluirán los comprendidos entre la tasación mínima y seiscientas pesetas, el grupo B) los comprendidos entre seiscientas una y mil y en el grupo C) los que excedan de mil. Segundo: en el caso de que un animal enferme el dueño lo comunicará al presidente y al veterinario e indicará el valor de tasación dado al animal enfermo. Tercero: transcurridos los días de enfermedad que empezarán a contar desde que tanga conocimiento el veterinario, éste lo comunicará al presidente quien a su vez lo hará al llevador del registro de servicios que será el secretario para que ordene la prestación de socorro. Cuarto: el que figure con el número uno de los del grupo a que corresponda el animal enfermo, dará un día de servicios para trabajos habituales al dueño del animal enfermo, el que figure con el número dos, lo hará el segundo día y así sucesivamente mientras dure la prestación. Quinto: para un nuevo caso de socorro, empezará a prestar servicio el que figure en el primer lugar donde terminó el anterior y en igual forma continuando en este orden cuantas veces sea preciso. Sexto: si al que correspondiere un turno se encontrara enfermo, pasará al siguiente y en cuanto estuviera restablecido ocupará el primer lugar. Séptimo: si dentro de un mismo grupo hubiera más de la quinta parte enfermos en los mismos días, empezará la suspensión de socorro haciéndolo por el que mayor número de días llevara recibiéndole y continuando la suspensión por riguroso orden hasta que todos hayan recibido igual números de días. Octavo: una vez recibido el socorro igual número de días si persiste o aumenta el número de enfermos, quedará hasta desaparecer las causas suspendido el socorro.
Art. 58. Ningún socorro podrá recibirse más de veinte días consecutivos y descontados los festivos o los que habitualmente no se trabaje dentro de la localidad.
Art. 59. Transcurridos los veinte días a que se refiere el artículo anterior, el dueño tiene la obligación de seguir prestando asistencia debida al enfermo durante diez días. Si a los diez días no se inicia franca mejoría, el veterinario lo propondrá por inútil y si transcurridos ocho días no está restablecido se considerará gravoso a la Sociedad teniendo el dueño la obligación de seguirle prestando asistencia durante esos días.
Art. 60. Una vez declarado gravoso, el Consejo oyendo al Veterinario, optará entre excluirlo o empezar de nuevo el socorro, rigiendo los plazos marcados anteriormente.
Art. 61. Si lo declara excluido, se venderá en subasta en el plazo de tres días, si la mayor oferta es de un individuo ajeno a la Sociedad, a él será adjudicado; en igual cantidad se adjudicará a un socio y dentro de los socios siempre tendrá preferencia el dueño, pero quedando en todos los casos excluido y sin derecho al nuevo ingreso hasta transcurrir dos años que pudiera ser admitido nuevamente en la debida tasación.
Art. 62. La manutención del animal que presta socorro, será de cuenta de su dueño y en especie.
Art. 63. El servicio de socorro estará comprendido entre las dos horas y las veinte del mismo día a cuya hora será entregado a su dueño.
Art. 64. Todo este servicio queda sujeto a cuantos preceptos determine este reglamento.

CAPITULO X

Sanciones que pueden imponerse

Por el presidente: apercibimiento por faltas leves.
Por el Consejo: multas en faltas graves, la primera de diez pesetas a veinte y la segunda de veinte a treinta, y la tercera propuesta de expulsión.
Art. 65. Por la junta general: se decretará la expulsión.
Art. 66. Se consideran faltas leves las que no causen perjuicios materiales a la Sociedad o sus socios, faltas graves las que originen perjuicios morales o materiales que excedan de veinte pesetas y muy graves las que originen mayores perjuicios.
Art. 67. Para decretar la expulsión el Consejo instruirá el oportuno expediente y terminado éste a cuyo efecto se oirá al socio o asociado que le represente durante quince días, se leerá a la junta general quien en votación secreta y sin debate alguno sobre el asunto, resolverá si procede o no la expulsión. El acuerdo de la mayoría será inapelable.
Art. 68. No se abonará siniestro alguno por el animal o animales que se comprueben figuran inscritos en otra compañía.
Art. 69. Para reformar este reglamento se reunirá la junta general y no podrá tratarse de otro asunto.
Art. 70. En caso de disolución de esta Sociedad se nombrará una comisión liquidadora formada por tres socios, los cuales se encargarán de realizar todos los cobros pendientes y pagos, entregando si resultara remanente a otra Sociedad de igual fín.
Art. 71. Los casos no previstos en este reglamento, se resolverán según acuerde el Consejo, atendiéndose para su resolución a las vigentes leyes y reglamentos.
Art. 72. Esta Sociedad podrá federarse con otras de igual índole, necesitándose acuerdo de la junta general.
Art. 73. Levantada el acta de constitución y nombrado el Consejo, éste se encargará de inscribirlo en los centros oficiales correspondientes, según determinen las leyes.

Este reglamento ha sido aprobado en la reunión celebrada el día cuatro de Febrero de mil novecientos treinta y tres en San Román de Hornija.


El Presidente:
Severiano V. Cabezudo

El Secretario:
Felices García


Presentado por duplicado en este Gobierno Civil a los efectos del Art. 4.º de la ley de 8 de Abril digo 30 de Junio de 1887.

–Valladolid 25 de Febrero 1937.